viernes, 23 de octubre de 2015

CAMPANAS

¿Porqué será que cuando un político, sin consultarnos, hace algo que nos parece inconveniente, nocivo para el electorado, nos quejamos con acritud, y cuando se abre un periodo electoral para elegirlos nos quejamos agriamente del sonido de campanario que nos invade a todas horas y que llegamos a rechazar como una molestia insoportable?.

¿Será que todos, electores y elegibles, somos seres contradictorios, cuya piel lógica, racional, es una simple pátina de apariencia que oculta la verdadera textura de nuestra alma política?

O, tal vez, las campañas electorales necesitan de maestros campaneros contemporáneos,que consigan que el sonido de su música llegue a nuestros corazones, en lugar de sonar como un anuncio de detergentes, o lo que es peor, con las imágenes de una falsa operación quirúrgica.

Estoy verdaderamente confundido con este asunto. En mi ingenuidad, imagino unas campañas en las que el candidato, o sus representantes, vinieran a verte a casa, previa cita, con los papeles de su programa, y previo su análisis, durante horas si fuera necesario, redactaran un memorándum con tus observaciones, tus propuestas, tus rechazos, y lo hicieran llegar a los responsables del partido.

En lugar de eso, lo que tenemos es un insistente redoble de campanas, con muy pocas notas, que repiten con redundancia mensajes simples, redactados por mentes acostumbradas a la publicidad y promoción de productos de consumo, como si el acto de elegir a un representante político fuera comparable a elegir un producto de gran consumo.

Es cierto que no estamos en los tiempos del nomadismo, en los que los miembros de la tribu se sentaban en círculo para tomar decisiones de este tipo, pero, entre el primitivismo, y la modernidad, tal como se concibe ahora en la política, hay un espacio pendiente de ocupar para la auténtica representatividad de los elegidos, y el inarmónico sonido de las campanas de los partidcos, sobre todo los tradicionales, no contribuye a que sintamos que ocupamos ese espacio de lógica y racionalidad que nos merecemos, por lo menos en los discursos.

Que Rajoy nos machaque con el descenso de los desempleados, sin mencionar el descenso en los empleados, es un ejemplo de su política de campanario, que ahora se extiende al sonido de sus argumentos. Que use la macroeconomía, de modo recurrente, para ocultar la preocupante situación microeconómica de millones de españoles, da la sensación de que está encima de una torre, volteando la campana más gorda, para impedir que percibamos los sonidos mas reales y armónicos del conjunto del campanario.

Si esto pudiera arreglarse con la participación de un maestro campanero contemporáneo, sería fácil. En esta comunidad tenemos mas de uno, muy ilustre. Intuyo, sin embargo, que la cosa va mas por el lado de nuestras contradicciones, las de los elegibles, y las de los electores, y para ese problema no se me ocurren soluciones, al menos hoy.

En fin.Campanas.

 LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 23 10 15.

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