miércoles, 31 de mayo de 2017

TEATRO DE AFICIONADOS

"Hoy es miércoles. Como cualquier otro miércoles, dejaría para la tarde la entrada del blog, acompañaría a mi mujer hasta el sitio donde acude a clase de gimnasia, me despediría de ella hasta la hora de volver a recogerla y me iría a un chiringuito de viejos en Monteolivete, a tomar una manzanilla doble y, de paso, charlar con alguna antigua compañera de clase del centro de Rovella, pero las clases de gimnasia a las que acude mi mujer han concluído y no se reanudarán hasta pasado el verano, así que aquí estoy.

Los miércoles no tengo clase de teatro. Desde hace años vengo acudiendo a clase de teatro amateur en distintos centros municipales, aunque siempre con el mismo profesor. Es teatro de aficionados por la condición de los alumnos, no por la del profesor, que es un profesional como la copa de un pino, formado en arte dramático, canto y danza en el Conservarorio, que ha ejercido como actor, cantante, danzarín, productor de espectáculos teatrales, antes de decantarse por la docencia en centros municipales donde, que yo sepa, es el único profesor de esta especialidad.

Hoy no tengo clase de teatro, pero hasta el 8 de junio, en que representaremos una obrita del profe, también es autor, las tardes de los martes y los jueves las dedicamos a ensayar los papeles que cada uno tiene asignados en ese entremés.

En uno de esos ensayos, quizás abusando un poco de la confianza que me inspiran los seis años de experiencia en esa actividad lúdica, le propuse al profe interpretar el papel que se me ha asignado --padre de un soldado en zona de guerra- a cuatro voces, una voz de argentino, pibe, ché.. esas cosas, otra germánica, arrastrando exageradamente las erres, otra parisina, Mon Dieu...oh..la...la...madam, y otra de valenciano de l'horta, que no voy a reproducir porque, el profe, aunque me autorizó esta variante de su texto, al ensayarla la primera vez me dijo que le parecía una extravagancia marxiana, de Groucho Marx, y ayer me pegó la bronca, porque, ya que introducía en el texto la lengua vernácula, al menos debía usarla bien, y, al parecer, no fué el caso.

 Ahora tengo una disyuntiva, ponerme a estudiar valenciano corriendo, aunque con el lío que hay ahora en las aulas públicas y concertadas  eso no parece posible, o renunciar a esa voz huertana y sustituirla por la voz cervantina, introduciendo algún viejo vocablo en desuso. No sé. Todavía no sé que hacer.

Pero lo esencial de la clase de ayer, lo que me ha motivado a escribir esta página, es la respuesta del profesor a una de mis preguntas en el coloquio que precedió al ensayo.

 --¿Cuanto tiempo le queda al teatro profesional?, lo pregunto porque cuando estaba en la parada del bús, para venir aquí, cuatro jóvenes que esperaban allí estaban absortos en sendos móviles y no parecían interesados en nada ajeno a ese mundo virtual, mucho menos se interesarán por el teatro, pensé yo.

La respuesta del profe: --Cero-- ha estimulado la curiosidad de los oyentes y hemos preguntado, ¿porqué? Recuerdo, no es literal, que dijo algo así:

 No son tanto las nuevas tecnologías las que amenazan al teatro profesional, podrían colaborar a su difusión, sino las actitudes de los responsables políticos de la cultura que estamos viendo desde hace años.

Ahora mismo, se anuncia aquí un festival de Teatro al que acudirán cuarenta compañías. ¿Cuarenta compañías?, os puedo asegurar que no va a cobrar ninguna por dar su espectáculo, con la precariedad de los presupuestos culturales, y la cada vez menor disposición del público a pagar por un espectáculo teatral, las condiciones para la desaparición del teatro profesional, nunca han estado tan próximas.

Cuando ejercí como productor teatral, los actores cobraban un salario diario y treinta euros al día de dietas, no era mucho, pero si suficiente para mantener las vocaciones en esa actividad. Hace años que eso no es así y algunos hemos optado por la docencia como una vía para continuar en el oficio.

Esto no es importante, ahora, lo importante es que cada uno de vosotros sepa decir su papel, sin necesidad de tener el texto a mano, y en particular, que quien me ha convencido para decir su papel a cuatro voces, decida si esa cuarta voz tan mal dicha, la va a mejorar o se retira de la obra."

Mi mujer me llama para ir a Mercadona, cuando vuelva, tomaré el texto de la obrita que estamos ensayando y veré lo que hago, si mejoro mi dicción vernácula, o me paso al estilo cervantino.

En fin. Teatro de Aficionados.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 31 05 17.

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