martes, 26 de abril de 2011

COLUTORIOS

Algunos colutorios, en particular esos que te recomiendan los dentistas para tratar tus encías podridas por el tabaquismo, deben ser usados como si se tratara de frascos de güisqui escocés de doce años. Hay que dar vueltas al líquido alrededor de la lengua para que las papilas gustativas se impregnen bien de esta pócima que solo se puede comprar en farmacias a un precio que multiplica por uno y medio el de una botella de Bourbon.

Nada de engullirlo como si fuera un vino peleón, hay que retardar su presencia en el paladar, tratando de captar el retrogusto a frambuesa, identificar, si se puede, la cosecha, disfrutar su aroma joven, fresco y frutal, antes de escupirlo en el lavabo, porque ocho pavos por medio litro de este líquido que parece mágico, por los efectos semejantes a la brujería que produce en las cuentas de resultados del laboratorio que lo envasa en formato de medio litro, del que una quinta parte es excipiente y su mayor volumen agua, no ha requerido ninguna labor agrícola, de cosecha, de elaboración y envejecimiento en toneles de madera y sin embargo cuesta mas que un espirituoso contenido en un envase de vidrio con etiqueta, cápsula y tapón, con mayor cantidad de producto.

Quiere esto decir que, sales a la calle, y hay un montón de tipos emboscados en los anaqueles de los supermercados y las farmacias cuya motivación esencial es asaltar tus bolsillos con la ética del bandolero, en lugar de practicar unos precios sensatos con un margen razonable que permita financiar las necesarias inversiones para que el negocio tenga una continuidad rentable.

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Por si fuera poco, los nuevos paquetes de Ducados que circulan por los estancos, por lo que he podido ver estos días, todavía no presentan las grafías de las encías podridas por el tabaquismo pero, enseñan, con mucha guasa, un cigarrillo a medio consumir que presenta una trayectoria curva descendente, como un pene arrugado, junto a la leyenda de que el uso del tabaco puede producir impotencia. Que graciosos, los tíos.

Menos graciosas son las fotos de pulmones sanos, que presentan el colorido de los menudillos que se ofrecen en las paradas latinas de los mercados, junto a otros pulmones absolutamente putrefactos, renegridos y con textura de corcho viejo. Me pregunto si hacía falta tanto sadismo para prevenir de los riesgos para la salud pulmonar del vicio de fumar.

En otro paquete, insistiendo en la idea de la incompatibilidad entre una sexualidad sana y eficaz con el tabaquismo, aparece en la cajetilla una pandilla de espermatozoides absolutamente despistados, que no saben adonde apuntar, mucho menos
adonde colarse, flotando en la inutilidad mas absoluta, como si el humo del tabaco los volviera estúpidos para cumplir con su función reproductora, la de crear nuevos seres humanos que adquieran el hábito de fumar para perpetuar la industria tabaquera
y los gobiernos que medran a su vera. La misma leyenda del cigarrillo-pene arrugado
sobre la impotencia, se repite aquí.

Impotencia, lo que se dice sensación de impotencia, la que he sentido al repasar la cuenta de Mercadona, a la vuelta de cuatro días pasados en la remota sierra donde, aunque quieras, no encuentras un puto lugar donde gastarte un Euro. El arroz ha subido un veinticinco por ciento, nada de arroz bomba, el normal, el bomba está en quinientas pelas el paquete. Toma ya.

Sigues la lectura del ticket, y las patatas y el pollo, antaño comida de pobres, están por las nubes. No te quiero contar el queso de cabra a como está, tal que si hubiera que hacer un ocho mil para ordeñar la cabra; del pernil, mejor no hablar, claro que todo esto se podrían considerar bienes de lujo, no necesarios, pues las sopas en cazuelo, con unas rebanadas de pan, un ajo troceado, un poco de agua caliente y unas gotas de aceite, deberían bastar para aumentar la productividad de nuestra economía, que eso de las patatas y el pollo es un vicio de ricos y, como me dijo una vez el yerno de un consejero del BBVA, lo que hay que hacer es subvencionar los garbanzos para que las empresas del país salgan de su atonía.

Colutorio, decía. No tiene nada que ver con colusión. En mis tiempos, se llamaba papel de colusión a las letras de cambio que se emitían sin estar soportadas por ninguna transacción comercial. Era mero papel emitido por algunas empresas en dificultades que de ese modo burdo, con un pagador ficticio, conseguían que las entidades financieras las descontaran, adelantándoles el importe de ese descuento, hasta el vencimiento al que ellos mismos, supliendo al pagador ficticio, hacían frente, renovando y dando una y otra vuelta a esa obligación de pago, con lo que obtenían así un remedo de crédito bancario, sin aportar las oportunas garantías. A ese engaño los leguleyos, con su creatividad literaria característica, le llamaban colusión.

De esas operaciones dudosas, u otras parecidas, se dice ahora que están constituidas por los bonos basura que son, ni mas ni menos, que compromisos de pago de dudosa realización final por el importe comprometido.

De la colusión y el engaño --que son la misma cosa-- de unos, se quiere hacer ahora responsables a pueblos enteros de Estados en dificultades financieras. Al mismo tiempo, entras en la farmacia, y de un frasco de Perio-Aid Mantenimiento, un producto necesario para reparar las encías dañadas por el tabaco, el farmacéutico te cobra ocho pavos, sin ruborizarse. Si lo sé, no bajo de la sierra. Allí, no había bandoleros.

Total que todos, farmacéuticos, botiguers, se han puesto de acuerdo para salir de la crisis a costa de poner precios desorbitados a sus productos, mientras el gobierno de turno no hace nada serio para aflorar las fortunas sumergidas en sociedades patrimoniales y paraísos fiscales, pero alcanza un grado extremo de artístico sadismo en la decoración de las cajetillas de tabaco.

O sea, que todo sigue igual. Te aíslas durante cuatro días en un lugar bucólico, lleno de árboles monumentales y de los otros, algunos con un colorido en su floración absolutamente espectacular, te acostumbras a los aromas de una flora arbustiva rica y variada, tus pulmones se llenan de oxigeno puro respirado a novecientos metros de altitud, y diez mil metros de distancia de la civilización mas próxima, y cuando bajas otra vez a la ciudad portuaria de Heliópolis, lo encuentras todo como lo dejaste, solo que mucho mas caro.

Bienvenidos, de nuevo, a la civilización.

En fin. Colutorios.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 26-04-11.

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