viernes, 21 de noviembre de 2008

CUENTO NAVIDEÑO

"Cuando los dioses del Olimpo cobraron su fondo de pensiones y decidieron marcharse a Florida, los hombres de aquellas civilizaciones antiguas se quedaron sin referencias. Hay que hacer un esfuerzo de extrapolación histórica para entender la gran confusión en la que quedaron, pues aquella variada fauna mítica les resolvía todos sus problemas. No solo había dioses con una dieta especial que devoraban a sus hijos, también otros que se ocupaban de cuidar de las hemorroides de los dolientes humanos, además de los que se ocupaban de la guerra, y también hubo una diosa que era la mejor en la caza, mientras alguna, mas reflexiva, patrocinaba la sabiduría. Casi para cada actividad, necesidad y acontecimiento humano, había una deidad encargada de reforzar las flaquezas, las fragilidades de quienes emprendían alguna tarea, mas o menos heroica.”

“Es cierto que en Egipto se podía echar mano de un casting no menos numeroso, incluso mas imaginativo, donde eran frecuentes las representaciones de dioses medio humanos, medio animales, --aunque no se ha demostrado que la zoofilia fuera una costumbre extendida en el viejo imperio-- y donde la efigie del gato era considerada sagrada, por la gran cantidad de ratones que se comían el grano almacenado en los silos del faraón, pero a los hombres de la cultura helénica aquello les pillaba un poco lejos, porque entonces no había trenes de alta velocidad.

Unos cuantos desarrapados a los que el faraón expulsó y llegaron a Palestina exhaustos y hambrientos, como ahora alcanzan nuestras costas los inmigrantes en las pateras, fueron el origen de otra cultura que acabó por inventarse un nuevo sistema celestial, regido por un único patrón, lo que indica que aquellos exiliados expulsados de otras tierras, carecían de una cultura suficientemente sofisticada para elaborar parnasos y olimpos tan ricos y variados como los de Egipto y Grecia.

Durante dos mil años, aquel invento celestial tan sumamente modesto ha presidido las civilizaciones cristiana y musulmana, por medio de las grandes religiones monoteístas, hasta que, no hace mucho, la revolución industrial, el capitalismo financiero y la sociedad de consumo han alumbrado una nueva deidad, infinitamente mas influyente que todas las anteriores. El dinero.

Para sobrevivir, los sacerdotes que todavía se aferran al viejo paradigma, han hecho un pacto entre su dios celestial y el del dinero, y han fundado organizaciones proselitistas donde fusionan el antiguo credo con el nuevo, con gran provecho de los que se han afiliado a ellas.

Pero la inmensa mayoría de los humanos, hoy, solo pueden consolarse de sus flaquezas y debilidades si el dios del dinero, a través de su esfuerzo, de su capacidad, del lucro lícito o ilícito, de la fortuna y el azar, les sonríe, y la mayoría de sus tribulaciones y desamparos están relacionados con la escasez de ese bien que, en nuestros días, ha sustituído las muletas celestiales de las que se han dotado, históricamente, todas las civlizaciones anteriores.

Como todas las cortes celestiales, el dinero tiene sus representantes sacerdotales entre nosotros, con su jerarquía y su estatus visible. Los custodios de esa sustancia sagrada, los banqueros, ocupan el primer puesto en esa jerarquía. Eso explica que los segundos, los políticos, hayan acudido en su ayuda cuando una perturbación que parece un cataclismo financiero universal, ha hecho temblar los cielos del nuevo Olimpo.

Hay una distancia jerárquica considerable entre los guardianes del tesoro universal, los banqueros, y los políticos. A los primeros no los elige el vulgo, sino que se designan entre ellos y no se mezclan con las jerarquías inferiores, ni con los políticos. Su poder puede llegar a ser vitalicio

Los políticos en cambio, son elegidos por el vulgo y su mandato es temporal. Aunque pueden ser reelegidos, rara vez el ejercicio de su poder se prolonga en el tiempo como en el caso de los banqueros. Muchos suelen olvidar que su mandato es temporal y revocable, y a veces se comportan como pequeños diosecillos de un parnaso creado por ellos mismos, como es el caso de Camps, Presidente de Heliópolis, entre otros, pero el tiempo se encarga de devolverlos a su sitio.

Luego están los Reyes Magos, pero ese es otro cuento.”

LOHENGRIN. (CIBERLOHENGRIN.COM) 21-11-08.

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