domingo, 30 de agosto de 2009

EL REENCUENTRO

“He bajado al Maravillas. La barra estaba llena de vasos, vacíos, llenos y mediados, y todos los clientes estaban borrachos. El predicador evangelista, el peluquero, el mecánico frigorista, el tramoyista jubilado, la viuda del vendedor de lotería, la abuela fumadora, su nieto, los de las chapuzas, los parados, los vendedores de telefonía, el informático, los de la limpieza pública, un bombero, el de protección civil, en fin, todos.

No se que celebraban. He preguntado. Al parecer celebran el reencuentro después del regreso de las vacaciones, pero, que yo sepa, aquí nadie se ha ido a ninguna parte. El único suceso digno de mención en el barrio durante el mes de Agosto, es que el bar ha permanecido cerrado. Será eso. Que lo han abierto.

La parte vaga de mi cerebro también esta contenta como unas castañuelas, y eso que no he tomado alcohol. Celebra que por fin, tras el agosto quizás mas largo e invariable en su monotonía de la última década, vuelvo a mis rutinas anteriores. El mismo bar, el mismo café, el mismo periódico y la esperanza de una ruptura climática que conjugue esas repeticiones familiares con la novedad del fin del estío. Un cambio, junto a las rutinas de siempre.

Los seres humanos, incluso los mas rutinarios, necesitamos para vivir la sensación de que algo puede cambiar. La prolongación de una noche calurosa tras otra, la ausencia de viento, la calma chicha, nos produce la misma sensación de desesperanza del navegante a vela atrapado en un mar calmado que espera ansioso que se mueva el viento, un día tras otro, una noche tras otra, sin que nada se mueva, para poder seguir su ruta.

Los meteorólogos, tan documentados ellos, pueden decir misa, pero los que ya hemos doblado el cabo de Hornos de la edad, recordamos perfectamente otros agostos, en los que a partir del día quince, un tiempo variable, imprevisible y cualquier cosa menos monótono hacía la vida mas variada.

Es posible que la percepción de la monotonía no tenga nada que ver con la meteorología, con el clima, sino que sea un sentimiento, un estado de ánimo, inducido por esa parte vaga del cerebro que se encuentra mas cómoda con la repetición de los estímulos, o con la ausencia de estímulos, que bregando con la excitación de los estímulos nuevos.

Tratando de escapar de esa sensación, he dado un paseo hasta el mercado y me he reencontrado con su viejo edificio, que ahora parece nuevo, con sus paños de hormigón pintados con los vivos colores del arco iris. Doy las gracias mas efusivas a la alcaldesa, casi siempre vituperada en este Blog, por esta iniciativa, sencilla y brillante a la vez, que es una acción contra la monotonía y una celebración, un reencuentro, al menos tan llamativo como la borrachera colectiva del Maravillas.

Estimulado por esas actitudes de novedad y celebración, he buscado en el armario la camisa de colorines que tenía olvidada, me he colocado mi mejor sonrisa y he salido a la calle dispuesto
a participar del mejor modo posible en la celebración de la vida.

Apenas he pisado el asfalto, un trueno ensordecedor ha partido el cielo en dos. Enseguida se ha mojado el asfalto y mi camisa de colorines ha quedado empapada. Llueve. Por fin llueve.”

Deseo a todos un feliz reencuentro.

De nada.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 31-08-09.

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