sábado, 9 de abril de 2011

COMEDIA, TRAGEDIA.

Anoche escuché en una tertulia de la Sexta que me había propuesto no frecuentar, la opinión de un periodista digital que no me cae especialmente bien, en la que se refería al alto contenido teatral de la política. Este mensaje, sumado a la extendida opinión de que la política es algo irrelevante, mentiroso, alejado de la realidad, cuando no algo peor, si lo piensas, es algo muy nocivo para la democracia.

La actitud cada vez mas extendida de pasar de la política tiene algunos inconvenientes que buena parte de los ciudadanos, tal vez afectados por un hartazgo de ese sesgo teatral que el contertulio atribuyó a la tarea de representación parlamentaria, hemos dejado de percibir.

No es el menor de esos inconvenientes el hecho de que tu puedas pasar de la política, pero la política no pasa de ti.

(...)
Pensaba en esta evidencia mientras fumaba un cigarrillo en la calle, cerca de la puerta del Maravillas, y reconocía que ese hecho banal, cotidiano, fumar en la calle, es un ejemplo de una conducta motivada por una decisión política que alguien ajeno ha tomado en mi nombre.

Vivimos en una realidad --a veces se nos olvida-- conformada en gran parte por la política, no solo la actual, sino la formulada en tiempos históricos. Existe la jubilación, y la sanidad pública, por poner dos ejemplos que afectan a la totalidad de la población, porque en otro tiempo se tomaron las decisiones políticas para crear unos sistemas de atención social que antes de ese momento histórico ni siquiera existían.

Los mismos mecanismos políticos que operaron para crear esas redes de bienestar social, están funcionando ahora para, en cierta medida, si no desmantelarlos, si limitar los beneficios que proporcionan a la población. ¿Se puede pasar de la política cuando es algo que afecta tan sustancialmente a nuestra vida cotidiana?.

Esos mecanismos de atención social no surgieron espontáneamente, porque la política, que es real, además de teatral, opera en una realidad social. Sin las demandas de la población expresadas mediante huelgas, luchas y protestas a finales del siglo diecinueve y en las primeras décadas del veinte, que se expresaban en un contexto de discusión política en la que había dos grandes tendencias en juego, la socializante y la capitalista liberal, sin esa dinámica de fuerzas en competencia, los sistemas de protección social no habrían progresado hasta los niveles que ahora todos los políticos occidentales, sin excepción, tratan de revisar a toda prisa porque, dicen, la situación de crisis económica, no permite mantenerlos.

Si será importante la política que sus decisiones están comenzando a afectar a nuestras expectativas de jubilación, a nuestras posibilidades de obtener un empleo, a nuestro grado de satisfacción, o insatisfacción, al hacer uso de la sanidad pública, o de un transporte público, a la posibilidad de acceder, o conservar, un empleo público. A veces se nos olvida. Se nos ha olvidado que ya no está vigente el servicio militar obligatorio en este país, por una decisión política.

¿Como se puede lanzar el mensaje de que la política es teatro, es decir, ficción, algo fuera de la realidad, cuando está presente, de un modo tan envolvente, en nuestras vidas?.

Seguramente, el contertulio quiso referirse al 'modo de comunicarse de los políticos con los ciudadanos', a esos cortes estudiados de sus declaraciones que aparecen en las televisiones, o a sus intervenciones parlamentarias filmadas. Bien. En este caso, podríamos asumir que estamos en el dominio de la comedia, pero en cuanto al carácter efectivo de las decisiones parlamentarias convertidas en leyes y aplicadas a la ciudadanía, no hay duda de que la comedia fingida se convierte en drama real para muchas de las personas cuyos derechos sociales se ven recortados por esas decisiones.

Enfatizar el carácter teatral de la política, animar, de algún modo, a que la gente descrea cada vez mas de ella, se inhiba de interesarse por las decisiones políticas y, en última instancia, renuncie a ejercer su voto por que no le gusta la interpretación de los comediantes, contribuye a un suicidio cívico, deja la iniciativa política en manos de aquellos que quieren debilitar las históricas conquistas sociales de las democracias occidentales, para que prevalezca el capitalismo liberal mas duro y decimonónico, como quisieran algunos de los representantes mas conspicuos de esa corriente, como por ejemplo, Durán i Lleida, tan buen actor en la comedia parlamentaria que es el número uno en las encuestas sobre nuestros políticos mas apreciados, y hace compatible esa buena imagen con su preferencia por la tarima y el babero en la enseñanza pública, como en la mas oscura posguerra.

No podemos pasar de la política. Bueno, podemos, si, pero si lo hacemos, hemos de ser conscientes de que con esa actitud perdemos el derecho a criticar, influir con nuestro voto, o participar, cada uno en la medida de sus posibilidades, en la vida colectiva del país.

Algo tan evidente, no merecería ser dicho, pero, mientras haya tertulianos, periodistas digitales de dudosas convicciones democráticas que inducen a la indiferencia ciudadana por algo que nos incumbe profundamente, no está de mas repetirlo.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 9-04-11.

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