El mundo está lleno de pintores frustrados que, no disponiendo de las facultades perceptivas precisas del ojo del pintor, capaz de moverse con agilidad, sensibilidad extrema y rigor entre el dinamismo de la luz y las sombras, de las formas y sus apariencias, se consuelan llevando esa afición a las mas diversas profesiones y actividades.
Uno de los campos donde la influencia pictórica es mas evidente es, desde hace algún tiempo, la gastronomía. Si ustedes se fijan en las fotos de las preparaciones gastronómicas que aparecen en los magazines los domingos, lo primero que llama la atención es que parecen elaboradas por catedráticos expertos en la teoría del color.
No siempre, la afortunada combinación de colores complementarios, primarios o no, va acompañada del sentido común gastronómico, porque la combinación de sandía con boquerones que ofrece hoy Santamaría en el magazine de Levante, evoca el viejo chiste aquel del que fue ministro de exteriores, a quien se le atribuyó el falso pedido de sandía con mortadela en una cena oficial en la que se suponía que el Rey pedía melón con jamón.
No mueve mi ánimo crítico una reacción conservadora a la innovación gastronómica. No es el caso. Mucho antes de que la nueva cocina se impusiera con el estrépito que armó Adriá, mi mujer experimentaba con los colores, con gran acierto, en las muses de verduras, y clavaba unos panachés sensacionales, que le llevaban toda una tarde de preparación, porque cocía cada verdura por separado, que pocas veces he podido disfrutar en los restaurantes con ese nivel de calidad.
A pesar del dislate de la propuesta gastronómica de Santamaría, he de reconocer que el rojo de la sandía y el reflejo de plata de los boquerones son un hallazgo cromático que queda muy bien en la foto, lo que me reafirma en mi opinión de que buena parte de quienes se esfuerzan en elevar la cocina a la categoría de arte, están jodidos porque, en el fondo, habrían querido triunfar en el expresionismo abstracto y ver su obra subastada en Sotheby's, en lugar de andar siempre pringados en los fogones.
Una frustración no muy distinta de la que aqueja a quienes, sin saberlo, escriben en imágenes. Sin ir mas lejos, el auto del Tribunal que ordena el archivo de las actuaciones del Caso Gürtel en Heliópolis, es una obra maestra del puntillismo que, quitando una coma aquí y poniendo un punto allí, consigue un maravilloso efecto pictórico, siempre que te distancies para verlo con suficiente perspectiva.
Yo mismo sufro la pulsión, a veces no contenida, de pintar con las palabras, cuando estoy en mi casa campesina de la sierra, lejos del teclado del ordenador y, bolígrafo en ristre, emprendo la imposible tarea de traducir al lenguaje las imágenes únicas que ofrece allí, en aquel horizonte despejado, cada tarde declinante.
Después de haber leído la carta de El Poblet, sospecho que a Quique Dacosta le pasa algo parecido. Sin duda sufre esa pulsión por el arte y tiene una sólida formación en la teoría del color, aunque por lo que me cuentan la aplica con mas prudencia que Santamaría. Lo único que lamento es no haber llevado cien pavos en el bolsillo, cuando estuve el otro día en Denia, para conocer, de primera mano, su interpretación personal de El Bosque Animado. Habrá una próxima ocasión. Espero.
En fin. Pintores.
LOHENGRIN (DINAMIZARTE.COM) 9-08-09.
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