miércoles, 11 de junio de 2014

MONARQUÍA, JERARQUÍA, ANARQUÍA

Fin de la historia. Después de semanas de soportar una prensa uniforme, repleta de editoriales, artículos y comentarios que hablan de lo mismo, de participar en insulsos debates sobre lo que dice la prensa, ya me he hartado, no pìenso usar durante un tiempo las palabras monarquía y república, pero antes, aprovecho la entrada de hoy para puntualizar algunas cosas, que conviene no olvidar.
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Vivimos en sociedades fuertemente jerarquizadas, en las que la estructura jerárquica que ejerce el poder delegado por nosotros, la gente de a pié, se ríe de nosotros, o nos hace reír, aunque en ocasiones, ciertos sujetos jerárquicos nos inducen al vómito, a algunos. A mi me sucede, en particular, y no se porqué, con Jesús Posada, actual Presidente del Congreso de los Diputados, al observar su estilo jerárquico, cultivado durante generaciones, pasado de moda, y me dan ganas de vomitar. Lo siento. 

La jerarquía está fuertemente enraízada en las sociedades humanas, desde siempre, ya la tribu, cuando estaba establecida en un territorio concreto, era jerárquica. Lo mas jerárquico que se pueda imaginar es la monarquía, pues, en sus orígenes, cuando fué absoluta, durante muchos siglos, como indica esa palabra, fue el poder jerárquico encarnado en una sola persona. 

La anarquía, por el contrario, como he repetido varias veces en el blog, es la ausencia de jerarquía, y no significa desorden sino todo lo contrario, es un horizonte utópico en el que la madurez de los individuos ya no precisa de la jerarquía, porque permite la toma de decisiones compartida y responsable. 

Mira uno a su alrededor, las sociedades actuales que conoce, o desconoce, a través de lo que le cuentan de ellas, y concluye que la única forma social que puede acercarse a esa utopía es el nomadismo, porque la jerarquía es consustancial a las formas de vida sedentarias. 

Nomadismo, sí, lo que la ministra de trabajo, Fátima Báñez, de quien sospecho que es oriunda de Marte, o de la Constelación de Orión, tal vez, llama movilidad exterior. El nomadismo, por definición, excluye cualquier apego territorial o jerárquico y, esa experiencia, sin duda, permite conocer de primera mano a individuos, comunidades y sociedades humanas, reconocerlas, juzgarlas y apreciarlas, o no, no en base a prejuicios o experiencias históricas, sino percibiendo, directamente, lo que son, por como son, no por como dicen que son.

Siempre he sido un tipo sedentario, así que no comprendo mi estúpida nostalgia por un nomadismo que nunca ejercí, tal vez se trata, solamente, de tomar una cierta distancia, con un punto de vista de tiempo geológico, para tratar de entender mejor la actual sociedad, jerárquica, sedentaria y, si juzgamos por las opiniones expresadas en la prensa en las últimas dos semanas, enormemente desorientada, porque el cansino debate entre monarquía y república no recoge el hecho esencial de que ambas formas de gobierno son jerárquicas. 

La Presidencia de una República, como la Monarquía parlamentaria, son dos formas mas que experimentadas de organización jerárquica de la sociedad, y ese no es, o no debería ser, el debate. 

El debate es, o debería ser, cuanta verticalidad u horizontalidad debe tener un sistema social democrático para funcionar correctamente. Porque un exceso de verticalidad, jerarquía, está en el origen del desastre que han organizado desde las cúpulas quienes han mandado en los últimos diez o doce años. Un exceso de horizontalidad, ahora, también podría derivar en la inviabilidad de los sistemas. 

En el centro de ambos extremos hay lugar para sociedades con decisiones compartidas, en las que todos cuenten cuando se trata de alternativas importantes, sin que por ello sea necesario instaurar un sistema de consultas permanentes sobre cuestiones menores. 

Naturalmente, no tengo ni idea de como organizar una cosa así, no soy un organizador, solo dudo de casi todo, de lo que no tengo dudas es de que la causa de las desventuras que afligen a determinados países ahora, en particular a los del Sur europeo, está en la excesiva jerarquización de sus sistemas, incluidos los que dirigen la Unión Europea, y eso debe cambiar porque, si no cambia, la famosa salida de la crisis solo será un viaje corto hacia la próxima mutación.

Ya está. Me apetecía escribir esto, antes de renunciar formalmente a emplear, en adelante, las palabras Monarquía y República. 

En fin. Monarquía, Jerarquía, Anarquía. 

LOHENGRIN )CIBERLOHENGRIN) 11 06 14.

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