domingo, 23 de mayo de 2010

LA FOTO

La foto de la tremenda cornada de 'Opíparo' al torero Julio Aparicio en la portada de 'Levante' me incitó a escribir sobre el asunto, pero he andado tan liado este fin de semana que hasta hoy, cumplidos todos los compromisos que me han tenido alejado del Blog, no he podido expresar la fuerte impresión que me produjo, de la que luego hablaré.

Esos compromisos han consistido en una visita con amigos a la Feria de las Naciones, en el viejo cauce del río, a la altura del Puente de las Flores, donde después de degustar unas salchichas alemanas y una botella de ¾ de Chimay, nos dejamos caer por el pabellón de Argentina, donde probamos el excelente bife y los suculentos chorizos criollos, extraordinariamente bien especiados. Siguió a esa muestra de la parrillada argentina, que devoramos con mucho apetito, la actuación inesperada de un cantante muy bueno que se prolongó casi una hora, con la complicidad del público que coreaba las canciones y chapurreaba las letras en un ambiente muy festivo y simpático. Tanto, que nos contagió, y a la mañana siguiente tenía algo de afonía porque cantar tangos no es lo mío.

Luego, fuimos a tomar unos mojitos al pabellón de Cuba, hicimos una visita al mercado de artesanía y, finalmente, aprovechando que los músicos cubanos le daban al son y a la la cumbia sobre un tablado, movimos un poco las caderas, antes de concluir la visita, que incluyó, lo había olvidado,una mirada rápida al Arte Pop, (Pop Sport, lo llama el artista) que se exhibe ahora en la Sala de Exposiciones del cercano Palacio de la Música. Muy recomendable una visita a esta Feria. No se la pierdan. De nada.

Al día siguiente, antes de asistir a una comida con amigos que se celebraba por un motivo muy especial, acompañamos a nuestro amigo el pintor Llop, que estaba pintando al aire libre en el parque Manuel Granero, porque en Ruzafa había movida de puertas abiertas, concurso de pinturas y otras actividades lúdicas. Luego nos fuimos a comer al Restaurante La Estrella, en la calle de Sevilla (donde a las siete de la tarde se exponía en la calle, junto a la Galería Natalia, la obra de los pintores que estaban concursando).

La razón de esa convocatoria para comer era muy singular. No se como decirlo. Un ritual de resurrección, tal vez. La cosa es que el amigo que nos convocaba estuvo a punto de morir aplastado por su propio coche en un accidente estúpido (¿Hay alguno que no lo sea?) hace ahora un año, y ha tenido la ocurrencia de celebrar su supervivencia, como otros celebran bautizos, comuniones, otras cosas. Lo cierto es que nos comimos las entradas, la pierna de cabritillo y el postre, a su buena salud que, afortunadamente la ha recuperado, aunque aún debe visitar el departamento de Rehabilitación del hospital, y nosotros correspondimos regalando al anfitrión un delantal y un gorro de cocinero, junto a nuestro deseo de que siga cocinando durante cien años mas.

Por la tarde, tuvimos que atender el compromiso que nos ocupa una tarde a la semana para echar unas partidas al Continental, y tampoco pude escribir.

Por último, hemos debido atender hoy un compromiso familiar por una de esas celebraciones convencionales que se les imponen a los niños ya un poco mayorcitos, sin que se sepa muy bien porqué, con la excusa de que comulguen en grupo, intervengan en cánticos y se vistan de domingo en unos actos que, aunque no comparto, supongo que les producirán a los niños alguna forma de felicidad o de tragedia. Lo digo porque, en este caso, la hermana menor de la niña que era objeto de todas las atenciones familiares, exteriorizaba un tremendo ataque de celos que se veía claramente que le producía un gran sufrimiento.

He intentado entrar en la iglesia, solo para ver por donde andaba mi familia, después de fumar un cigarrillo, y un tremendo tufo a sobaquina me ha echado para atrás. La parroquia estaba llena de mujeres, la mayor parte jóvenes, que llevaban escuetos vestidos que les dejaban los hombros desnudos y estaban guapísimas, pero no podían evitar exhalar desde sus sobacos un intenso efluvio que certificaba su animalidad mas primaria, formando una vaharada que, junto al intenso calor de un recinto mal ventilado, creaba un clima algo mareante.

Para no pecar de misógino, recordaré aquí que ni los mas excelsos, sensibles y delicados poetas, como Tagore, Byron, Yeats, T,S, Eliot, o Valente, pudieron evitar el hedor de sus propios excrementos, lo que confirma que la animalidad no es una cuestión de género, pero como son pocos y todos están muertos, es muy improbable verlos asistir con escuetos vestidos que dejen sus hombros desnudos a ceremonias convencionales de carácter familiar, atufando a todo el mundo desde sus poblados sobacos.

Siete horas he dedicado hoy a este asunto, sumando desplazamientos, asistencia a ceremonias religiosas, mas desplazamientos hasta el lugar del banquete, banquetazo completo, y actos pos banquete, incluyendo viajes en limusina, rumbas, tangos, cha-cha-cha, discoteca móvil, mas desplazamientos, extravío por carreteras secundarias al regreso, dejar a acompañantes en su casa. Total, ya les digo. Siete horas. La comida, excelente, eso sí.

En fin, que teniendo el impulso de escribir desde el viernes sobre la cornada a Julio Aparicio, lo hago ahora, cuando ya he olvidado todo lo que quería decir sobre el asunto.

La foto, conocida ya la noticia de que el matador estaba fuera de peligro, me sugirió que merecía el premio Pulitzer. No recuerdo una foto tan veraz y escueta a la vez, en mucho tiempo. Es de esas que las coge Millás y hace un pie de foto de una calidad literaria insuperable. No tengo la foto delante en el momento en el que escribo, pero esta muy viva en mi retina la imagen del matador como un muñeco colgado de una percha. El cuerno le entra por la papada y le sale por la boca abierta dejando fuera casi veinte centímetros de asta. Asombrosa la actitud de 'Opíparo', no se visualiza ningún deseo de hacer daño al matador, de ensañarse con el. Da escalofríos el destrozo que podría haber hecho ese animal en la integridad el matador si hubiera cabeceado con intención dañina.

Al enterarme de que el matador salió por su pie de la cogida me quedé perplejo, aunque eso es una prueba de que se trataba de una herida limpia, sin afectar a centros vitales. A pesar de lo tremendo de la imagen, no hay sangre en la foto. Luego está la postura del matador, reculando como si hubiera dado un traspié, lo que también quita dramatismo al encuentro entre el hombre y el toro, uno tiene la sensación de que el matador ha resbalado en una piel de plátano, y se ha quedado colgando del perchero. Que ha sido un accidente fruto de un error de posición, no de un encuentro dramático, como en esos pases recibiendo a puerta gayola, o en los brutales encontronazos que se producen a veces en la suerte de matar.

Otros mas calificados que yo, --no soy aficionado a la fiesta-- sabrán interpretar esa imagen A mi me parece, desde mi desconocimiento, que podría optar al Pulitzer.

Luego hay otra foto, la de la primera de 'El País' de hoy, que merece un comentario. Después de hojear las páginas del periódico y ver la racionalidad con que tratan la realidad personajes tan dispares como Papandreu, el primer ministro de Grecia, Habermas, filósofo alemán, o Lluis Bassets, Soledad Gallego- Díaz y Santos Juliá, en las páginas de opinión, es un sobresalto de irracionalidad ver la foto de la primera, percibir la obscenidad de la risotada de Rita Barberá, y leer que Camps pide para su gobierno “Una medalla mundial interplanetaria”. Estos están, verdaderamente, locos.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 23-05-10.

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