domingo, 2 de agosto de 2009

GALBRAITH

Recluido en el interior de mi casa campesina de la sierra, a salvo del viento abrasador de julio, releo a Galbraith, economista de la era Kennediana, autor de 'El Nuevo Estado Industrial' y 'La Tecnoestructura', entre otros libros que causaron un gran revuelo en el mundo universitario de su tiempo.

John Kennet Galbraith sostuvo en 'El Nuevo Estado Industrial', que el mercado no era el determinante de la economía, y por ello fue considerado un heterodoxo por el pensamiento económico dominante. En 'La Tecnoestructura' precisó la naturaleza de las relaciones de poder económico, y en ambos libros insistió en que el hombre moderno estaba al servicio de las estructuras de poder económico, sin embargo, siempre habló de economía productiva, porque murió antes de que los procesos globalizadores certificaran el predominio de la economía financiera sobre la productiva, predominio que nos ha conducido al desastre en el que actualmente nos encontramos inmersos.

Esto es así, este silencio de Galbraith sobre las economías financieras, porque en su tiempo lo financiero estaba al servicio de lo productivo y casi nadie pensaba entonces que ese predominio pudiera ser subvertido hasta el punto en que lo ha sido en los últimos decenios, de modo que, si en la época de Galbraith, el nuevo hombre industrial estuvo al servicio de la Tecnoestructura (los sistemas y los hombres que dirigían las grandes empresas) que gobernaba ese orden, las generaciones actuales han tenido el dudoso privilegio de caer en manos de banqueros, usureros, especuladores y estafadores, que conforman el nuevo rostro del capitalismo financiero sin complejos, aquel en el que los antiguos magos de la Tecnoestructura, centrados en hacer dinero con la economía productiva, han sido sustituidos por los hombres del dinero puro y duro, que no se han interesado por estructura productiva alguna para alcanzar los máximos de acumulación nunca registrados en la historia económica reciente.

El resultado de esa financiarización mundial de la economía, que ha dejado en segundo plano
las estructuras productivas como medio de enriquecimiento, porque los procesos de retorno de sus inversiones eran demasiado lentos para la codicia desaforada del nuevo capitalismo financiero, ha sido, en lo que concierne solo a nuestro país, los cinco millones de desempleados que, con pocas dudas, se alcanzarán este año.

Sigamos releyendo a Galbraith. “En la moderna sociedad industrial el poder se centra en las grandes organizaciones 'productivas', en las grandes sociedades anónimas. Lejos de estar sólida y resignadamente subordinadas al mercado (…) esas grandes sociedades fijan los precios y van acomodando cada vez mas ampliamente al consumidor a las necesidades de las propias grandes organizaciones..”

Es increíble la frescura del párrafo anterior, escrito hace unas cuatro décadas, si consideramos las millonarias sanciones impuestas por las autoridades reguladoras estos días, a Repsol y Cepsa, por los trapicheos en los precios de sus estaciones de servicio.

Casi al mismo tiempo que Galbraith hacía su análisis del hombre industrial dependiente de la Tecnoestructura, Marcuse se ocupaba de la cosificación de ese nuevo hombre a través del consumo.
Son las dos caras de la misma moneda, aunque las percepciones de Marcuse tardaron mas en materializarse en España, porque solo en las últimas décadas el consumo se generalizó aquí alcanzando los niveles que inspiraron a Marcuse su hombre unidimensional.

Ni Marcuse, ni Galbraith, llegaron a ver como la economía financiera soltaba las amarras de las actividades productivas y de consumo, para flotar, como una divinidad, por encima de ellas.
Tal vez hubo un libro que si se anticipó con esa intuición. 'El Capital Monopolista' de Sweezy y Baran, pero de eso hablaremos otro día.

…...

El viento de Poniente avanza con tal fuerza fuera de la casa, que se percibe como una amenaza.
En caso de fuego, la única vía de salida es una carretera estrecha que serpentea entre montes cuajados de árboles.

Aquí, prácticamente, no vive nadie y el cielo está libre de nubes, por lo que la probabilidad de un incendio incontrolado, es baja. Sobre todo, porque la vigilancia forestal es permanente. En cierta ocasión se le ocurrió a un capullo que tiene viñas aquí quemar unos rastrojos, y a los dos minutos bajó la forestala y lo empapeló con sesenta mil pelas.

Es posible que, si en otros lugares que han ardido estos días, hubieran dispuesto de estos medios de vigilancia, no se habrían quemado diez mil hectáreas, como en una comunidad próxima. Diez mil hectáreas es una superficie enorme. Un amigo tenía una finca de setenta y cinco hectáreas y a mi me pareció muy grande, así que, diez mil, ni te cuento.

En fin. Galbraith.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 2-08-09.

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