lunes, 30 de junio de 2008

LA COPA

El escritor mas dotado para extraer los numerosos y variados significados de la hazaña deportiva de la selección española de fútbol en la competición europea, no solo al ganar la copa, sino en el curso impecable de su trayectoria durante todo el campeonato, es Vicente Verdú, pero hoy no he leído los periódicos, así que me inspiro para esta entrada en la observación directa de los aficionados que han recalado en el Maravillas, con la resaca de un triunfo que consideran propio aún visible en la mirada.


El impacto informativo de este acontecimiento, me empuja a volver a hablar de un asunto que no conozco bien, y del que había decidido no volver a escribir.


Lo primero que me llama la atención es el fuerte proceso de identificación entre los aficionados y el equipo ganador. No se trata de que la gente se apunte, en general, al caballo ganador, es algo mas complejo, porque esa identificación incorpora una serie de valores de cohesión, un sentimiento de pertenencia a un grupo, aunque sea efímero, que contiene una carga emocional que supera la mera sensación de triunfo colectivo.


No es ajeno a esos sentimientos el formidable impacto de la televisión que ha acompañado y jaleado ese fenómeno. Las cifras de audiencia obtenidas rebasan la decena de millones de espectadores y el estado de las calles desiertas mientras se jugaba la final daba cuenta de esa atención mayoritaria.


De madrugada, el rugido de los aviones de los vuelos charter que regresaban de Austria, competían con la algarabía de las bocinas de los coches que circulaban por las calles y es muy significativo el número de personas que han viajado, sin reparar en los gastos, para estar presentes en el estadio.


Ahora mismo, no se me ocurre ningún otro acontecimiento, político, artístico, cultural o musical, capaz de congregar a tantas personas, por diferentes medios, alrededor de un acontecimiento de carácter nacional. Por eso, quienes hemos tomado a broma alguna vez el asunto del fútbol, debemos reflexionar y leer a Verdú, que es quien, desde siempre, ha tomado la medida de la verdadera importancia sociológica de ese deporte espectáculo.

Dudo que el fútbol haya venido a sustituir las pulsiones nacionalistas que en otro tiempo se expresaban en la guerra. Pienso mas bien que los individuos de la civilización actual ven transcurrir su vida con un cierto sentimiento de vacío y sus emociones disponibles a falta de otros objetivos encuentran en el futbol la expresión de una pasión vital que está ausente de su vida cotidiana. Cuanto mayor es ese vacío, mas capacidad de arrastre emocional tienen los acontecimientos deportivos que les permiten su identificación con una ilusión colectiva, una sensación de triunfo y de pertenencia a un grupo orgulloso de serlo.


Solo unas pocas minorías se han mantenido al margen de ese proceso de identificación con la selección, mas interesadas en los colores de sus equipos locales que en la nueva marca de identificación. La mayoría han experimentado un proceso de transferencia de sus entusiasmos por el equipo local, en favor de las camisetas que, ahora mismo, llevan puestas todavía los clientes del Maravillas, que son los mismos que, no hace tanto, discutían con vehemencia las habilidades de jugadores de sus equipos locales.


Es precisamente ese proceso de transferencia, el que me hace dudar de la importancia de la pulsión nacionalista en el fenómeno de masas del fútbol, inclinarme más por su papel terapéutico de las necesidades individuales.


En todo este tremendo acontecimiento que ha conmovido a tantos millones de personas, destaca la estatura épica de la figura de Luís Aragonés, quien, por un lado, quita importancia a su papel en el triunfo cediéndolo a los jugadores, y por otro, le dice al presidente de la federación, ahí tienes, el mayor triunfo de la historia del fútbol español y el contrato te lo metes donde te quepa, en un gesto de auténtica soberbia de los que solo son capaces los tipos singulares.


Cuando escuché decir a Casillas en sus primeras declaraciones que solo se habían dedicado a hacer bien su trabajo, me pareció que ese gesto estaba en total sintonía con el de Aragonés. El fútbol asociación, para funcionar con éxito, requiere de todos sus participantes una conciencia de grupo, de modo que las acciones individuales estén supeditadas a un objetivo común. En mi opinión, bastante desinformada, por cierto, sobre este asunto, el secreto de la gesta realizada por Aragonés y los suyos ha consistido, sobre todo, en crear un grupo cohesionado, cuyas acciones individuales han estado siempre dirigidas al mismo fin colectivo, ganar la copa.


Son merecedores del agradecimiento de toda la afición. Como dijo Casillas, han hecho bien su trabajo.


Lohengrin. 30-06-08.





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