miércoles, 26 de agosto de 2009

ADICCIONES

He mirado seis veces seguidas, desde la ventana de la cocina, el sujetador XXL de mi vecina de la treinta y nueve, colgado en el tendedor de su ventanal y enseguida, ese estímulo repetido, se ha convertido en una fijación próxima a la adicción, que me ha impulsado a preguntarle:

--¿Te importaría prestarme tu sujetador XXL, en su tiempo libre, cuando no te lo pongas?

--¿Así, que eres uno de esos?

--Si. Soy un pervertido, enganchado a los sujetadores XXL, a los dedos de los pies, y a la roña de las orejas.

--Pues mira, te compras un sujetador en El Corte Inglés, así no estarás pendiente de si lo uso o no y te apuntas a un gimnasio para hacer abdominales, a ver si llegas a los dedos de tus propios pies. En cuanto a la roña de las orejas... he oído que los bastoncitos no son inocuos, y como soy alérgica a los sprays, antes de la próxima aplicación, me lo pensaré...

Son numerosas y variadas las aficiones que, por pura repetición, terminan convirtiéndose en adicciones. La adicción se caracteriza porque, al principio, es un vicio o una costumbre que cultivamos de modo asiduo. Cuando ese vicio o esa costumbre nos cultiva a nosotros, entonces estamos en presencia de una adicción, sea a los sostenes XXL, a las secuelas de las películas ya vistas, al tabaco, o al plástico.

Ignoraba que la afición adictiva al plástico estaba tan extendida, hasta que mi mujer me lo hizo ver el otro día en la playa. Yo, la verdad, no sabía distinguir unas tetas convencionales de otras de plástico, pero después de las agudas observaciones de mi mujer, empiezo a entenderlo.

Ves a una mujer tendida en la arena. Si sus tetas adoptan la forma de una ensaimada son de verdad, si parecen quesos de tetilla, son de plástico. Otra de sesenta años, exhibe un pectoral fláccido, pero encima de él aparecen dos formas turgentes. No puede ser, te dices, una mujer con cuatro tetas no es normal. Supe de mujeres tritetudas por un viejo libro de Günter Grass, El Rodaballo, en el que aparecía un personaje mítico del neolítico, el haya tritetuda, pero lo de las cuatro, además no en línea, sino un par debajo de otro, tiene que ser plástico.

Esa afición adictiva al plástico es universal. Me lo confirmó el otro día un periodista muy gracioso. Escribía sobre un tugurio en Sunset Bulevar y al referirse a la camarera, aventuró que el día de su óbito no la podrán enterrar, sino que tendrán que tirarla al contenedor amarillo, de tanto plástico como llevaba en las tetas.

Sin duda esa afición al plástico viene derivada de otra adicción masculina, la pulsión creciente de los hombres por los sujetadores XXL, que tiene toda la pinta de tener un sustrato infantilista, y es un exponente de como, a pesar de los esfuerzos del feminismo, los paradigmas sociales siguen influidos por el machismo.

Encontré una prueba de esto al aventurarme por los videos porno en Internet y encontrar a una mujer, provista de un pene ortoprotésico, beneficiándose a otra mujer en un acto esencialmente masculino.

Los científicos del M.I.T., T.I.M., M.T.I., o como se llame, están haciendo muchos progresos en Biomecatrónica, la aplicación de ingenios mecano electrónicos integrados en el propio cuerpo, así que esto del plástico va a ser una risa, comparado con lo que va a venir si esa tecnología prospera, como parece. Las dudas de los comisarios olímpicos sobre el sexo de los atletas de ahora mismo se tendrán que resolver mediante una función matemática que determine con precisión los porcentajes de cada género que incluye la anatomía de los atletas.

Pero yo no quiero hablar de Biomecatrónica, sino de adicciones. Después de reflexionar sobre el asunto, sospecho que las conductas adictivas se deben, esencialmente, a que el cerebro humano se ha hecho, con la evolución, mas vago. Perdidos con la evolución los mecanismos de alerta para no ser comidos por los dinosaurios, la parte vaga del cerebro –ya tenemos un nervio vago que pasa por el plexo solar-- domina nuestro pensamiento y nuestra conducta.

Esa parte vaga, prefiere estímulos repetidos, conocidos, a estímulos nuevos, que hacen trabajar mas a las neuronas. Tu te levantas por la mañana, y el cerebro vago prefiere tomar café en el mismo sitio, leer el mismo periódico, tomar las mismas tostadas, pasear por las mismas calles, porque toda esa actividad repetitiva apenas consume energía neuronal

La adicción al tabaco no difiere demasiado de esa afición por las rutinas. Las neuronas vagas, para que no las molestes con estímulos nuevos, activan los receptores cerebrales de la nicotina y mientras esas neuronas obreras trabajan en ese proceso aburrido y repetitivo, las neuronas burguesas están de vacaciones en otras zonas del cerebro, sin dar golpe.

Sofisticados como son, los sistemas vagos del cerebro, cuando lo consideran oportuno, usan a la vez la tendencia a la repetición y a la fijación de conductas, en alianza con el potente instinto sexual, y son capaces de engancharte a los sujetadores XXL, o a lo que sea, con tal de seguir de vacaciones,porque, a ver, ¿Usted que haría, si tuviera que elegir entre bregar cada día con estímulos nuevos, o darse a la dulce molicie de la repetición sin esfuerzo?

En conclusión, la prevención de las adicciones es mejor que frecuentar clínicas como la que ocupa ahora mismo, según dicen los papeles, Melania Griffith. Emplear una técnica sádica contra nuestros sistemas vagos acomodaticios puede servir. Obligarlos, contra su voluntad, a que curren hasta la extenuación con estímulos nuevos cada día, negar la repetición y la rutina, que tanto les gusta, doblegarlos y volver a ponerlos en alerta, afrontar cada nuevo día como si aún estuviera presente la amenaza de los dinosaurios.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN. COM) 26-08-09.

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