Las minorías críticas, los aguafiestas de siempre, empecinados en mirar los agujeros de la prosperidad, poníamos el énfasis en las debilidades de ese país de fantasía, pero estábamos equivocados, porque, comparado con lo que tenemos ahora aquello era, como repetían una y otra vez los políticos de Heliópolis, Jauja.
Algunas personas, especialmente las que están orientadas en su mirada por una conciencia crítica, carecen de la facultad de reconocer y disfrutar del país de Jauja cuando se les muestra con su realidad mágica, y a veces solo reconocen su existencia cuando esa felicidad efímera se esfuma.
Es cierto que esa temporal imagen de prosperidad estaba basada en una especulación salvaje, que nadie en ese relativamente largo periodo pensó, mas allá del corto plazo, en reforzar las estructuras económicas, formativas y empresariales de Heliópolis con criterios más sólidos, que los banqueros se dedicaron, con una voracidad sin límites, a hacer crecer sus beneficios sin pensar en las consecuencias futuras de su política para el interés general, pero nada de eso niega la realidad de que, mientras duró, vivimos en el país de Jauja.
La Copa del América se celebró en Heliópolis y el hecho de que sus organizadores se nieguen ahora a repetir sede en de nuevo, no invalida los efectos de esa edición celebrada cuando viviamos en Jauja, aunque la cuenta de resultados, la diferencia entre las inversiones realizadas y los efectos positivos derivados de esas inversiones, se vea ahora quebrantada por las nuevas expectativas.
Lo dijeron hasta la saciedad, Camps, Barberá, Costa, Pons y los demás, vivimos en Jauja, y algunos, no les creímos. Ahora, la evidencia obliga a admitir que estábamos equivocados. Fue Jauja, mientras duró.
Con el Diesel a un euro treinta, la inflación en el cinco por ciento, el desempleo elevado a la dudosa categoría de primera preocupación nacional, expresada por el 52,5 de los consultados, los empresarios de Heliópolis mendigando recursos a las cajas de ahorros, con la presencia de Camps en el papel de don Tancredo, la actividad de la construcción estancada y las expectativas de empeoramiento de la situación para el año próximo, ya no podemos eludir reconocer que tenían razón, vivíamos en Jauja.
Una de las ventajas de Jauja es que es mas fácil gobernar, obtener el consenso de los electores, pero estoy seguro de que aquellos que se atribuían el mérito de habernos llevado a ese país mágico, ahora, con su misma habilidad, sabrán navegar por las difíciles aguas de la nueva realidad, y conseguir que la travesía por el país de las vacas flacas sea mas corta.
He buscado en el Espasa el país de Jauja, pero no sale, lo que parece ser un signo de que tal cosa nunca ha existido, pero al parecer es una provincia de Perú, poblada de frutales, flores, con un activo comercio minero y agropecuario. Al parecer, de allí proviene el nombre de lo que quiere presentarse como prosperidad y abundancia. A los emigrantes que han habitado nuestra efímera Jauja en un número de millones, mientras ese país pareció existir, ahora las autoridades les están pidiendo que preparen las maletas. Es un signo mas de que la información de titulares viejos que flota en la suave brisa húmeda de levante viene de un país que ya no existe.
A todos nos toca, ahora, adaptarnos a la nueva realidad. A los banqueros les corresponde medir mejor sus riesgos, sin cerrar por ello el grifo de los créditos, a los empresarios abandonar los negocios fáciles y seguir con los menos fáciles, a los trabajadores desempleados, seguir buscando trabajo, a los consumidores, pensar mejor sus decisiones de compra, sin dejar de adquirir lo necesario. Los políticos de Heliópolis, ¿Se adaptarán a hacer política en otro país, que ya no es Jauja? Estamos obligados a exigirlo y a valorar su capacidad, o su incompetencia, con nuestro voto en las urnas, cuando llegue el momento.
Lohengrin. 28-06-08.
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