lunes, 11 de abril de 2011

AUTORIDAD Y RESPETO

Cada día, las voces mas conservadoras de ciertas profesiones relacionadas con la medicina, la educación, el orden público, o los servicios de transporte colectivo, reclaman con mayor insistencia que se reconozca el carácter de 'autoridad' de aquellos que las ejercen.

Vas al consultorio de salud y encuentras en la pared de la consulta un panfleto del colegio de médicos que te recuerda el carácter de 'autoridad' del profesional que te atiende; en los debates de prensa sobre la calidad de la educación no son pocos los que quieren abordar esa paciente y sacrificada tarea con el reglazo y tente tieso.

En algún foro de Internet, al parecer, algún funcionario a quien pagamos para que nos proteja, se declara partidario de pagar el para que los revoltosos detenidos permanezcan setenta y dos horas en el calabozo, en lugar de que se liberen de el mediante el importe de una mínima sanción. Son ejemplos variados de la tendencia recurrente en todas las sociedades a organizar la vida social, no desde el respeto y la tolerancia, sino desde una sacralización del principio de autoridad.

La observación de esas peligrosas tendencias emergentes me ha estimulado para buscar en mi viejo Espasa esos dos conceptos, autoridad y respeto, del primero he encontrado un mundo variado de acepciones y significados, del segundo, apenas nada, lo que parece indicar que, históricamente, el uso de la fuerza, que es una de las herramientas para imponer la autoridad en su vertiente mas chusca, ha sido mas frecuente que el ejercicio del respeto y la tolerancia.

(...)
'Autorictas', la expresión latina de la autoridad, se refiere al carácter o representación de una persona por su empleo, mérito o nacimiento. Me permitirán que prefiera la referencia al mérito, que indica un esfuerzo personal, que la del empleo, a veces una simple transacción para pagar favores políticos,o el nacimiento, un azar biológico en principio completamente desligado de los méritos, hasta que llega el momento de demostrarlos.

'Poder que ejerce una persona sobre otra que le está subordinada ..' es otra acepción de la autoridad que a mi, personalmente, me repugna, porque la idea de subordinación es contraria a la de la libertad y la dignidad personal, y está mas relacionada con la obediencia ciega de la milicia, o con la jerarquía criminal de las dictaduras, que con los valores de la convivencia social.

'Crédito que, por su mérito y fama, se da a una persona (..) en determinada materia'
Esta definición de autoridad, a diferencia de las otras, indica que el sujeto al que se le concede carácter de autoridad ha hecho un esfuerzo previo para merecerla, y por eso se le reconoce.

Percibo que hay demasiadas voces en este país que reclaman la aplicación del principio de autoridad solo por su condición de titulares de alguna profesión relacionada con el trato con el público, sean médicos, profesores o policías, sin que perciba, al mismo tiempo, que sus corporaciones profesionales realizan un esfuerzo formativo para que aprendan a ganarse esa autoridad ejerciendo su profesión acompañada del respeto, la tolerancia y la persuasión en el siempre difícil trato con el público.

La autoridad debe ser una cosa ganada, merecida, nunca un estatus vinculado a un uniforme o profesión, por el mero hecho de su ejercicio. Quienes reclaman mas autoridad para la defensa de su posición, intentando convertir en subordinada la posición del usuario de sus servicios, tal vez sin saberlo, nos aproximan a una peligrosa deriva hacia las sociedades autoritarias, que históricamente han recibido
unas denominaciones muy concretas, afortunadamente, ya obsoletas.

Los restos de esa deriva hacia el autoritarismo todavía permanecen en los sistemas políticos, sobre todo los latinos, en forma de partidos residuales, minoritarios, que no representan a las actuales mayorías sociales. Caer en la trampa de preferir el principio de autoridad para la solución de los conflictos sociales, en lugar de la negociación y la tolerancia, es hacer un favor a esas organizaciones residuales
cuyos miembros vociferantes prefieren el palo a la libertad.

El otro lado de la autoridad es el respeto. Naturalmente para que una autoridad sea respetada se requieren, al menos, dos condiciones, una que la persona revestida de autoridad, la merezca, la otra que el ciudadano que se relaciona con esa persona haya sido educado en el respeto al otro, no tanto a la persona investida de autoridad, sino, en general, a un trato respetuoso, no ofensivo, a los demás.

Es posible que la excesiva demanda de autoridad por parte de algunos servidores públicos sea el reflejo de un fracaso de la educación para la convivencia, pero, si ello fuera así, la solución adecuada no parece ser mas palo, mas autoridad, sino mas educación cívica, en ambos sujetos, quien reclama mas autoridad y quienes, con una conducta inadecuada, le presionan a hacerlo.

En fin. Autoridad y respeto.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 11-04-11.

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