domingo, 2 de marzo de 2014

EL BILLETE

Ayer fui al cajero, a sacar setecientos euros, doscientos para la limosna semanal, como llama mi mujer a la auto asignación para los gastos domésticos, por cierto que en el recinto del cajero olía a BBVA, ya saben, ese aroma corporativo que las grandes corporaciones esparcen en sus sedes para fidelizar al cliente, me pareció un aroma un poco rancio, como a perfume pasado, no sé.

Los otros quinientos euros eran para comprar un frigorífico, porque el viejo ha cascado, me di cuenta el otro día al coger una cerveza y notar que no estaba fría. El frigorífico viejo tiene dos motores, uno para el congelador, el otro para la fresquera, pues bien, el de la fresquera se ve que ha alcanzado las horas de funcionamiento programadas para su obsolescencia y ha hecho puf.

¿Porqué cuento esto?, por dos azares, el primero porque me quedó un billete de cincuenta en el bolsillo sobrado de la compra del frigorífico, que tuve que pagar al contado, a los jubilados no nos conceden crédito, y está bien, si lo hicieran, alguno se fugaba a una isla caribeña y dejaba el pufo al banco. El otro azar es la lectura del artículo de Millás en la 5 de 'Levante', en el que recomienda no sentarse en el sillón para ver la tele, porque es un factor de envejecimiento.

Utiliza el sofá para hacer otras cosas, pero no para ver la tele, dice Millás. Le he hecho caso, me he sentado en el sofá, era muy pronto, y en lugar de enchufar la tele he metido la mano en el bolsillo para sacar el paquete de tabaco, y junto con el paquete ha salido un billete de cincuenta euros, nuevecito, que sobró de la compra del frigorífico, me he quedado mirando el billete fíjamente y, juro que ha sido sin querer, pero me han venido a la mente un montón de reflexiones.
(...)  
La primera reflexión es que algo mas de un quinto de ese billete ya no me pertenece, pues tendré que dedicarlo a pagar IVA, ese impuesto sobre el valor añadido, ¿porqué no lo llaman sobre el consumo, como antiguamente?. Ya se, hay razones técnicas que lo explican, pero no quiero entrar en eso.

El hecho es que siguiendo un impulso irresistible he arrancado un trozo del billete, aproximadamente la quinta parte, y lo he dejado en el cenicero, después de encender un cigarrillo. A continuación, he acumulado en mi memoria matemática, todas las tasas, impuestos especiales, impuestos disfrazados, ocultos en el recibo de la luz, en el del agua, hasta ese que han declarado ilegal que añadían a la gasolina, aunque yo gasto poca, el impuesto sobre bienes inmuebles, la carga fiscal del vicio de fumar, y he arrancado otro trozo al billete, dejándolo en menos de la mitad.

Después, he reflexionado sobre los sobreprecios que pagamos cuando llevamos el coche a la ITV, sobre todo si es en Catalunya, aunque aquí tambien es carito, yo le pido al mecánico que lo lleve por mí, porque no quiero que me revisen a mi, de paso que revisan el coche, no me darían el adhesivo.

Esos sobreprecios, está empezando a verse, tienen un destino muy peculiar, aumentar la colección de coches deportivos de quienes tienen poder para dar concesiones y fijar precios. Le he quitado un trocito, pequeño, al billete. 

Luego he recordado los euros que tuve que pagar en la farmacia el otro día cuando fuí a por un antivertiginoso --no, no tiene nada que ver con la eyaculación precoz, sino con los episodios de vértigo por problemas laberínticos del oído interno-- todo esto de los repagos destinados a minorar el presupuesto sanitario, y le he arrancado otro trocito al billete.

No he querido seguir, porque me estaba quedando sin billete. Esto de no ver la tele desde el sofá, como recomienda Millás, tiene sus pegas también. Te hace pensar. 

Sin querer, concluyes que estando en un marco político neo liberal, como dicen los enterados todos los días en sus peroratas, es decir, un sistema que abomina del intervencionismo del Estado y que defiende una reducción de su tamaño, cómo es posible que, en la práctica, cuando sacas un billete de cincuenta del bolsillo y haces las cuentas, te quede  algo así como un cuarenta por ciento de su valor, descontando los impuestos mas o menos revolucionarios a los que deberás hacer frente, en este caso, de 50, solo te quedan 20 euros libres de impuestos, si mis cuentas son razonablemente veraces, como si estuviéramos en un estado social escandinavo, con sus prestaciones y su magnífica educación pública, cuando, de hacer caso a los mas críticos, estamos en un Estado sureño de mierda , casi insolvente, que cada día reduce las prestaciones sociales de este Estado que nos sale tan caro.

Haga usted la prueba, saque un billete del bolsillo, y comience a arrancar un trocito por cada impuesto, especial, general o particular, oculto o explícito que comenzará a pagar en cuanto salga a la calle, añádale las tasas de los recibos de suministros de agua, luz, reciclaje de resíduos, basuras, estacionamiento, los sobreprecios en otros servicios públicos, y si le queda después de esa operación mas de un cuarenta por ciento de ese papel moneda, es que es usted un tipo afortunado, o un desamparado de solemnidad. 

Eso sí, dé usted las gracias al señor Rajoy porque, a partir de ahora, quienes ingresen 12000 euros anuales no pagarán impuestos sobre la renta, aunque antes, en la práctica, tampoco pagaban. 

De todos modos, lo que nos muerde el billete cada día, al menos a las rentas menos altas, no es el impuesto sobre la renta, sino la colección de impuestos indirectos, tributos y exacciones varias que lo dejan temblando sin que nos demos cuenta.

En fin. El Billete.

 LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 2-03-14.

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