martes, 3 de junio de 2008

TÓRTOLAS

He bajado al Maravillas y algunos parroquianos, como siempre, hablaban de pájaros, pero así como antes sus charlas versaban sobre mirlos, gafarrones, mixtos, y la dificultad de reconocer su sexo para comerciar con ellos en edades tempranas, ahora el asunto se centra en la morfología de los perdigones para cazar tórtolas, muy abundantes en el barrio, para incorporarlas al menú cotidiano y reducir, de paso, su superpoblación que amenaza a otras especies. No hubo acuerdo sobre si los proyectiles en forma de copa son mas eficaces que los esféricos, pero yo me quedé con el dato de que ahora los parados del barrio cazan tórtolas para reducir su gasto semanal en alimentación.


Puedo imaginar a algunos constructores en situación de paro relativo, aunque no toman café en el Maravillas, evaluando la conveniencia de reducir sus flotas de aviones o deshacerse del yate, meras prolongaciones de sus despachos de negocios, ahora que hay menos contratos que firmar y el coste de los amarres y las estadías en los aeropuertos son mas gravosos por la falta de negocio.


En ambos casos se trata de actitudes de ajuste a la situación de crisis, desaceleración, expectativas de recesión o depresión económica, o como quieran ustedes denominar, para eso el lenguaje es muy rico, al cambio de ciclo en la actividad económica. El viernes por la tarde estuve en un centro comercial habitualmente muy concurrido y su zona de ocio era un espacio semivacío, en nada parecido al bullicioso lugar de apenas unas semanas atrás. Los usuarios ausentes de ese espacio lúdico, también realizaban el ajuste de sus hábitos consumistas, a su manera.


Sin embargo, para no caer en un enfoque pesimista de la situación, he de reconocer que la realidad es muy variada, y no debe ser juzgada solo por los signos aparentes y cercanos que uno observa en su entorno habitual. Probablemente, muchos nuevos ricos desconocidos del público lector y televidente, estarán ahora mismo ofreciendo mas trabajo que antes, por ejemplo, reclutando mas guardaespaldas y vigilantes, encargando mas sistemas de seguridad, con el fin de proteger su opulencia tras una cortina de discreción impenetrable, lo que no deja de ser, aunque afecte a un solo sector, una muestra de política anticíclica con efectos benéficos en la evolución del producto nacional bruto.


A quienes no han participado directamente de las oportunidades de opulencia generadas durante el decenio y medio de prosperidad ya fenecido, --los que creen que el libre mercado ofrece oportunidades para todos diran que nada se lo ha impedido-- les queda la opción de visitar las bibliotecas públicas y ponerse al día en la lectura de la literatura del siglo diecisiete, el Buscón,
Lazarillo de Tormes, para hacer acopio de técnicas de supervivencia en situaciones de crisis.


Pueden comprar una escopeta de perdigones, como los parroquianos del Maravillas, para incluir a las tórtolas en su menú semanal, visitar los mercados a última hora para obtener las últimas vituallas a precio de saldo, dedicarse al reciclaje en los contenedores a donde van a parar los alimentos caducados de los supermercados, dejar aparcado el coche y tratar de convertir en euros contantes y sonantes los últimos cheques de gasolina, --se puede, si el de la gasolinera colabora-- tratar de arrendar a extranjeros espacios públicos, como si fueran privados y de la propiedad de uno, dedicarse al negocio del trile, –en Benidorm hay posibilidades- o rescatar pólizas de seguros antes de su vencimiento, aunque suponga un quebranto económico, puede salvar algún apuro.


Todas estas medidas y algunas mas, forman parte de las ventajas que ofrece el libre mercado a todo el mundo, así que no me sean pesimistas, adopten una actitud positiva, emprendedora y diligente, porque lo peor que nos puede pasar es perder la fe en la sociedad productivista, consumista y desigual que tan buenos dividendos ha producido en el periodo de prosperidad mas prolongado de nuestra reciente historia económica a banqueros, aseguradoras, constructoras, grupos alimentarios,

negocios de comunicación, telefonía, empresas energéticas y demás familia oligopolística, que, al fin y al cabo son los que nos dan trabajo y, al tiempo que se hinchan el culo de ganar dinero, evitan, solo durante los ciclos de prosperidad, que caigamos en la tentación de disparar a las tórtolas para complementar nuestro menú semanal.


Todo, menos caer en el pesimismo. Usted, que opina?


Lohengrin. 3-05-08.

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