La chulería parece ser, todavía, en este país, un rasgo muy extendido del carácter de las gentes, tan arraigado, que hasta se le han dedicado algunas zarzuelas, el género chulo por excelencia. Los que se han librado del todo de ese rasgo están preparados para vivir en democracia, los demás, o estamos en proceso de aprendizaje, o siguen declarados en rebeldía, como los mas conspicuos representantes de la Gran Ramera que aún sufren la nostalgia de aquel manifiesto añejo .'Cautivo y desarmado el ejército rojo, etc', no solo porque les gusta mandar sin impedimentos ajenos, sino porque sienten que han nacido para ello, que es su destino natural, y no es natural que jueces y otros partidos se opongan a su voluntad. No en vano Fraga llamó, no hace tanto, a su mayoría parlamentaria, la mayoría natural.
Hay chulos y chulos, sin embargo. Federico Trillo intentando presionar a los jueces, según cuentan los papeles, me sugiere a Don Hilarión, por su vis cómica cínica. Aquí tenemos otro personaje mas siniestro, Cotino, un tipo del Opus, con mas que dudosa gracia, que extiende sus tentáculos entre la derecha confesional en Heliópolis.
Escuché unas declaraciones suyas por radio en las que arremetía contra El País y tachaba de sarta de mentiras los papeles de un sumario abierto a su supuesto jefe, en mi opinión, en realidad, su subordinado, que me parecieron la expresión mas acabada de la chulería política. El verdadero problema que sufrimos aquí no es el gobierno del partido popular, que está en muchos sitios causando mas o menos los mismos estragos en la cosa pública de la sanidad y la educación, sino que aquí nos gobierna, no el partido popular, sino, por su mediación, el Opus Dei.
En la España pre democrática tuvimos una etapa de gobierno con ministros del Opus Dei, los López, ¿ recuerdan?, pero aquellos tipos eran, al menos, tecnócratas y condujeron al país por la senda del crecimiento económico, que luego se llamó desarrollismo. Estos de aquí son, simplemente, del Opus, y no nos los tiramos de encima, y no están para construir y desarrollar nada sino solo al servicio exclusivo suyo y de la Obra.
Esa influencia enquistada en las instituciones creo que no se ha señalado suficientemente por parte de los medios de comunicación, lo que no hace sino confirmar el hecho de su arraigo. Ahora se manifiesta abiertamente con motivo del sumario abierto a Camps y la Gran Ramera se solivianta porque Caamaño, el nuevo ministro de justicia, que al parecer no va de cacerías, ha dicho algo tan sensato como que 'La cuestión es si Camps pagó o no sus trajes'. Algo tan simple, tan ajeno a la chulería, ha levantado una ola de protestas en el seno del partido de la derecha que considera, en el fondo, que así como la trama de financiación ilegal de Filesa sacó al PSOE del poder, con toda razón, los trapicheos del mismo cariz del baranda Bárcenas, y sus ramificaciones aún por aflorar en toda su extensión aquí, que un proceso judicial extendido podría revelar, al afectar a la Derecha, con mayúsculas, no puede tener el mismo desenlace, porque ellos son por definición, los destinados para mandar, y eso es lo natural.
Hasta que quienes aún estamos en proceso de aprendizaje alcancemos a desprendernos, por fin, de la chulería, como un rasgo de carácter, y los nostálgicos del ordeno y mando, de la ley del embudo y de las influencias confesionales, terminen de adaptarse de una vez a los nuevos tiempos, que ya duran treinta años, la vida pública no alcanzará el rango de plenamente democrática.
No es de extrañar, por tanto, que si eso todavía no ha sucedido, Trillo-Don Hilarión se pasee por las instancias judiciales para que den carpetazo a un sumario que no les gusta –veremos si los jueces hacen gala de la independencia que los caracteriza, o se dejan presionar-- y el taimado personaje de zarzuela, Cotino, siga saliendo de vez en cuando a escena, para luego regresar a los entresijos del poder confesional que se manifiesta, sobre todo, entre cortinas.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 3-08-09.
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