jueves, 13 de noviembre de 2008

LA LOCURA EN HELIÓPOLIS

La locura en Heliópolis. No me refiero, únicamente, con esta expresión, a la sucesión trepidante de realizaciones arquitectónicas de prestigio, –las últimas ha habido que meterlas con calzador, porque ya no caben mas-- ya saben, la ciudad de las artes, donde no se hace arte, y de las ciencias, donde no se practican las ciencias, un parque temático, en definitiva, ni al tropel de acontecimientos como los festivales aéreos, la Fúrmula 1, la Copa del América, el concierto de Madonna y tantos otros, que están muy bien, y han conseguido que las imagénes de la ciudad sean vistas en todo el mundo, aunque quienes las han visto no sepan muy bien donde está.

Esa locura inversora y gastadora ha marcado la ejecutoria del partido popular, en un esfuerzo sin precedentes por proyectar la imagen de la ciudad en el exterior, pero a qué precio. Probablemente, los futuros habitantes de Heliópolis aprecien mejor todas esas realizaciones, porque ellos no habrán sufrido las consecuencias colaterales de esa megalomanía, ridiculizada por Mariscal en su reciente visita al Ayuntamiento, frente a una concejala poco avisada, que no sabía lo que se le venía encima.

Una de esas consecuencias, quizás de las mas dramáticas, es que, como los populares se han gastado todo el dinero de la ciudad y del gobierno autonómico, el que tenían, y el que no tenían, en sus locuras megalómanas, carecen, no solo de los fondos necesarios destinados a aplicar la Ley de Dependencia, sino del millón de Euros de la subvención a las asociaciones que se encargan de la asistencia extra hospitalaria de un millar de personas con trastornos graves que han abandonado las unidades hospitalarias de agudos, y ahora necesitan de apoyo domiciliario para una transición del internamiento a un cierto grado de normalidad.

Hace varios decenios, los psiquiatras abandonaron el término locura para referirse a sus pacientes, no solo por sus connotaciones denigrantes, sino porque era de poca utilidad para nombrar una variedad de trastornos, con diversas etiologías y efectos en la conducta, que requerían distintos tratamientos y que ocasionaban diferentes grados de incapacidad en quienes los sufrían.

Fue entonces cuando se decidió cerrar los manicomios, porque se demostró que los internamientos prolongados no sanaban al paciente, sino que, en general, agravaban su estado y los convertían en enfermos de por vida, incurables, y se decidió que deberían ser tratados en el seno de la sociedad, pero esa medida, verdaderamente revolucionaria, debía ir acompañada de cuantiosas inversiones sanitarias en sistemas de atención extra-hospitalaria, domiciliaria, porque no se podía dejar a quienes sufrían esos trastornos sin la adecuada atención que garantizara que seguían el tratamiento que requería cada caso, y sin la supervisión adecuada a su estado. Ningún gobierno, desde entonces, destinó recursos suficientes a esa necesidad.

Es en ese contexto que se debe valorar la falta de ayuda financiera de la sanidad autonómica a quienes se ocupan de ese seguimiento y atención. Las inversiones de prestigio están muy bien, pero no cuando esquilman los recursos hasta tal punto, que las necesidades permanentes de la población en asuntos tan sensibles como la dependencia y la salud mental, queden desasistidas.

No es lo mismo, ser sufridor de un trastorno mental en Navarra, que pasa por tener la mejores prestaciones y atenciones socio sanitarias del país, que en Heliópolis. Aquí estamos llegando a un punto que nos devuelve a la situación a la que puso solución el Padre Jofré, compadecido de encontrar a los locos tirados en la calle, sujetos a la burla y el escarnio de todos, fundando el primer sanatorio manicomial de Europa. Antes de eso, los locos estaban en la calle, tirados en cualquier sitio, sin que nadie les prestara la menor ayuda o atención.

Los sufrientes de trastornos mentales, deben estar, no encerrados, ningún psiquiatra defiende eso ya, sino, salvo que se requiera su estancia temporal en unidades hospitalarias, en su casa, en los centros de día, cuidados, atendidos, supervisados, pero la política del partido popular en Heliópolis, los devuelve a los tiempos anteriores al Padre Jofré.

Solo por eso, la política de pan y circo de los populares en Heliópolis, debería ser reprobada por los ciudadanos, por los excesos de sus locuras megalómanas y su falta de atención a los que sufren.

Si yo fuera el presidente del Consell, o Conseller de Sanidad, ahora mismo, estaría absolutamente avergonzado de esa actitud. Como no lo soy, solo puedo sentir vergüenza ajena. Por cierto, no escucho la voz de la Iglesia, la de García Gasco, manifestarse en un tema tan sensible como este. En esto también hemos vuelto a los tiempos anteriores al Padre Jofré.

En fin. La locura, en Heliópolis.

P.S. Apenas veinticuatro horas después de que los medios denunciaran esta barbaridad, parece que alguien de la Consellería de Sanidad ha salido a declarar que pagará esa subvención "lo antes posible", lo que parece indicar que, en ausencia de presiones y denuncias, no habrían sido tan diligentes. Menos mal que los propios interesados salieron a la calle, y han tenido eco en la prensa, porque si no, estaban listos.

LOHENGRIN. (CIBERLOHENGRIN.COM) 13-11-08.

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