martes, 11 de agosto de 2009

LA ESCENIFICACIÓN DE LA REALIDAD

Unos políticos sin escrúpulos dispuestos a instaurar un régimen que dure, un arquitecto de prestigio internacional, el mejor especialista en imagen que se pueda conseguir, grandes concentraciones de masas en las calles, escenógrafos que cuelguen banderolas y gallardetes, y un chivo expiatorio. Esta parece ser la receta mas usada para escenificar, para manipular, la realidad.

No estoy hablando de Mein Führer, la excelente película que vi ayer. No hablo del tercer Reich, de Goebbels, de Albert Speer, de la Riefensthal, del modo de escenificar los discursos del Fhürer, ni de los judíos. Hablo de Heliópolis.

Esta vieja fórmula de escenificación de la realidad, no la inventaron los nazis, la retomaron del viejo imperio romano, de la época en la que Marco Antonio, (según Shakespeare) después del asesinato de César, pronunció su discurso en la plaza para atraerse la voluntad del pueblo romano.

Los hombres no son los mismos, pero las técnicas de manipulación de la realidad las vemos repetirse en cada generación, adaptadas a los medios y las tecnologías disponibles en cada momento.

Es sorprendente el paralelismo entre las técnicas usadas en la época de Goebbels por los nazis para perpetuarse en el poder, y lo que podemos percibir ahora mismo en Heliópolis. Están los políticos sin escrúpulos, el arquitecto de prestigio, Canal 9, los eventos callejeros, el pueblo, siempre el pueblo, eternamente vulnerado, y, como expulsamos a los judíos, siempre queda el gobierno central de signo opuesto para hacer el papel de chivo expiatorio.

Estoy esperando que algún autor teatral haga una parodia de nuestro régimen autonómico, con todos los tópicos, ya clásicos, de los elementos que han contribuido a la escenificación de la realidad en todas las épocas, pero especialmente aquí en los últimos quince años.

No será fácil acertar con el casting adecuado. ¿Quien hará de Rita Barberá? Lo de Camps es más fácil. Lo de Cotino, también. Hay un gran número de actores curtidos en los papeles de Yago, de Maquiavelo, de Mefistófeles, y se adaptarán a la piel del nuevo personaje, con muy pocos cambios.

La realidad puede escenificarse, pero no para siempre. Llega un momento en el que los actores pierden el pulso interpretativo, empieza a verse lo que hay tras los decorados, los entresijos de la tramoya se vislumbran con sus miserias y apaños, o, sencillamente, el público se cansa de ver siempre la misma obra.

Toda función tiene su recorrido y los políticos de la derecha, aquí, pero también en otros de sus feudos donde la manipulación de la realidad intenta ser sistemática, van a tener que ensayar otra, porque el grado de dramatismo que imprimen a sus declaraciones y soflamas, convierte cada día su actuación en una parodia, no tan brillante como Mein Führer, pero igual de patética.

Por lo demás, la película me ha parecido sensacional, con ese actor tan sólido de 'La vida de los otros', en el papel de instructor judío de Hitler que le ayuda a preparar su discurso. El Berlín derruido en el que transcurre la acción, es una metáfora arquitectónica perfecta, que expresa visualmente el final inevitable de todos los proyectos de los políticos sin escrúpulos pensados para durar.

El tercer Reich, según sus inventores, iba a durar mil años, y duró lo que duró. A lo de aquí, no parece quedarle mucho recorrido.

No hay que albergar falsas esperanzas por ello, los que lleguen detrás, no serán precisamente inocentes corderitos. La inocencia, es incompatible con la política, y no conviene -la política-
tomarla demasiado en serio.

En fin. La escenificación de la realidad. No ha quedado mal, no?

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 12-07-09.

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