lunes, 31 de mayo de 2010

OCHO DÍAS DE MAYO

Hola a todos. Reanudo mi presencia en el Blog después de ocho días de andanzas por diversos lugares de la costa alicantina, Benidorm, Denia, Alicante. La información que he recogido, me sugiere ordenar el relato de esos días de forma seriada, de modo que dedicaré esta primera entrada a una introducción general, dedicada sobre todo al hotel que me ha servido de base viajera, que irá seguida de sucesivas entradas, una por cada día de viaje, en las que intentaré recoger detalles, curiosidades, informaciones y experiencias, que puedan ser de interés para los usuarios, además de extenderme, como acostumbro, en reflexiones personales que son marca de la casa. Un saludo cibernauta.

“Volver a Benidorm justo un mes después de haber pasado allí una semana me produjo una sensación rara, como si la vida se hubiera detenido en aquel lugar y todo hubiera permanecido quieto, como en una foto fija, para reanudar ahora su movimiento cotidiano justo en el punto en que lo dejé y nada, ni los paisajes ni las gentes, hubieran dejado de ser los mismos, hasta que enseguida me di cuenta de que nada era igual, que todo había cambiado.

Para empezar, el hotel donde nos hemos alojado no era el mismo, tiene un nombre aristocrático y un aire decadente, casi funeral, que se traslada por todas las dependencias creando un clima que parece surgir de una estirpe venida a menos que trata, sin conseguirlo, de mantener su viejo esplendor.

Lo diré en cuatro palabras. El Hotel es viejo. Pero esa decrepitud no explicaba por si misma el ánimo funerario que afectaba a recepcionistas, camareros, cocineros y animadoras, hasta que la última noche la aparición de un tipo con barba que parecía el fantasma del conde, que vino acompañado de un hombre orquesta que venía a animar la velada, y llevaba bajo el brazo una carpeta con los finiquitos de toda la plantilla, aclaró el origen del ambiente taciturno y desganado que flotaba allí, pues el hotel está al borde del cierre inminente por falta de nuevas reservas suficientes para mantenerlo en actividad.

Quizás por estas tristes circunstancias, el grifo del bidé estaba averiado, la piscina del ático permanecía cerrada por obras, en la cafetería hacía demasiado calor porque el aire acondicionado no funcionaba, tal vez por eso nunca había nadie en la barra para servir los cafés, y el personal del hotel se movía lánguidamente por sus dependencias con el aire fúnebre de una cuerda de presos condenados al cadalso.

Es fácil considerar que en un ambiente así, la animación nocturna de una música enlatada sin presencia humana nos empujara a huir de allí. De modo que hemos dormido y comido en el Hotel Condal, que así se llama el lugar funeral adonde nos han enviado los de la agencia, pero para tomar un café o mover un poco las caderas nos hemos escapado a otros hoteles cercanos, donde han instalado cafeterías con la sana intención de servir café, y disponen de salones con música y otros entretenimientos en directo.

Excepto la última noche, en la que la presencia del hombre orquesta y el sonido de una jota aragonesa exacerbaron la vena patriótica de mi mujer que se puso a dar saltos en medio de la pista, con una energía desaforada, que nos dejó a todos los presentes pasmados. Es lo que tiene Benidorm, si no te gustan los servicios complementarios del hotel donde estás alojado, te vas a disfrutar de los otros, y ya está.

Esta experiencia me ha recordado otras parecidas. En mi dilatada vida profesional he tenido ocasión de observar los procesos de decadencia que preceden y acompañan la desaparición de las empresas en estado terminal. He visto la desolación de salas de trabajo habitadas antes por cientos de personas y equipos informáticos, pletóricas de actividad, reducidas a un erial después de drásticos recortes de plantilla, un islote prácticamente deshabitado donde un par de supervivientes carentes del valor necesario para salir a nado, prolongan la ficción de una actividad laboral despojada de contenido real.

Creo que esa misma inminente sensación de crisis es la que he percibido en nuestra estancia de ocho días en el Hotel Condal. Pero eso no ha impedido nuestras actividades fuera del hotel, donde por otra parte hemos recibido los servicios básicos de comida y habitación, en las condiciones que teníamos contratadas, salvo pequeños contratiempos. La crónica que sigue se refiere a nuestras actividades extra hoteleras, que han sido diversas y variadas, y que voy a relatar en sucesivas entradas siguiendo un orden cronológico, para orientarme mejor.”

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 31-05-10.

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