miércoles, 3 de octubre de 2007

REFERÉNDUM

Hoy me he incorporado al nuevo curso en la universidad de mayores, para continuar el aprendizaje de la vieja materia que me ocupa desde hace tres años. Medios de comunicación, se llama. En el acto protocolario de la apertura del curso, el pasado lunes, ya cometí la impertinencia de negar la existencia de la comunicación de masas. Mi argumento fue que las masas no se comunican, se comunican las personas, que la comunicación exige reciprocidad, interacción, y que los llamados medios de comunicación de masas, en ocasiones, no ejercen la comunicación, sino que segregan un flujo comunicacional unilateral, a veces tóxico, como sucedió con bastantes medios cuando el gobierno de Bush puso en marcha una campaña de desinformación con el objetivo de manipular a la opinión pública, cuando ya había decidido invadir Irak. Ayer, Gabilondo, se refirió a una sensación de retorno de los acontecimientos pasados, esta vez con Irán como objetivo.

Pero no es de Irak, ni de Irán, de lo que voy a hablar, sino del referéndum como instrumento de toma de decisiones, de sus aspectos instrumentales y comunicacionales, ahora que suena tanto por el ruido de los nacionalismos, el rechazo minoritario a la monarquía y otros hitos informativos que tienen trazas de estar contaminados por algún componente tóxico.

El referéndum es una consulta democrática --aunque a veces se utiliza en situaciones no democráticas-- en la que se somete al voto popular directo algún asunto de capital importancia, generalmente en forma interrogativa, para su ratificación por el pueblo llano.

En el mundo antiguo, utilizaban conchas de ostra para dar su opinión sobre quien gobernaba, aunque no escribían nada en ellas. Si la conducta del gobernante era la de un tirano, se juntaban, se contaban, y si alcanzaban las seis mil, lo mandaban al ostracismo. Era una forma arcaica de referéndum, de abajo a arriba. Ahora, las preguntas las hace quien gobierna, así de perverso es el progreso, a veces.

Suiza, que es un país estable y egoísta, con una estructura territorial cantonal y una organización política confederal, tira mucho de referéndum, y pocos europeos conocen el nombre de sus mas altos representantes políticos. Yo, por lo menos, no se quien son, y no es por el tamaño del país, hay otros en Europa de su tamaño, sino por su sistema de gobierno. Se imaginan un telediario en España, donde los políticos del gobierno y la oposición no fueran reconocidos por ningún ciudadano? En algún sentido, sería un alivio, tal es la tabarra que nos dan últimamente.

El referéndum es un instrumento y como tal, sus resultados dependen mucho de quién lo plantea, quién hace las preguntas y para qué. Suiza es una excepción, y su uso frecuente del referéndum no garantiza, por ejemplo, el respeto a las minorías. Porque un referéndum se puede usar, por ejemplo, para discriminar a los inmigrantes, o simplemente, para echarlos, por poner un ejemplo.

En este momento, en España, el run run del referéndum se asocia a dos cuestiones, los nacionalismos y la forma monárquica o republicana del estado, o lo que es lo mismo, la vigencia de la constitución de 1.978, aunque lo mas relevante y actual es lo que antiguamente se llamaba la cuestión vasca.

Lo mas sensato que he leído sobre este particular es la propuesta de que aquellos que utilizan y jalean la violencia abandonen las armas como argumento, y que se celebre un referéndum con las mismas garantías que han permitido otras consultas de esa naturaleza en el entorno internacional

Mi opinión personal, no obstante, es que los nacionalismos están fuertemente penetrados por las oligarquías localistas, y que los cachorros independentistas que sacan sus jóvenes uñas en la calle, solo manifiestan la natural tendencia a la protesta propia de los jóvenes, pero en el fondo de esos acontecimientos subyacen los intereses, fundamentalmente económicos, de las élites locales, que utilizan el bajonazo de las emociones y las esencias en su propio beneficio.

El argumento lo extiendo, naturalmente, al nacionalismo españolista, mas preocupado por la unidad y extensión de los mercados, políticos y económicos, que por las banderas.

Veo la tertulia de las tardes en ETB, y escucho de manera cotidiana las quejas y repulsas de la mayoría de los participantes, por el discurso que se hace desde fuera sobre el país vasco. La mayoría de los tertulianos dicen estar hartos de lo que ellos consideren ingerencias, y quieren que se les deje en paz. No hay duda de que el PNV ha vendido muy bien el paño del esencialismo vasco, y hasta los que no son peneuvistas defienden con uñas y dientes su singularidad como pueblo. Pero eso es, solo, una tertulia.

Yo he visitado el país vasco recientemente, y les puedo asegurar que no me ha parecido Alemania, Eslovenia o Madagascar. Es como el nuestro, solo que un poco mas verde y con menos premios Nóbel, --esto último no lo he mirado, lo dijo Alcorta, un empresario vasco-- lo que quizás explica, en alguna medida, las dificultades relacionales en la política.

El problema del referéndum, según yo lo veo, estriba en que solo se ha propuesto uno, cuando deberían ser varios. Uno para que la gente diga si quiere o no a Eta, otro con la misma pregunta, referida a Ibarretxe. Una vez despejadas esas incógnitas, nada impide celebrar otro sobre la independencia, y por último vendría la pregunta de si la mayoría de los vascos está, o no, por una relación confederal con sus vecinos del sur.

Una vez desarraigado el país vasco de la violencia, de políticos deficientes, y de algunos tertulianos, me encantaría vivir en ese país, que es maravilloso, y tiene unas gentes estupendas, si pudiera.

El otro asunto, el de la forma del estado, monarquía parlamentaria o república, es mas sencillo. Propongo una pregunta de abajo a arriba , propuesta por la mayoría, pero dirigida al rey, que dijera algo así, ¿Quiere usted irse o quedarse?, lo digo porque, últimamente, detecto una expresión malhumorada en el monarca, cada vez que tiene que acudir a un acto público, que es característica de quien odia su profesión, cuando le ha dedicado ya demasiado tiempo. Si quiere irse, que se vaya. Si desea quedarse, que se quede, porque seríamos un pueblo desagradecido si, con independencia de nuestra posición sobre las formas del Estado, no agradeciéramos a esa persona, otorgándole la libertad que las instituciones le niegan, los servicios prestados, que, al parecer, nadie le discute.

Es una opinión..

Lohengrin. 3-10-07.

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