domingo, 20 de septiembre de 2009

GRAN HERMANO

Buena parte de los espectadores aficionados a ese programa fisgón, tal vez no saben que su nombre se deriva del elemento central de un libro publicado por George Orwell en 1.948, titulado 1.984, cuya trama situada en el futuro de entonces, ahora nuestro presente, anticipaba un totalitarismo tecnológico basado en la observación minuciosa y cotidiana de las conductas, y hasta de los pensamientos y las emociones de las personas, de cada persona individual, vigilada sin resquicio
para su intimidad por los ojos tecnológicos del Gran Hermano.

Es sorprendente la capacidad visionaria de Orwell al vincular el progreso tecnológico con las amenazas a la privacidad de los supuestos beneficiarios de ese progreso. Sesenta años después de la publicación de ese libro, muchas cosas han cambiado en la vida cotidiana. Tenemos Internet, una red de comunicación que nació, no se olvide, con fines militares, y que pasa por ser una gran ventana al exterior de alcance universal. Todos los que la usamos reconocemos esa condición de ventana universal, y hemos abominado de los intentos para cerrarla de los totalitarismo de ahora, en China o en Irán, pero, como todas las ventanas, sirve para mirar al exterior, y para que se cuelen por ella miradas fisgonas no deseadas que amenazan nuestra privacidad, confirmando así, en parte, la visión Orwelliana de los peligros de apropiación totalitaria del progreso tecnológico.

No se trata solo de que gobiernos autoritarios cierren páginas web, censuren contenidos y detengan a quienes se comunican por la red de un modo que no les gusta. También en países formalmente democráticos, donde la libertad de comunicación está tan arraigada, comienzan a aparecer formas de fisgoneo que a mi, personalmente, me recuerdan las fantasías de Orwell.

Al parecer hay una señora por ahí que cree haber encontrado un chollo, mediante el análisis semántico de los contenidos de la red, de modo que ofrece a los anunciantes la posibilidad de introducir por cada ventana personal abierta en Internet, anuncios publicitarios que tratan de pescar en el río de las emociones y preferencias reveladas en cada uno de los textos que se publican.

He dedicado ya una página a esta nueva acción invasiva de la intimidad de las personas, 'Automatismos', en la que reprobaba estos procedimientos Orwellianos, además de opinar sobre su evidente ineficacia, su inutilidad comercial, pero ha servido de poco, porque al volcar en el Blog la última entrada, 'De política y otras soledades', el lector espía automático de mis contenidos, al reconocer la palabra liderazgo, se ha apresurado a lanzar un anuncio en mi página, nada menos que de una Escuela de Líderes, destinado a mi, que estoy jubilado, y el único liderazgo que me interesa es ser el primero en pillar el periódico cuando tomo café en el Maravillas. Una nueva prueba de la inutilidad absoluta de ese intento de asociar los impactos publicitarios con el análisis de los contenidos y los supuestos perfiles de quienes navegamos en la red.

Los empresarios –los primos-- que están gastando su dinero en esta nueva modalidad de publicidad invasiva, deberían dedicar esos recursos a otra cosa mas productiva. Lo digo en serio. Ellos saldrán ganando y quienes no deseamos ser molestados con ofertas que no hemos solicitado, también.

He de reconocer que en mi planteamiento de este asunto hay una grave debilidad. Desde que comencé a escribir en el Blog he intentando convencerme, y casi lo había conseguido, de que este era un espacio privado, reducido a un número determinado de usuarios fieles con los que me comunicaba, en una especie de nicho que permanecía ignorado para la inmensa mayoría de la gente.

Ahora, esa ilusión ha sido destruida sin misericordia. No solo reconozco, a través de la publicidad invasiva, practicada con la ayuda de un lector espía automático de corte Orwelliano, que la privacidad no existe en la red, sino que ayer, mientras tomaba café en el Maravillas, el predicador evangelista le sugirió a su colega merchero que me ofrecía unas camisas, que me mostrara ropa interior femenina. Prueba evidente de que había leído la página 'Adicciones' , en la que aludía a mi afición por los sujetadores XXL.

He tomado conciencia, pues, de la falta de privacidad de los contenidos del Blog. Perdida la inocencia, creo que ya nunca volveré a escribir en el Blog como antes. No digo que caiga del todo en la autocensura, pero escribir sabiendo que alguien fisga desde el otro lado de la ventana, o que cualquier vecino se va a enterar de mis intimidades, no se, me produce una cierta turbación.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 20-09-09.

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