miércoles, 23 de septiembre de 2009

ESCUDOS Y REALES

Es una suerte de la que no somos del todo conscientes que en Heliópolis disfrutemos del paraguas del Euro, tan denostado cuando se implantó por su efecto en los precios, sobre todo ahora que llueve a mares. Si aún anduviéramos con Escudos y Reales, es decir, con moneda propia acuñada por los mismos que toman decisiones, digamos locales, sobre el gasto público, la noticia de que el gobierno autonómico avala con mas de 4.500 millones de Euros, una cifra que parece en tránsito hacia el billón de las antiguas pelas, las ruinosas empresas que sirven, en parte, para disimular su deuda, habría sido suficiente para devaluar la hipotética moneda propia y, de la noche a la mañana, nos habríamos despertado en un rotundo estado de miseria material.

Lo que les ha ocurrido a los ingleses, que no quisieron renunciar cuando pudieron a su Libra Esterlina, una pérdida súbita de casi un veinte por ciento en su poder de gasto, no es nada comparado con lo que se nos vendría encima si tuviéramos una moneda propia que reflejara el estado de nuestras finanzas públicas en Heliópolis.

Hubo un tiempo, no tan lejano, aunque los últimos quince años han sido tan vertiginosos que parece que hablamos de la prehistoria, en el que los gobiernos de países con moneda propia, eran mas prudentes en la administración de lo público, por su pánico a las devaluaciones monetarias, que eran el látigo con el que los mercados flagelaban sus excesos y su falta de rigor financiero.

Una de las consecuencias perversas de la implantación de la moneda única en los países comunitarios, además de su efecto en los precios, muy real, ha sido fomentar la irresponsabilidad de ciertos políticos que, al no reflejarse en los mercados monetarios sus desvaríos presupuestarios, por ser el Euro el reflejo de un conjunto muy grande de economías, que produce un cierto efecto de sombra sobre las conductas públicas gamberras, se sienten impunes para ganar elecciones con el recurso a una política de grandeur que no se corresponde ni con el tamaño de la población, ni con el PIB de la economía de la que extraen recursos vía deuda, como si se hubiera restablecido la ruta de la plata.

Es cierto que hay mecanismos teóricos de regulación y vigilancia de esos excesos, pero ni una calificación a la baja de la calidad de la deuda emitida, ni una reprimenda del Banco Central Europeo, son comparables al castigo de la devaluación monetaria, que solía ir acompañado de consecuencias políticas inmediatas para el gobierno que la propiciaba.

No quisiera ser malinterpretado. Es evidente que si el viejo sistema estuviera en vigor, los habitantes de este Eldorado, al que acostumbro a llamar Heliópolis, seríamos radicalmente mas pobres. Mi argumento solo va dirigido a que seamos conscientes de que todos los fastos y excesos con los que muchos celebran una especie de renacimiento 'nacional' son posibles no porque seamos mas altos y mas guapos que los demás europeos, sino porque vivimos protegidos por su paraguas que tapa nuestras miserias.

Me gustaría ver alguna vez un verdadero renacimiento, producto de nuestro esfuerzo propio por crecer y embellecernos, pero, por ahora, lo que veo me parece un trampantojo, producto de esa técnica que trata de provocar en el espectador confusión entre elementos pintados y elementos reales, en este caso, con la inestimable ayuda del efecto sombra del Euro, aunque , con la que está cayendo, sea nuestro mejor paraguas.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 23-09-09.

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