viernes, 8 de julio de 2011

LA RESIDENCIA

La entrada de hoy iba a ser un aviso de huida, de esos que tengo por costumbre comunicar al personal cuando me dispongo a pasar unos días en la casa de la sierra,
pero anoche, unos amigos con los que compartí la asistencia a un concierto memorable del que luego hablaré, nos han invitado a una barbacoa nocturna en la terraza de su casa del Cabanyal que da a levante y, con los calores que dominan ahora el comienzo del estío, es una propuesta que no se puede rechazar.
(...)
EL CONCIERTO. Anoche se celebró una velada musical en los Jardines del Palau, en Heliópolis, en el ámbito del Festival de Jazz que se celebra en estas fechas. Once artistas, músicos, cantantes, instrumentistas, bailarines, de muy distintas nacionalidades, culturas y orígenes, estuvieron mas de dos horas en el escenario y consiguieron un éxito de público de escándalo. No solo se duplicó el aforo, pues la gente llenaba el espacio alrededor de los asientos en zonas marginales, en el césped, en el suelo, en cualquier sitio, sino que, cuando ya estaba bien avanzado el espectáculo, nadie se movió, a diferencia de otras ediciones en que la gente se iba poco a poco antes del final.

La participación del público, bailando y coreando las canciones del último tramo de la actuación, superó todo lo visto anteriormente en pasadas ediciones. El hombre ciego de Nueva Orleáns que cantaba blues, se hizo con el público con una autoridad
increíble. Mientras actuaba, se movía con esa forma característica que tenía Ray Charles cuando cantaba mientras tocaba el piano. El joven holandés de color que llevaba la voz cantante y bailante, arrancaba de las mujeres comentarios muy sabrosos. Mira, es como Shakira, pero en tío, decía una. Has visto que músculos, aventuraba otra.

Lo cierto es que todos, los instrumentistas, los cantantes y los bailarines, imprimieron un ritmo a su actuación desde el principio que, añadido a las propinas que interpretaron al final, tuvo que dejarlos exhaustos.

Intérpretes africanos, estadounidenses, holandeses, italianos, jamaicanos, nos ofrecieron un mosaico de músicas, blues, soul, goodspel, founky, étnica, que culminó con la interpretación de las mejores canciones de Bob Marley, coreadas por el público con un entusiasmo multitudinario que jamás había visto en estos acontecimientos.

En fin. Un concierto de éxito, al que cualquiera pudo asistir, pues fue gratuito, a condición claro, de estar allí dos horas antes, con el bocata y la cerveza, para coger sitio. Nosotros lo hicimos, y creo que fueron las dos horas mejor empleadas de los últimos tiempos para participar en un acontecimiento público.

Quien quiera saber mas, puede visitar la Web de Playing For Change Live, que es el nombre de este proyecto musical, mucho mas que un simple grupo al uso.

LA RESIDENCIA. Esta mañana, con la resaca de haber dormido poco y mal después de
la actividad nocturna de anoche, me he desplazado hasta un pueblo medio serrano, a unos treinta kilómetros de Heliópolis, para visitar a un familiar que está en una residencia geriátrica.

El director de la residencia nos ha informado de que mi familiar residente, sufre un extraño síndrome recién investigado entre los asilados que consiste en que, aunque ingieren alimentos, no asimilan los nutrientes necesarios para vivir. La extrema delgadez de ese familiar, así parece indicarlo, aunque le dan un suplemento adecuado de batidos con vitamínas y otros nutrientes para suplir esa deficiencia, lo cierto es que esta persona, que comenzó habitando una residencia para cuidar a su mujer enferma, cuando falleció esta, ya no ha salido de allí y, poco a poco, se ha ido convirtiendo, el mismo, en una isla deshabitada, en un remoto lugar que solo es visitado por los turistas una vez por semana.

En el transcurso de la visita, he tenido ocasión de leer un cartel con la foto de una residente, que convida a todos a participar en la inminente celebración de su cumpleaños centenario. Para mi es un misterio, que algunos ancianos lleguen a centenarios con un relativo buen estado de salud, y otros, apenas rebasados los setenta, presenten un aspecto depauperado y triste.

Algo tendrá que ver, digo yo, que algunos de ellos se comportan como islas, que en su cabeza y sus emociones no hay sitio para la relación con los otros, mientras que otras personas de su condición, hacen de la vida un espacio común para ser compartido, disfrutado, vivido, junto a los demás.

Supongo que la enfermedad, la precaria salud de cada uno está en el origen de esas diferencias, pero sospecho que el grado de salud, o enfermedad, está muy vinculado al modo de ver la vida de cada uno. Si optas por aislarte, tu ser social se atrofia y al final, el equilibrio entre salud y enfermedad puede quedar alterado. No sé.

En fin. La Residencia.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 8-7-11.

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