."Quiero decir, "Hacia donde van ustedes", porque yo ya he andado gran parte del camino, y la etapa que me queda conduce, inexorablemente, hacia la nada, por eso me pregunto, ¿Cómo será el mundo cuando yo no esté para verlo? o, "Cómo serán las sociedades humanas dentro de, digamos, quince o veinte años?.
El género de ciencia ficción --ahora quizás observamos que tenía poco de ciencia, y menos de ficción-- abordó estas cuestiones desde diferentes puntos de vista, pero en mi opinión, algunas de sus proyecciones futuristas estaban, sobre todo, basadas en un análisis riguroso de las tendencias que observaban sus autores en las sociedades en las que vivieron.
Los más leídos de aquellos autores, Asimov, el más científico, Wells, el más catastrofista, 'La Guerra de los mundos', Bradbury, enamorado de la lírica del universo, pero sobre todo Orwell, 'Rebelión en la granja', una crítica feroz del comunismo staliniano y Huxley, me parece a mí, fueron el par de autores que mas ahondaron en las realidades de su tiempo
para construir sus proyecciones de futuro.
Antes que ellos, Verne se aventuró, con su visión precursora, por la navegación submarina entre las fosas oceánicas, y la cohetería espacial en 'De la tierra a la luna', y mucho antes que Verne, Leonardo da Vinci intentó inventar el Parapente,
ese artilugio que ahora vemos deslizarse impulsado por el viento junto a las cumbres nevadas pirenáicas.
De mis lecturas
infantiles en publicaciones de ese género, recuerdo unas ciudades frecuentadas por vecinos que se desplazaban por el aire
provistos de mochilas autopropulsadas, pero, aparte de los drones y demás, esta mañana, al bajar al Maravillas, lo que he visto es una ciudad llena de coches ruidosos y contaminantes y no he divisado a ningún vecino volar por encima de esa superficie saturada.
Es cierto que la tecnología exhibe una gran velocidad en sus logros, la telefonía móvil, las redes sociales actuales, son dos testimonios de la rapidez con que las innovaciones tecnológicas influyen en nuestras vidas. Lo que me produce un cierto desasosiego es valorar si la naturaleza humana, tan permanente a lo largo de las distintas etapas de la evolución social, cultural y humana de las gentes que poblamos el único planeta, que sepamos, capaz de cobijar la vida, disfruta
de capacidad de adaptación suficiente para crecer, de un modo positivo, al ritmo que marca la tecnología.
Como si fuera un epígono de Orwell, miro a mi alrededor tratando de identificar tendencias que me orienten para encontrar
respuestas a esa pregunta, ¿Hacia donde vamos?, y esto es lo que veo.
Un gran país, Estados Unidos, dirigido por un millonario, Trump, que no sabe nada de política. Otro país, Rusia, con un PIB inferior al nuestro, pero muy influyente en los equilibrios guerreros de nuestro tiempo, dirigido por un ex miembro
del KGB. Por no hablar de Erdogan, que dirige Turquía con mano de hierro, sin que tengamos claro si se apoya en la religión musulmana, o se apoya solo en sí mismo para perpetuarse en el poder, del epígono inmaduro de Chávez en Venezuela,
del loco de Corea del Norte, y del pirado, del que se habla menos, de Filipinas.
Y todas estas manifestaciones de falta de desarrollo humano entre dirigentes, y dirigidos, en el caso de quienes los votan, podrían interpretarse como un desequilibrio, como una falta de unidad entre el ritmo de la tecnología y el de las capacidades humanas para adaptarse a los cambios de un modo positivo, productivo, en sentido cualitativo.
Y si ponemos el foco en algo más cercano, Europa, el Bréxit de Gran Bretaña solo sería la versión más visible de un fenómeno más extendido, la crisis generalizada en casi todos los países europeos de un equilibrio político que ha jugado un papel esencial en nuestro desarrollo humano, con la alternancia entre conservadores y progresistas, desde el final de la segunda guerra mundial, hasta, digamos, los años noventa del pasado siglo, en que todo comenzó a romperse,
hasta el día de hoy, en el que están surgiendo movimientos políticos en todas partes, que niegan su legitimidad a la vieja política de castas, pero sin que representen hasta el momento, con claridad, una fundada esperanza de cambio
en la dirección de fortalecer el futuro.
Si tuviera que resumir en una palabra todas estas tendencias observables, sería, claro, incertidumbre.
Esto, suponiendo que el fufuro exista, y no sea más razonable ocuparse del presente, del momento, aplicar una filosofía epicúrea al día a día, y dejar que los sabios se ocupen de lo demás."
Yo, la verdad, no lo tengo claro, solo estoy haciendo tiempo antes de ir a Muface, a recoger un papeleo por encargo de mi hija, pasar por la peluquería donde trabaja Pepa, la chica de Jordi, a recoger mi móvil que se llevó Jordi el otro día sin darse cuenta, cuando vino para ayudarme con la declaración de renta por Internet, ¡me devuelven 1800 pavos!, y tomar un cortado en la terraza soleada de algún café, cerca de la Glorieta, mientras contemplo el ficus milenario del jardin, que permanece vivo, allí, durante siglos, sin hacerse preguntas.
En fin. ¿Hacia donde vamos?.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 4 05 17.
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