En un lugar de Russafa, cuyo nombre fue cambiado para que no quedara rastro de su paso por allí, nació, en los años del hambre, un niño al que cuando tuvo edad para jugar en la calle, todos llamaban el de la taca, porque tenía un lunar muy visible en el centro de la barbilla.
Fué el segundo hijo, el primero había nacido siete años antes, de un estibador y un ama de casa, que además hacia trabajos caseros como experta en marroquinería. Se alimentaba, al principio, como podía, de la leche materna, muy pobre en proteínas, por el regímen alimenticio de su madre muy rico en acelgas y muy pobre en todo lo demás.
Sin embargo, cuando las cosas mejoraron, comenzaron a darle sopas de ajo con ancas de rana y esa alimentación, tal vez vinculada con la brujería, hizo que su biografía posterior estuviera marcada
por la buena estrella.
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Ya de mayor, cuando X rememoraba su infancia en aquel lugar extremo de un barrio popular, evocaba la primera imágen que conservaba en su memoria. De pie, junto al vano de la puerta que daba al corral del bajo húmedo donde vivia, con la ayuda de su madre ensayaba su primera meada que caía en un lugar lleno de palomos, pavos, gallinas, conejos, con el suelo completamente cubierto por la gallinaza de aquel ganado doméstico que, no sabía porqué, no formaba parte de los menús habituales.
Cuando fue lo suficientemente mayor para ello, la imágen luminosa recurrente de un domingo de julio volvía a su memoria, espléndida en el silencio del barrio. Subido en el banco de la fuente pública, ponía la palma de su mano debajo del grifo y regaba la calzada sin asfaltar, mientras los chavales del barrio, provistos de flexibles cañas arrancadas en la cercana huerta, cazaban libélulas que, luego, convenientemente decapitadas, serían llevadas a la farmacia en cajas de cerillas.
Su vida callejera se redujo cuando lo llevaron a una academia particular, casi clandestina, regentada por una maestra
casi republicana, donde cursó sus estudios irregulares que concluyó, claro, sin un solo papel, ni un maldito certificado de primaria. Nada.
El primer trabajo que tuvo, ya crecidito, fue matón de guateque. Provisto de una libreta anotaba a los presentes en el bailoteo ilegal y les cobraba el donativo para pagar el alquiler del tocadiscos, y las cervezas que luego se tomaban los aprendices de mafiosos que organizaban aquello.
Luego vino otro trabajo, en el que le depositaron a los doce años, vestido con pantalón de golf, al que acompañaron algunos pluriempleos menores hasta que, unos años después de cumplido el servicio militar, la buena estrella derivada del consumo de ancas de rana en su infancia, dio con el en una facultad universitaria, donde, sorprendentemente, quienes deliberaron sobre su capacidad, estimaron que podía iniciar estudios universitarios, aunque no tenía un maldito papel de primaria, menos aún de bachiller, claro.
Aquel error de valoración, muestra de que nuestro sistema educativo ya andaba mal, no impidió que X se licenciara en la carrera de moda entonces, y ese fue el primer papel que tuvo en sus manos desde su mas tierna infancia.
A partir de entonces, su vida laboral fue una carrera de obstáculos realizada por decenas de empresas, grandes y medianas, pequeñas, la verdad, no. Saltaba de unas empresas a otras, de unas, porque lo echaban, de otras, porque se iba antes de que lo echaran.
En todas se empeñaban en llamarlo director financiero, aunque casi nunca tuvo a nadie a quien dirigir, pero los empresarios de entonces eran muy dados a los títulos rimbombantes, casi, como ahora.
Las numerosas y variadas empresas en las que trabajó, han cambiado de nombre, para que no quede huella de su paso por allí, o están muertas, de defunción financiera, pero esa extensa, dilatada y variada experiencia, le permite entender
ahora, desde la dorada jubilación, los artículos que escribe Gregorio Martín en Levante, sobre la situación de las finanzas de la Generalitat Valenciana, de otro modo, se comprende que no es fácil leerlos enteros, sin agobiarse.
Esto no es exactamente un perfil para ponerlo en el servidor pero, algo es algo, no...
En fin. Biografías Inventadas )4)
LOHENGRIN )CIBERLOHENGRIN) 25 06 14.
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