sábado, 7 de junio de 2008

SUEÑOS

Los límites de los sueños no están en lo soñado, residen en el soñador, pues por mucha que sea su capacidad de ensoñación y de trasladar a sus seguidores la ilusión de que, en el sueño, todo es posible, el anclaje a la realidad genera una tensión que tiende a limitar el poder de los sueños.


La perspectiva del tiempo me hace ver a J.F. Kennedy mas como un aprendiz de brujo que como un soñador con dedicación completa. Lo recuerdo con un ojo abierto hacia los grandes sueños colectivos de su país que el alumbró con su magia habilidosa, la nueva frontera, la conquista de la Luna, los derechos civiles, y con el otro ojo dirigido al pacto y la componenda con mafiosos y cubanos influyentes de Miami.


Mientras esa ambivalencia funcionó como un anclaje que permitía la alternancia entre sueño y realidad, mucha gente tuvo la sensación de que todo era posible en su sueño, que parecía colectivo, imparable, hasta que el brujo, embebido en la soberbia de que el era el creador de los sueños y ese poder le daba todo el control sobre la realidad, fue abatido por los disparos de quienes, desde el lado mas oscuro de esa realidad se resistían a ceder su control, y el mundo despertó del sueño para encarar una larga etapa de vigilia, sin experimentos soñadores, hasta hoy.


Obama recoge ahora el poder del sueño como arma política, usa el lema de que todo es posible con la actitud autoconvencida y convincente del visionario, y mientras millones de personas se movilizan en torno a una nueva esperanza, las estructuras de los partidos en USA, tanto las republicanas como las demócratas, se ponen a la defensiva, alérgicas como son a cualquier actitud innovadora que amenace los usos convencionales que han predominado desde que los Kennedy mas soñadores fueron apartados del poder a balazos.


El papel de las mafias y los cubanos influyentes en la vida pública estadounidense en la era Kennedy, no es nada comparado con la omnipresencia de las fuerzas económicas y financieras que se cooptaron para alumbrar un mundo global diseñado sin rastro alguno de ensoñaciones colectivas, un traje cortado a la medida de su realidad, la que mejor ha convenido a sus intereses inmediatos, y cuesta creer que un solo hombre, Obama, sea capaz de alumbrar una nueva etapa onírica, sin pactar con las fuerzas que conducen, con mano de hierro, la realidad de nuestro tiempo.


Si la lectura que se hace del lema de Obama, Si se puede, es la de un mensaje dirigido a crear nuevas energías colectivas que se traduzcan en beneficios para el conjunto del país, asumiendo que el reparto de esos beneficios se hará respetando las férreas estructuras de poder económico y financiero que han marcado la realidad global de los últimos años, es posible que ese compromiso entre la realidad y el sueño dure, aunque no hay que esperar cambios relevantes en asuntos como la distribución de la renta entre los diversos grupos sociales, ni avances espectaculares en la situación de los grupos mas desfavorecidos.


Si la interpretación de ese mensaje es que todo es posible, su puesta en práctica implicará el enfrentamiento con estructuras de poder mas sólidas y concentradas que cuando el mundo respondía a centros de decisión bipolares, o multipolares, antes de que el capitalismo financiero, libre de la competencia entre sistemas, se convirtiera en el único modo de organización real de las economías nacionales, con independencia del signo ideológico teórico de los partidos que gobiernan cada país.


Hay un margen para operar entre ambas interpretaciones del sueño de Obama, como lo hubo en la etapa pactista del régimen kennediano. En la medida en la que Obama sea capaz de dormir con un ojo abierto a la realidad, observando en particular los movimientos de sus colegas, sean demócratas o republicanos, sin dejar de soñar con el otro ojo con sus electores, es posible que la energía positiva que ha generado su persona y su campaña se traduzca en realidades tangibles. Ojala.


Todavía es pronto para saber si el muy probable candidato demócrata alcanzará la presidencia en USA. En esa batalla, aún por librar, se enfrentarán dos alternativas diferenciadas por la tensión entre la realidad y el sueño. Mis simpatías de habitante del imperio sin derecho a voto están por Obama, aunque no puedo evitar la sensación de que es un aprendiz de brujo.


El ejercicio de la brujería tiene, sin embargo, sus riesgos. El mayor de todos es llegar a confundir la sensación de poder que proporcionan las respuestas a los conjuros en el alma de los crédulos, de los inocentes, de las gentes de buena fe, con el poder real, en manos de otros brujos que nunca se dignan comparecer en público.


Lohengrin. 7-06-08.


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