martes, 1 de septiembre de 2009

IMPUESTOS

Zapatero ha recogido el globo sonda que lanzó para pulsar la opinión sobre el espinoso tema de los impuestos, lleno de pintadas ciudadanas,--el globo-- porque, quién mas, quién menos, sabe que los ricos son también personas físicas, pero el ejercicio de su condición de ricos les ha dotado de una capacidad singular para convertirse en sustancia gaseosa, mas ligera que el aire, y habitar, cuando conviene, un limbo celestial adonde no llegan los globos ni los inspectores de finanzas del Estado.

Por eso, cuando oyen hablar de que los ricos van a pagar mas por el impuesto sobre la renta de las personas físicas, unos se carcajean, otros se cabrean, y los mas permanecen en una saludable indiferencia. Reflejada esa opinión en los oportunos barómetros de urgencia, los globeros hacen marcha atrás y se ponen a hablar de subir los impuestos al capital, en lugar de a las personas.

Craso error. Las mismas personas ricas que adoptan una naturaleza etérea, casi invisible, son las dueñas de esos capitales y cuando conviene, como ahora, que los índices de la bolsa han bajado de los dieciséis mil puntos a los diez mil , vuelven a adoptar forma corpórea, para poder deducir de sus impuestos la minusvalía, –que no es una ligera cojera, o un parche en el ojo-- la pérdida de valor de sus activos financieros, que venderán en la cuantía suficiente para seguir sin pagar impuestos.

Señor Zapatero, señor Blanco, señor la madre que lo parió, los capitales es oportuno gravarlos cuando los índices suben de 10.000 a 16.000, no cuando bajan en picado.

El método de la prueba y el error, está bien para los fontaneros, supongo, pero la política fiscal es demasiado árida y no soporta bien las improvisaciones, sobre todo porque, cualquier aficionado a los relatos de tinte negro, habrá adivinado ya cual va a ser el final de la historia.

El malo de la película no va a ser el mayordomo, sino los impuestos indirectos, esos que aportan mas de la mitad de los recursos públicos desde que se descubrió por parte de quienes los mandan recaudar, que su naturaleza está próxima a la invisibilidad, porque así como en el impuesto sobre la renta hay que hacer un cuadernillo, aplicar una tarifa y todo es relativamente transparente, salvo la opacidad de quienes no pagan, unas veces aprovechando resquicios legales, otras veces utilizando las imaginativas y variadas fórmulas de elusión fiscal, los impuestos indirectos, especiales o generales, gravan el consumo y de ese modo se le llevan a usted, a ojo, un tercio de su renta, sin que usted tenga que molestarse en hacer ningún papel. Cómodo, ¿no?

Cuando usted va al cine, carga gasolina, compra tabaco, va al supermercado, compra o vende un inmueble, se toma un café, la caja registradora del Estado hace ¡Clinc!, pero usted no lo oye, porque está muy bien montado gracias a los cambios de procedimiento en la recaudación.

Antiguamente, se mandaba varios jinetes armados, provistos de látigo, para que ejecutaran las exacciones de los tributos del Estado feudal, en forma de obligada aportación de una parte de la cosecha. Ahora, en la sociedad de consumo, es el propio acto de consumo el que genera la mayor parte de los recursos que utiliza el Estado, sin ninguna presencia aparente de violencia coactiva.

Los impuestos son necesarios. En algo tan general y difuso como esta afirmación, seguramente habrá acuerdo. La cuestión es, como se recaudan, si con el modelo escandinavo en el que los mas ricos pagan mas, o con el modelo latino, en el que los impuestos que gravan el consumo son los reyes del sistema. Y como se gastan, si para hacer y deshacer aceras, o para construir escuelas.

Como se puede apreciar, la política fiscal de un país y una coyuntura determinada, es algo demasiado delicado para confiarla a improvisaciones de fontanero. A ver si se aclaran de una puñetera vez, aunque me temo que terminarán con el socorrido recurso a los impuestos indirectos, porque ese, y no otro, es el modelo fiscal que rige aquí desde ni se sabe.

Para que no me acusen de negativo, además de lobo solitario, misántropo y casi ácrata, ofrezco una modesta alternativa, solo a nivel local. Que se implante de nuevo el Impuesto sobre Actividades Económicas, aquel que se cargó Aznar, por cierto, Inspector de Finanzas del Estado, en excedencia, supongo, privando de recursos a las Administraciones Locales y generando así la mayor locura especulativa de nuestra historia inmobiliaria, con el resultado de degradación del territorio y hundimiento del sector que todos conocemos.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 1-09-09.

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