martes, 22 de mayo de 2012

DÍVAR, EL RETRATO.

La Fiscalía ha archivado la denuncia al no ver delito en sus gastos en los viajes a Marbella, lo que parece indicar que Dívar, además de presidir el Consejo General del Poder Judicial, es un hombre honorable. No niego que digo lo de honorable con la misma intención que pone Marco Antonio al referirse a la honorabilidad de Bruto, el asesino de César, cuando el cuerpo de este todavía está caliente.

 En mi opinión, este episodio de la denuncia de un vocal por malversación, al presidente del organismo donde ambos están presentes, tiene un aroma inequívocamente Shakesperiano, pues parece un intento de venganza cuando el cadáver profesional de Garzón, después de ser exhibido como un trofeo en la plaza pública, aún anda por ahí.

No voy a meterme en laberintos jurídicos, de los que nada entiendo, solo quiero añadir mi percepción personal del protagonista de esta noticia, Dívar, pues, el denunciante, nadie sabe bien quien es

(...)
De Dívar llama la atención la extrema pulcritud de su imagen, como si confiara su honorabilidad, sobre todo, a su aspecto exterior, algo muy propio de los caballeros honorables. El honor es algo muy antiguo, suena   arcaico,  propio de los libros de caballerías y vinculado a las personalidades fuertemente reaccionarias. Parece la asunción de un ideal de vida propio de cuando la iglesia y la milicia andaban fuertemente ligadas, en las cruzadas, como ahora lo están este tipo de políticos y jueces con las huestes de Rouco.

La psicología suele ser mas útil que el derecho en casos como este y es frecuente que aquellos que, en su intimidad, reconocen una cierta pátina de suciedad en su alma, extremen los cuidados higiénicos de su cuerpo para dar una apariencia que los tranquilice y, de paso, ofrecer al público una imagen impoluta, como corresponde al ejercicio de la justicia.

En realidad, no es el presunto saqueo de dinero público, ahora desmentido por la fiscalía, lo que me ha llamado la atención en este asunto, sino el peinado de Dívar. El modo en el que este hombre se peina, vale por todo un tratado de psicología, apartado de egolatría, su afición a los hoteles de lujo, con baño turco, solo es el reflejo de esa personalidad que va gritando a todos, vean que honesto soy, que limpio, pero que con sus actos profesionales parece dejar rastros de una cierta suciedad de su interior. 

No se si dar crédito a lo que escuché en la tertulia del pasado viernes en relación con las estancias de Dívar en Marbella. Vaya por delante que no me considero homófobo, que no comparto que se califique de trastorno lo que es una libre elección, pero me parece una flagrante contradicción que, mientras el ministro Wert censura el tratamiento mas liberal de la homosexualidad en la versión recortada de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, el Presidente del Consejo General del Poder Judicial solo haya recibido visitas masculinas en su retiro semanal de Marbella, como si, además de un juez reaccionario, fuera un campeón de la cultura griega adecuada al neoclasicismo, eso si, muy honorable. 

En fin. Dívar, el retrato.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 22-05-12.

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