La entrada de ayer la escribí de forma algo precipitada, porque se me hacía tarde para pasar la mañana en la playa de El Saler. Ahora la releo y descubro las ventajas de la prisa en la escritura, porque observo que la ausencia de apresuramiento, en mi caso, da como resultado una serie de rodeos, meandros, recovecos y otros entretenimientos elípticos que no siempre contribuyen a la claridad y la concisión del texto, como me está sucediendo ahora mismo.
El tiempo puede convertir en estilo personal ese defecto, pero no estoy seguro de que sea el caso, así que me voy a centrar en el tema de hoy. La Playa.
(...)
"Estar en la playa, esa frontera entre el mundo húmedo y el mundo seco, ofrece un universo de experiencias sensoriales muy rico y variado. La suave y delicada caricia de las mínimas gotas de mar que la brisa de levante lleva hasta tu rostro, la sensación casi sólida que sientes al aspirar el aire yodado, o la presencia de una variada exposición de anatomías de cuerpos humanos, liberados del yugo textil, de los que surge un intrincado aroma, mezcla de sudor corporal y cremas protectoras de la radiación solar, que aporta una variedad de perfumes casi infinita.
Miras a las dunas fijadas por la vegetación, un paisaje que el hombre ha pretendido restituir, o al mar deshabitado de fauna marina y te da la sensación de que todo es aparentemente igual que antes. Sometes a la prueba de la memoria esas apariencias y reconoces que hace algo mas de medio siglo, esas dunas eran móviles, alcanzaban una altura superior a las de ahora, que el paisaje actual es radicalmente distinto del de entonces, y, hace apenas veinte años, si te internabas con un bote de caucho doscientos metros mar adentro, provisto de una caña corta, en menos de una hora llenabas un cubo con peces de variadas especies, ahora desaparecidas.
Vuelves a mirar a las dunas, te cercioras de que el paisaje de la playa de tu infancia ha desaparecido y comprendes que esa idea que tenemos asumida quienes leímos a Lampedusa, que solo cambian las apariencias, pero nada cambia en lo profundo de las cosas, no vale para otros aspectos de la vida, pues este mar no ha cambiado en lo aparente. Permanentemente recomenzado, siempre permanece igual en su apariencia, pero sus profundidades son ahora una ciénaga salada deshabitada de vida marina.
Esta reflexión, al hilo de una estancia placentera en la playa, no excluye mi aprecio por la idea de que cualquier tiempo pasado fue peor, y de que todos nacemos demasiado pronto. Es un modo de expresar mi confianza en el futuro de los hombres, en su capacidad de aprender, en la idea de que el futuro es una oportunidad de progreso.
Las ideas de la evolución que han terminado por influir en el pensamiento de los dos últimos siglos, se han reducido a veces a una cuestión de lucha, de supervivencia de los mas fuertes, sin destacar lo bastante que existen especies animales que sobreviven gracias a la cooperación.
El Homo cooperador puede oponerse al Homo Lupus con ventaja, y en situaciones tan complicadas como la que ahora estamos atravesando, conviene recordarlo, pues solo con procesos cooperadores, dialogados, negociadores, flexibles, compartidos, seremos capaces de consolidar un futuro a la medida de las necesidades humanas.
Ya se que es una vieja aspiración nunca cumplida, también es la aspiración de un viejo. No es cierto que la vejez proporcione sabiduría. Si eres un tonto como yo, la vejez te vuelve mas tonto todavía. Pero nosotros, los viejos, tenemos un tesoro del que carecen otros. La memoria. Esa cualidad nos permite mirar un paisaje, una mañana cualquiera, en la playa, y reconocer si ha cambiado o no, y que es lo que ha cambiado, si es lo aparente, o lo que subyace en sus profundidades."
En fin. La Playa.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 15-07-11.
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