Esa tensión entre la seguridad de lo cotidiano y la aventura de lo desconocido afecta también a los humanos. En otros países europeos, se resuelve por el procedimiento sumario de desplazar a los estudiantes a centros lejos de su residencia habitual, para que aprendan a volar a una edad temprana. En España, no está claro si por una tendencia a la sobre protección de los padres o por un desinterés general hacia su maduración colectiva, que se traduce en la falta de oportunidades suficientes para que alcancen pronto una vida autónoma, al parecer los jóvenes que ya han rebasado la treintena viven en un estado intermedio entre la madurez y la dependencia.
Dejando aparte las minoritarias becas Erasmus, los intercambios estudiantiles, y los desplazamientos obligados de quienes no tienen cerca facultades universitarias de la especialidad que les interesa y pueden pagarse la estancia en otro lugar, el resto de la población joven, especialmente la que no ha accedido a los niveles universitarios, que es la mas numerosa, realiza un largo aprendizaje de emancipación, cuya realización se ve truncada, de modo intermitente, por la precariedad de los empleos y salarios que se les ofrecen.
La precariedad en este país tiene dos caras que muestran los perfiles de la libertad y de situaciones cercanas a la indigencia, alternativamente. Hay un montón de trabajos basura, que serían mas propios para ser ocupados por estudiantes a tiempo parcial mientras realizan su formación, y que aquí se ofrecen como única alternativa a personas que ya han rebasado la edad estudiantil y que con los ingresos y la temporalidad que ofrecen, no permiten una autonomía plena.
Hay un verdadero ejército de jóvenes dedicados a la venta por teléfono, a promociones callejeras de artículos y servicios diversos, de abonos de televisión digital, contratos de telefonía móvil, o haciendo cursillos de formación para no se sabe que. El sesenta por ciento de la población activa ocupada de este país, percibe unos salarios que rondan los mil euros mensuales. No sería tan grave, si con ese salario pudieran pagar su casa, su comida, y los mínimos gastos necesarios que implica una vida autónoma.
La economía especulativa que ha predominado en los últimos años, ante la complacencia de quienes han sostenido sin rubor que atravesábamos una etapa de prosperidad, no es ajena a la falta de autonomía de la mayor parte de nuestra población joven. Parece llegado el momento de arbitrar soluciones a un problema social que hasta ahora ha sido paliado, amortiguado, por generaciones anteriores, porque esas generaciones no van a vivir eternamente para seguir cubriendo, de modo subsidiario, la falta de políticas suficientes del estado que favorezcan la plena integración social de las generaciones medio emancipadas.
Porque, bastantes jóvenes, después de muchos intentos fallidos, o se han acomodado a la situación, o han buscado soluciones entre las grietas de la precariedad. Viven en casas ajenas, con amigos, trabajan cuando pueden, casi nunca de modo continuado, alternan periodos en los que disponen de recursos propios suficientes, con otros cercanos a la indigencia, son los que mas cambian de banco, porque dejan sus cuentas en números rojos, o de compañía de telefonía móvil, por la misma razón, y, por supuesto, ni se les ocurre la posibilidad de acceder a la propiedad de una vivienda, si acaso, sueñan con poder alquilar una, aunque en realidad viven, según los impulsos de la precariedad, en casa de unos u otros. Pocos tienen pareja estable. Cuando se trata de una pareja estable, reúnen los ingresos de los dos y les da escasamente para pagar una hipoteca y poco más.
Se diría que el único recurso estable de que disponen, es su juventud, pero hasta ese, vista la edad tardía de su emancipación a medias, se les agota, sin que tengan claro un camino hacia el futuro.
Los miércoles, mis hijos medio emancipados, y los emancipados del todo, pliegan sus alas como las tórtolas del abeto, se posan alrededor de la cazuela de arroz al horno y juntos, hacemos como si no se hubieran ido nunca, pero luego, abren sus alas y continúan su vuelo, cada uno con mayor o menor fortuna, hasta la semana siguiente, y nosotros nos quedamos con la zozobra de que tal vez no les hemos enseñado a volar suficientemente bien, pero ellos, ajenos a ese sentimiento inevitable, vuelan.
Es lamentable que este país, del que se dice que es un país moderno y rico, no haya prestado mas atención a lo mejor de si mismo, a esa generación de jóvenes, y no tan jóvenes, que solo consiguen emanciparse a medias. Deberían dejar oír su voz, alta y clara, para que todos nos demos cuenta de su existencia. Solo así, hablando en voz alta, tal vez quienes tienen que hacerlo, tomen mas medidas que permitan que se emancipen del todo, no a medias.
Lohengrin. 19-10-07.
Sí, es cierto que hoy en día nos toca emanciparnos "a medias", las constructoras y especuladores lo han querido así con esos precios desorbitados, pero eso es lo de menos.
ResponderEliminarEstas circunstancias nos permiten probar nuevas fórmulas que tal vez con el tiempo se demuestren mejores.
En lo que no estoy de acuerdo es en que penséis que tal vez no nos hayáis educado como deberíais.
Lo habéis hecho de la mejor forma posible, así lo siento.
Sois los mejores padres que hubiera podido desear.
Un beso fortísimo desde el cubil de un hijo agradecido.