viernes, 17 de junio de 2011

AMABLE

Frecuentar los bares está mal visto porque se asocia con el alcoholismo, los broncas que dan gritos en las partidas de cartas, y otras formas de ocio negativas. Incluso leí una vez en una página de Elvira Lindo la expresión 'hombres de bar' a los que se atribuía la condición de solitarios, taciturnos seres poco dados a la convivencia.

Sin embargo, las bibliotecas pasan por ser lugares de lectura y silencio, donde los ciudadanos mas dados a la cultura ejercen un ocio productivo aprendiendo cosas cada día.

Me apetece deshacer ese tópico, a partir de mi propia experiencia. Ayer, mientras tomaba café en el Maravillas alguien precisó que amable significa digno (merecedor) de ser amado. Toda la vida pensando que amable era una persona cuyo trato cordial hacia los demás definía su carácter, y ahora resulta que la etimología de esa palabra está ligada a otra persona que, por razones misteriosas, nos considera merecedores de ser amados.

Esa misma mañana estuve en la biblioteca pública de mi barrio, acompañando a mi mujer que buscaba una biografía, y los préstamos de libros estaban suspendidos porque el gobierno de aquí, la Consellería de cultura, que no ha gastado un duro en la última legislatura en fondos para libros de la red de bibliotecas públicas, va a rehabilitar el edificio, lo que parece un indicio de que han de favorecer con contratos a sus amigos del ladrillo porque, amigos, en la cultura, no les queda ni uno, salvo los que se ven favorecidos con prebendas y homenajes.
(...)
Intuyo que el hecho de ser, o no, amado por otra persona, no depende tanto de los propios merecimientos, como del azar. El azar determina que en el momento oportuno, en el lugar justo, encuentres a otra persona con capacidad de amarte a ti mas que a si misma, y con el impulso de ejercer esa capacidad a lo largo del tiempo, a pesar de los conflictos y avatares que la larga convivencia suele oponer a ese propósito.

En ese sentido, aun cuando seamos hoscos, poco sociables, narcisistas, todos somos amables, en el sentido de que, como quien juega a la lotería, podemos tener la fortuna de que una persona con capacidad de amar se fije en nosotros y decida concedernos una cuota de su capacidad de amar la vida y a todos los vivos. Si tal cosa sucede, pasamos de la condición de amables, a la de amados, y dudo que exista experiencia humana alguna que sea tan relevante para nuestro trayecto vital, como el amor de otra persona, que nos hace mejores.

A diferencia del narcisista, que centra su capacidad de amor en si mismo, y tiene dificultades para extenderlo a los demás, el altruismo implica muchas veces que a la persona altruista, centrada en el amor al otro, le cuesta reconocerse a si misma como sujeto digno de amor y, volcada como está en su entrega al otro, a veces descuida la atención a su propia persona.

Amable. Nunca hubiera supuesto que un término tan corriente incorporara un significado de tanta trascendencia en mi propia vida, porque, si, yo soy uno de esos afortunados tocados por la suerte, sin demasiados merecimientos. Menos aún habría sospechado que un bar fuera lugar, en vez de una biblioteca, para discusiones sobre la etimología del lenguaje.

Esto confirma lo que mi experiencia me sugería, que los bares no son solo lugares con gente solitaria, taciturna, con broncas que gritan en las partidas de cartas, y que las bibliotecas públicas, al menos en Heliópolis, no son, necesariamente, lugares de cultura.

Desmontado el tópico, ya puedo bajar al Maravillas a tomar café, leer la prensa y escuchar a los sabios expertos en etimología del lenguaje.

Pues, nada, hasta mañana.

En fin. Amable.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 17-06-11.

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