jueves, 13 de mayo de 2010

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DE CAMPS

El decretazo salvaje de Zapatero, sin precedentes en nuestra historia democrática, merece una respuesta pacífica, pero contundente. Ya va siendo hora de que los sindicatos salgan de su letargo. Por mucho menos le montaron una huelga general a González. Las segundas legislaturas de los presidentes democráticos, a menudo se han visto marcadas por medidas draconianas que han generado la repulsa de la población, pero nunca antes se habían centrado esas medidas de un modo exclusivo en colectivos sociales tan determinados como los trabajadores públicos, los pensionistas, los dependientes y los padres primerizos, dando la sensación de que en un sistema global capitalista las políticas sociales locales no tienen cabida, lo cual es radicalmente falso, como muestra el ejemplo de otros países mas avanzados.

Ahora, tal vez nos ofrezcan medidas demagógicas de mayor presión fiscal sobre las grandes fortunas que están a buen recaudo en sociedades patrimoniales y paraísos fiscales. Sus flacos efectos en la recaudación serán inferiores a su efecto propagandístico, al contrario que los recortes draconianos contra los trabajadores que, pese a su impopularidad, son mucho mas efectivos en términos de ahorro presupuestario.

Se ha hecho público ese paquete de medidas desmedidas, justo al mismo tiempo que el Tribunal Supremo decidía revocar el archivo de las actuaciones del Tribunal Superior de Justicia de Heliópolis en el sumario del caso Gürtel, anulando las filigranas puntillistas que el juez De la Rúa se sacó de la manga para salvar el culo a Camps.

Esa coincidencia en el tiempo podría haber oscurecido un tanto la atención mediática sobre nuestra corrupción doméstica, pero los gestos y actos triunfalistas de los populares valencianos arropando a su héroe, concitan una atención que se podían haber ahorrado siendo mas discretos. La imagen de nuestra vacaburra municipal, reclamando, con una sonrisa algo siniestra, la filiación de una activista que mostraba un cartel pidiendo la dimisión de Camps, para denunciarla, me pareció patética.

¿Que vas a denunciar, tu, animal? ¿El ejercicio de la libre expresión? Todas las bondades de la dilatada gestión municipal de la alcaldesa, que las hay, quedan oscurecidas por su personalidad autoritaria, facistoide, colérica, que la inhabilita para un ejercicio normal de la política democrática.

El modo en que ha reaccionado el partido popular con un apoyo sin fisuras a Camps, solo es una demostración de que es, ya, un político amortizado, que aquel peso de barón regional que tuvo cuando, después de liberarse de las ataduras y trampas que Zaplana dejó sembradas a su paso cuando se fue de Ministro, se consolidó en el partido y contribuyó de modo decisivo a reforzar a Rajoy, se ha evaporado. Hoy, Camps, es un ente político que flota con la levedad de la indeterminación en medio de un vacío que el escenario de adhesión triunfalista que hemos visto intenta conjurar.

Cada uno es responsable de sus actos, y la política tiene esas cosas, unas veces vienen bien dadas y otras no, pero lo que me parece excesivo es que ese sujeto atacado de levedad, Camps, se permita decir que TODOS los ciudadanos de esta comunidad están con el. No en mi nombre. Ningún político democrático puede atribuirse la adhesión de todos los ciudadanos. La unanimidad es cosa de las dictaduras. La oposición, el disenso, y la crítica son funciones higiénicas normales en democracia.

Ningún político democrático puede considerar los votos que recibe con un sentido patrimonial, porque, en cualquier caso, solo reflejan una muestra de confianza temporal, que debe ser renovada con el ejercicio de ese poder delegado. Intentar poner los votos por encima de la justicia, generalizar de modo abusivo invocando la adhesión incondicional de TODOS los ciudadanos, es un insulto a la pluralidad del hecho democrático, a una parte de la ciudadanía que disiente y a la esencia misma del libre juego democrático.

Esas barbaridades, la de Rita amenazando con denunciar a quien protesta, la de Camps pretendiendo una adhesión ciudadana unánime que es radicalmente falsa, son síntomas y consecuencias de unas mentalidades autoritarias, alimentadas por una cultura de origen propia de las dictaduras, y por un ejercicio demasiado prolongado de un poder sin oposición.

Nada de lo que digamos o hagamos, unos u otros, los turiferarios que rodean y aplauden a Camps, y quienes lo criticamos, altera el hecho de que, políticamente, Camps es un cuerpo atacado de levedad que ha perdido el peso específico que tuvo en el partido, y el mínimo prestigio público exigible a quien ostenta la máxima representación de una comunidad ciudadana, y que en esa trayectoria, ha arrastrado al desprestigio a todas nuestras instituciones de gobierno, como nunca antes lo había hecho ninguno de sus antecesores, desde la época fundacional de los gobiernos autonómicos.

Nunca tanta levedad, como la que ahora convierte a Camps en una pluma a merced de los vientos, ha soportado a la vez el peso de tanto desprestigio.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 13-05-10.

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