jueves, 12 de junio de 2008

OBJECIÓN FISCAL

Siguiendo mi costumbre dialéctica de oponer a un argumento propio el contrario, para que afloren las debilidades argumentales que, de otro modo, no son tan evidentes, voy a contradecir mi tesis de la entrada de ayer, que consistía, en esencia, en recomendar la objeción fiscal como un medio para forzar las correcciones del sistema de capitalismo ultraliberal que funciona con la etiqueta de libre mercado.


Empezaré por aclarar que la objeción fiscal es un derecho alegal que, históricamente, de forma minoritaria, se han atribuido algunos contribuyentes, para detraer de sus pagos fiscales aquellas cantidades que iban a ser destinadas, por ejemplo, a presupuestos militares, ingresándolas en cuentas con destino a otros fines sociales.


Dicho esto, conviene detenerse en un rápido recorrido histórico por la evolución de los impuestos en Europa, del que se puede deducir la viabilidad o no de la objeción fiscal en los momentos actuales.


Hubo un tiempo en que los Estados, los gobiernos y sus políticas se financiaban básicamente con impuestos de los llamados directos, así denominados porque provenían directamente de una parte de los beneficios de las empresas y de las retribuciones de los asalariados. Los impuestos pueden recaudarse detrayéndolos de los ingresos, o gravando el gasto. En la etapa previa al enorme desarrollo del consumo experimentado en las últimas décadas, había, además de los impuestos sobre los ingresos, que primero se llamaron sobre las utilidades, luego sobre la renta, otros que gravaban el gasto, llamados históricamente de usos y consumos, luego sobre el tráfico de las empresas, que son los antecedentes del IVA actual, y siempre hubo, además, impuestos especiales, como los de la renta del petróleo, incluso hubo un impuesto sobre el lujo, hoy desaparecido.


Históricamente, el peso de los impuestos directos sobre el total recaudado, fue durante largo tiempo muy superior al de los impuestos que gravaban el gasto, y los contribuyentes satisfacían, en una época en que los pagos a cuenta y los descuentos fiscales de la nómina todavía no se habían generalizado, al final de cada periodo fiscal, las cantidades que les correspondían por las rentas percibidas.


En ese momento histórico, la objeción fiscal pudo ser un instrumento muy potente, pues los contribuyentes tenían la sarten por el mango. Que sucedió después? Las administraciones públicas impusieron las retenciones y los pagos a cuenta como un medio de estabilizar su tesorería, de modo que la liquidación final de los impuestos directos no produce pago alguno en millones de casos individuales, sino que genera devoluciones por los ajustes en tarifas y deducciones fiscales.


Al mismo tiempo, toda la clase política europea tomó una decisión que hace inviable cualquier movimiento de objeción en el pago de los impuestos directos. Cuando decidieron que el peso de lo recaudado por los estados recayera en los impuestos llamados invisibles, que son los indirectos, aquellos que se incluyen en el precio de los bienes, servicios y productos energéticos que adquirimos diariamente, el tamaño de los presupuestos de los Estados creció exponencialmente, y con el la capacidad de influencia de los políticos, a la vez que el control que los contribuyentes podían ejercer sobre ellos mediante la visibilidad de lo que pagaban, quedaba diluido de modo considerable.


Ese sistema ha funcionado a fondo, elevando las tarifas y generalizando su aplicación , hasta el punto de que la totalidad de la burocracia política europea se financia hoy con fondos procedentes directamente del IVA recaudado por cada uno de los Estados. De ahí la dificultad de presionar las decisiones políticas desde la objeción fiscal que, históricamente, solo ha sido practicada en las autoliquidaciones que cada sujeto fiscal practicaba en función de sus ingresos.


Todo esto les sonará a música celestial a los partidarios del capitalismo ultraliberal, que sostienen que es no solo la mejor, sino la única forma de creación de riqueza. Si bien hay que darles la razón en este punto, deben explicar porqué omiten siempre que la riqueza creada va a parar a unos pocos bolsillos, y porqué, después de cada oleada de riqueza creada por las fuerzas ultraliberales, el reparto de la tarta deja un trozo cada vez mas exiguo, menor que el existente antes de ese ciclo, a quienes no pueden, o no quieren ejercer libremente la opción capitalista, porque carecen de capital, o de vocación para ello.


Llegados a este punto, descartada por la fuerza de los hechos la posibilidad de la objeción fiscal como medio de presión para que las decisiones políticas corrijan los fallos o disfunciones del mercado, causa de conflictos, hambrunas, muertes y otros efectos colaterales, ¿Que nos queda?


¿Debemos adoptar una actitud pasiva, de conformidad, por la imposibilidad de actuar?, ¿Nos vamos todos a Bruselas, especialmente allí, y sacamos a gorrazos de sus despachos a toda la pandilla de europolíticos impresentables, incapaces de poner coto a las intocables leyes del mercado y crear no solo una Europa económica, sino también social?


No dispongo de ningún sistema telefónico para medir el sentido de sus opiniones, pero pueden dejar sus comentarios aquí, en el Blog.


Lohengrin. 12-06-08.



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