martes, 11 de mayo de 2010

MUNDO BIPOLAR

El trastorno bipolar, desde el punto de vista del enfermo, se caracteriza porque el sujeto que lo sufre pasa, alternativamente, por fases sucesivas de euforia y depresión extremas que, en los casos mas graves, pueden llevarle, en la euforia, a perder diez o quince quilos de peso en poco tiempo debido a la hiperactividad que desarrolla –el sueño no le resulta necesario debido a la sensación de energía y ausencia de cansancio que siente-- o a convertirse en algo parecido a un mueble, prolongación de su sillón, sin ningún ánimo para hablar o moverse, en la fase depresiva.

Esos ciclos de variación extrema del ánimo a veces están ligados a variaciones estacionales y evolucionan con ellas, de tal modo que, a través de su repetición permiten establecer un mapa de riesgos de crisis, y esa regularidad ayuda a prevenirlas y tratarlas.

Cuando, hace mas de treinta años, me diagnosticaron un trastorno bipolar, nadie supo cual era la causa de esa alteración, pero me facilitaron una muleta química, el carbonato de litio que, junto a un anti epiléptico --se supone que los desordenes de energía en la bipolaridad son semejantes a los que se dan en las crisis epilépticas, pero así como en la epilepsia el choque energético que la desencadena es instantáneo, en la fase eufórica de la bipolaridad ese desborde energético se mantiene como en una meseta durante mas tiempo-- aún desconociendo las causas, actúan como paliativo, reducen la frecuencia y la intensidad de las crisis.

En los años que siguieron a ese diagnóstico, sentí el peso de la diferencia. A medida que los tratamientos preventivos funcionaron y el trastorno 'envejeció' conmigo, se hizo menos dramático, y el curso de mi vida siguió sin que en lo profesional y lo afectivo familiar, ese estigma tuviera una influencia negativa. Concluí mis estudios superiores, seguí trabajando sin apenas bajas laborales, mi familia creció y se estabilizó. Con el tiempo llegué a considerar la bipolaridad una simple molestia. La obligación de ingerir unas pastillas y someterme a un análisis de sangre cada tres meses, para confirmar que el nivel de litio en sangre estaba dentro de niveles no tóxicos.

La bipolaridad dejó casi de existir para mi, hasta que estos días, a través de las noticias de prensa he descubierto que el mundo entero tiene una conducta bipolar.

Del mismo modo que en el sujeto que sufre un trastorno bipolar parece que son las alteraciones en los flujos bioquímicos que él mismo segrega en demasía, o cuya emisión se reduce a niveles insuficientes, lo que desencadena las crisis, los flujos de rumores, falsas noticias interesadas, y otros componentes de los que se alimentan las Bolsas y los medios financieros, son capaces de inducir una conducta bipolar que pasa del pánico a la euforia en veinticuatro horas.

Díganme si no como se puede explicar, sin acudir al símil bipolar, el hecho de que la Bolsa española, entre otras, haya bajado a nueve mil puntos, y apenas veinticuatro horas después haya sumado mil quinientos puntos a ese suelo depresivo en el que se hundía. A diferencia de las personas, que suelen tener unos ciclos del ánimo definidos y recurrentes, a veces ligados a la estacionalidad en un marco temporal anual, los sistemas, los países y las economías se comportan en el tiempo de un modo mas imprevisible.

La economía global, como si alguien le hubiera inyectado una sobredosis de Endorfinas, una combinación de liberalismo económico, dejar hacer, dejar pasar el engorde de la economía financiera, al grito de todo por el beneficio inmediato, ha vivido en un estado de euforia durante quince años y ese exceso de hiperactividad ha producido, a la vez, un adelgazamiento del músculo de la economía productiva.

Nadie era consciente de ese diagnóstico hasta que el cambio de ciclo emocional, de la alegría a la depresión, ha mostrado que lo que muchos apreciaban como una era de progreso indefinido, era solo la fase alta de un ciclo bipolar, eso sí, mas duradera, a la que, indefectiblemente, por medio de la crisis, seguiría un estado depresivo, cuya duración e intensidad está determinada por los excesos de la euforia, por el adelgazamiento del músculo de la actividad productiva consustancial a la etapa anterior.

Las medidas que están tomando gobiernos e instituciones internacionales, políticas y financieras, son medidas de choque, para que el enfermo, de momento, deje de dar bandazos entre una euforia desaforada y una depresión excesiva. Los cientos de miles de millones que el Banco Central Europeo inyecta al sistema, son como las pociones intravenosas que se inyectan durante la primera crisis bipolar, para que el enfermo duerma durante un tiempo y después de una lenta recuperación vuelva a incorporarse a los sistemas sociales, laborales y familiares, con una cierta normalidad, pero no se pueden asociar esas medidas al carbonato de litio, cuya función es asegurar la estabilidad a mas largo plazo y la disminución de las crisis.

Por si eso fuera poca evidencia de la tendencia a la bipolaridad del entorno cotidiano, ahí está la nube volcánica que sube o baja cada semana, según sopla el ánimo de los vientos, obligando a la navegación aérea a adaptarse a sus cambios de humor.

Cuando aparece el primer trastorno bipolar, es inevitable que se repita, que aparezcan nuevos episodios, hasta que se consigue acertar con el tratamiento y el sistema vuelve a una relativa normalidad. En alguna página del Blog advertía de que, una vez controladas las consecuencias de la actual fase depresiva de la economía, hay que estar preparados para una crisis energética, porque cuando se comiencen a recuperar los índices de crecimiento y consumo perdidos, la producción energética, debido a la ausencia de inversiones en los últimos años, se mostrará insuficiente para atender la nueva demanda.

El comportamiento bipolar de los sistemas es visible, no solo en la economía, las finanzas, la energía y las fuerzas naturales, también en la Historia, que siempre he creído que tiene un movimiento en espiral, y ahora, además, empujada por los componentes bipolares que la mueven se comporta como una curva ondulada, siguiendo los altos y bajos de la euforia y la depresión, aunque con el retardo propio por su carácter de reflejo de unos hechos que la condicionan, cuyas consecuencias tardan un tiempo en hacerse visibles.

En fin. Si, como parece, vivimos en un mundo bipolar, carece de importancia la calificación como trastorno del ánimo singular de cada uno. Esa singularidad dejaría de ser algo del dominio médico y pasaría a ser una condición normal de la existencia, certificada por el entorno.

Si usted ha perdido diez quilos en un mes, no duerme por la noche, y no tiene sensación de cansancio, en medio de una creciente euforia, sin meterse nada raro en el cuerpo, no se tome en serio el contenido de este artículo y vaya a ver a su médico. Quizás necesite de su atención.

De nada.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 11-05-10.

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