jueves, 5 de junio de 2008

LA LOTERÍA

Desde que Carlos III introdujo en España, en 1.812, la Lotería Nacional, que pronto se convirtió en la fuente de financiación para las reformas urbanísticas de Madrid que permitieron transfomar el poblacho que era en una ciudad a la usanza europea, con el dinero de los pobres, ese acontecimiento alcanzó poco a poco el reconocimiento de las tradiciones populares que arraigan en el imaginario de las gentes con vocación de permanencia, sostenido hasta hace poco por los maravillosos anuncios televisivos del inefable calvo que promocionaba la magia del azar en un paisaje invernal.

En Heliópolis, los tipos impresentables a los que pagamos con nuestros impuestos para que gestionen los recursos públicos de un modo ordenado, mueven las partidas presupuestarias de un lado a otro, como si fueran fichas de dominó, y han alcanzado el dudoso mérito, con su gestión desastrosa de los caudales públicos, de que los derechos constitucionales a una vivienda, o a una plaza escolar, se conviertan en asuntos de azar semejantes a la lotería, pues todos hemos visto imágenes de los sorteos a los que acuden quienes han solicitado la satisfacción de su derecho a una vivienda, que no es gratuita, sino que tienen que pagar, sentados en una tribuna como quien acude a presenciar la extración de las bolas de la fortuna en los salones donde se celebran los sorteos del gordo de navidad, o conocemos a alguna pareja joven, con un hijo cuya escolarización va a depender al final de factores de azar.

Estos indeseables que malgobiernan Heliópolis, no solo no han dedicado recursos suficientes a la promoción de viviendas accesibles a los jóvenes, ni han construido nuevas unidades escolares en barrios que hace treinta años que tienen los mismos colegios, mientras su población se ha duplicado, sino que mandan a los alevines de su partido a recoger firmas por las calles, para reclamar al gobierno central los recursos que les faltan para salud pública y educación, porque se los han gastado en otras cosas.

Es evidente que el gobierno central debe devolver a los habitantes de Heliópolis una parte de los recursos que recibe en forma de impuestos, y que debe hacerlo considerando las nuevas necesidades derivadas, no solo del aumento de población, sino de las nuevas necesidades sociales derivadas de otros factores demográficos, como el envejecimiento, --mayor número de plazas en residencias- el índice de morbilidad de una población mas envejecida, mejor atención sanitaria, con menos esperas y a la vez atender las necesidades de escolarización de una población infantil creciente, pero si el gobierno central facilita unos recursos destinados a esos fines, y el autonómico se los gasta en otras cosas, mediante la prestidigitación presupuestaria, por muchos nuevos recursos que se reciban, para los que se piden firmas en la calle, eso no garantiza en absoluto que se destinen a satisfacer las demandas sociales de educación y sanidad en la medida en que es necesario hacerlo.

Por otro lado, el recurso al endeudamiento es una fórmula válida para poder atender necesidades como un mayor número de plazas escolares, cuando los presupuestos se han quedado cortos para una población infantil que crece mas de lo esperado, pero, claro, cuando ese recurso, la deuda, se ha agotado para otras finalidades menos perentorias, se quedan sin el colchón que toda administración debe conservar para una respuesta razonable y adecuada a las demandas sociales.

Me produce náuseas ver como estos tipos, a los que mis paisanos se empeñan en votar una y otra vez, ellos sabrán porqué, privatizan espacios como el Umbracle, con concesiones a empresas privadas de espacios que eran de uso común, o arriendan a extranjeros –el patrón de la Fórmula 1- viales e instalaciones portuarias, previa una inversión opaca, cuando no desconocida, en reformas y adecuación de esos espacios públicos para fines que no son de interés del conjunto de la población, y a la vez lloran como plañideras y nos piden la firma para denunciar la injusticia de que somos objeto los ciudadanos de aquí, castigados por un gobierno que, al parecer, nos es hostil.

Hace falta tener la cara dura para entrar a saco en los presupuestos públicos como ellos lo hacen, abandonando a su suerte las demandas sociales, y luego practicar una ocultación victimista y obscena tras la sombra de un chivo expiatorio.

Si la economía consiste en asignar los recursos escasos entre usos alternativos, la política, en esencia, debería consistir en elegir aquellas alternativas de gasto que mas se aproximen, razonablemente, a las necesidades de los colectivos sociales que generan mayores demandas, niños en edad escolar, ancianos necesitados de atención, enfermos que precisan atención sanitaria, jóvenes que necesitan viviendas asequibles. Para eso, señores peperos, son los impuestos. Para lo demás, bailes de la rosa, eventos deportivos, alardes arquitectónicos, ya está la iniciativa privada, y ni un solo euro de los caudales públicos debe ser dedicado a esos fines, si las necesidades mas imperiosas están por cubrir.

Esto, es una cuestión tan elemental de la cultura pública, que cualquiera que tenga el graduado escolar lo sabe. Ustedes tembien lo saben, pero les importa un carajo. Por eso recurren al azar, los sorteos de viviendas asequibles, plazas escolares y pronto, residenciales.

Claro, mientras mis paisanos les voten una y otra vez, ustedes se sienten legitimados para seguir con su política de circo y azar. Vale. Pero no me pidan la firma por la calle para reclamar a otros lo que ustedes no hacen.

Lohengrin. 5-06-08.

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