lunes, 16 de junio de 2008

FRENAZO BRUSCO

“Una crisis es una crisis, es una crisis”, escribía Santos Juliá, parafraseando al poeta, en El País prestado que ojeé sin precisar su fecha, harto de eufemismos como desaceleración acelerada que Solbes usa para describir, con demasiada prudencia, una situación económica que cambia cada día. Nombrar las cosas que están en permanente cambio tiene sus dificultades, porque solo cuando se estabilizan en el tiempo, para bien o para mal, hay acuerdo sobre lo que ha pasado y como nombrarlo.


Para mi, la palabra crisis expresa, sobre todo, un momento de cambio en el que las expectativas que teníamos sobre los acontecimientos futuros comienzan a derrumbarse y lo que domina es la incertidumbre y la falta de confianza sobre la situación futura que, aunque se adivina peor que la anterior, desconocemos como nos va a afectar, y la duración y profundidad de sus consecuencias.


Solbes usa un vocabulario técnico, desaceleración, justificado por el hecho de que la economía crece menos que antes, pero todavía crece. Si dejara de crecer y la inflación no fuera controlada, entonces Solbes usaría un palabro todavía mas feo, estanflación, que se refiere a la combinación simultánea de estancamiento en los niveles de crecimiento de la producción y elevación en el nivel de los precios. Si, finalmente, los niveles de producción no solo se mantienen estacionarios, sino que decrecen y esta situación se prolonga en el tiempo, no le quedaría otra que llamar a las cosas por su nombre, depresión, palabra que los políticos han dejado de utilizar y parece que solo ha quedado para los historiadores, pues el dramatismo de su significado la ha expulsado del lenguaje

oficial, sustituida por toda clase de eufemismos innovadores.


Históricamente, situaciones de depresión económica ha habido muchas, con consecuencias dramáticas, como la gran depresión de 1.929, así llamada a toro pasado, una vez que sus terribles consecuencias se expandieron a nivel mundial haciendo claramente visible la naturaleza de lo que estaba ocurriendo. Pero hasta que no hubo una cierta perspectiva histórica de lo sucedido, en el mismo momento en que estaba sucediendo, el presidente Mc Kinley anunciaba a quien quisiera oírle que la prosperidad estaba a la vuelta de la esquina.


De aquella gran depresión aprendimos que si el sistema financiero hubiera aguantado, si no se hubieran saltado a la torera las mas elementales normas de prudencia financiera, cediendo a la tentación de la especulación desatada, la economía no se habría derrumbado como lo hizo. Aquel aprendizaje duró muchas décadas y, pese a las dificultades puntuales, nunca las economías volvieron a derrumbarse tan estrepitosamente, porque los agentes del sistema financiero, sometidos a la pertinente regulación, fueron el soporte que aguantó todas las embestidas.


Tengo la sensación de que la situación actual, que aún no se ha prolongado en el tiempo lo suficiente para que pueda ser nombrada con propiedad, es potencialmente la mas grave desde la gran depresión, porque en este caso la cosa no ha empezado con las clásicas variaciones cíclicas de la economía real, sino que ha sido el mismo sistema financiero, insuficientemente regulado, el que, saltándose la prudencia financiera que ha dominado la segunda mitad del siglo veinte, ha dejado de ser el guardian de la ortodoxia, el soporte de las crisis, para pasar a ser su desencadenante.


La diferencia es que, actualmente, tanto los gobiernos como las instituciones financieras internacionales, tienen un caudal de experiencia y recursos para hacer frente a la situación que entonces no tenían, pero la génesis del crak de 1929 es, a mi parecer, muy similar a la que tenemos delante de nuestras narices, un proceso especulativo energético, inmobiliario y financiero no controlado, que ha terminado por estallar como una burbuja enorme.


La paradoja de todo esto es que han sido los especuladores financieros yanquis los que han colocado en la banca europea los títulos basura contaminados por su baja solvencia, y son los presupuestos públicos europeos los que han debido acudir al rescate, con lo que ellos se han quedado los beneficios de la burbuja, y nosotros las pérdidas.


Algo tendrán que ver los cientos de miles de millones de dólares gastados por el gobierno de Bush en la aventura de Irak, y los paseos del petrolero tejano para entrevistarse con los sátrapas de Oriente Medio, con el hecho de que los consumidores europeos estemos pagando el litro de combustible Diesel, a un euro con treinta, pero hasta donde yo sé, no existe ningún modelo econométrico dedicado a investigar esta relación. Están en otras cosas.


Desaceleración, estanflación, crisis, depresión. No sabemos. Habrá que esperar. Como siempre que sucede algo importante, solo después de algunos años, los mas sesudos nos lo explicarán con todo lujo de detalles.


Lohengrin 16-06-08.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios