jueves, 25 de octubre de 2007

OTRA VEZ EL MARAVILLAS

La lluvia se ha ido por un rato. He bajado al Maravillas y, mientras tomaba café junto al tramoyista jubilado y el paisano de Cuenca, el lugarteniente del predicador evangelista ha entrado, se ha sentado a mi lado y, sin introducir el tema, me ha espetado, directamente,

-Dios es la verdad absoluta.

-El absoluto no es verdad ni mentira. Es absoluto., le he contestado yo.

A continuación he añadido, tratando de desviar el ataque, --Soy budista.

-Esos son quinientos y están equivocados. Todos llevamos a cristo en nuestro interior.

-Buda no fue un dios, solo un príncipe preocupado por el sufrimiento humano. Por su reconocimiento, por averiguar sus causas, el aprendizaje para corregirlo y, en fin, por su superación.

-Eso es una tontería. El sufrimiento es inherente a la condición humana. Negarlo es negar a cristo.

-No se trata de su negación, sino de su superación. El budismo ilumina la búsqueda de la felicidad.

-No es la felicidad lo que hay que buscar, sino a dios, y es fácil, ¿quien ha creado el mar? ¿y la tierra? ¿no ves que está a la vista?

-La ciencia tiene otras respuestas para esa evidencia que tu atribuyes a poderes sobrenaturales.

-¿La Evolución? Eso es una chorrada.

-Entonces?, me estás diciendo que solo tu punto de vista es verdadero? ¿obligatoriamente verdadero?

En ese momento entró la mujer del lugarteniente y arrastrándolo del brazo lo sacó de allí.

Respiré aliviado. Las nueve y media de la mañana no parece la hora mas adecuada para una discusión teológica. Me pareció excesivo. No figuraba en mi manual de la felicidad de las cosas pequeñas. Salí del Maravillas, fui a por el pan y compré un ejemplar de El País de hoy, jueves 25 de octubre de 2007.

Di la vuelta al periódico buscando la última página. En una entrada reciente del blog he criticado los cambios de maquetación y la nueva ubicación de las secciones y elogiado que la última permaneciera prácticamente invariable, con su columna a la derecha y su entrevista ocupando el resto del espacio.

Si no estuviera absolutamente seguro de que nadie en ese periódico accede a mi blog, diría que la última página de la edición de hoy es una respuesta arrogante, airada, excesiva, a esa crítica. La última de El País ya no conserva esa composición que no se había tocado. La columna ha desaparecido sustituida por una entradilla que ocupa un rectángulo a cuatro columnas en la parte superior de la página y que Maruja Torres titula --parece que con regodeo-- Ex columna, además de comentar el carácter fálico de la columna desaparecida, --Maruja, tu estás enferma.

Quienes hacen ese periódico tienen todo el derecho, como es natural, a hacer los cambios que les plazca. Los lectores, podemos ejercer la opción, igualmente legítima, de aceptarlos o rechazarlos. Por mi parte, de momento, durante seis días a la semana, voy a ejercer la opción de no comprarlo, aunque no renuncio a comprarlo cuando me plazca, un ejemplar por semana me parece suficiente.

La pérdida de un lector habitual no es nada en una tirada de cuatrocientos mil ejemplares, aunque esa unidad de menos puede ser una unidad de oro. No es lo mismo registrar una tirada de cuatro centenares de miles, que quedarse con tres centenares de miles y pico. Los especialistas en marketing que recomiendan no redondear los precios lo saben bien.

Como nadie en El País lee mi blog, no se apercibirán de la postura testimonial de uno solo de sus lectores, pero pequeños placeres como este si que figuran en el manual de la felicidad de las cosas pequeñas.

Lohengrin. 25-10-07.

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