lunes, 24 de marzo de 2014

ME NIEGO....

Me niego a comprar hoy la prensa. No solo porque es lunes y sus contenidos deportivos suelen pesar más que todos los demás, sino porque hoy, este lunes en particular, la existencia de una noticia acaparadora hace que se cumpla la teoría de un analista de Le Monde Diplomatique, la teoría del rebaño.

La prensa de papel hoy se dedica a desinformar, no otra cosa es centrar todos sus mensajes en un solo foco informativo, Suárez ha muerto, abandonando el relato de la otra realidad.
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Cuando Suárez Illana hizo la insólita declaración, ante las cámaras de televisión, de que su padre moriría en un plazo de 48 horas, lo que a algunas personas les hizo pensar en la eutanasia, hasta el punto de que varios entrevistados cercanos a la familia han precisado que no estaba entubado, que no estaba enchufado y lo iban a desenchufar cuando se cumpla el plazo dado a la prensa, un ejército de cámaras, fotógrafos y reporteros, con el impulso gregario de un rebaño, se han apostado frente al hospital donde yace el político y allí se han quedado, como si no hubiera otras noticias que cubrir. El rebaño, sí.

Hoy he visto, en el quiosco de la pedanía de El Saler, las portadas de todos los diarios locales y nacionales dedicadas a esta noticia. No he comprado ninguno pero, arrimándome al rebaño, daré unas pinceladas al cuadro informativo de hoy sin las que, por supuesto, estaría incompleto.

Solo es mi punto de vista, como siempre limitado, sobre este acontecimiento. La figura política y humana de Suárez, si fuera posible compararla con lo que tenemos ahora, sale muy favorecida. Basta pensar en su frugalidad al comer, es notorio que se alimentaba de cafés y tortillas, a diferencia de los grandes banquetes que se dan, a nuestra costa, los políticos actuales mas corruptos, para sentir el aliento de la nostalgia en la nuca.

El hecho de que en una visita que hicimos a Ibiza cuando el gobernaba, avistaramos un buque de guerra cerca de la playa de Es Cudol, en el que el entonces presidente disfrutaba sus vacaciones, no altera para nada esa percepción de que Suárez no fue nunca un derrochador de caudales públicos a costa del pueblo, sino que lo que hacía, cambiar el sistema político, le granjeó tantos enemigos próximos que el único modo de preservar su integridad física era veranear en un acorazado.

Suárez es ahora recordado, sobre todo, por su capacidad de pacto, chalaneo o acuerdo, en un momento histórico tan complejo como lo fue el fin de la dictadura y el viaje a la democracia formal.

Hace unos años estuve en Marraquech, vi a los encantadores de serpientes en la plaza de Yemma elf na, cómo seducían a esos bichos tan peligrosos y ahora, al recordarlos, se me antoja que Suárez fue uno de ellos, su sonrisa seductora, su capacidad para convencer al otro de que el mejor modo de proteger sus intereses era subirse al carro del cambio político, cómo si no pudo convencer a las cortes franquistas para votar su propia disolución.

Suárez hizo lo que hizo, por encargo de otros, el Rey, pero no solo el, porque aquella operación de puesta al día, de maquillaje de aquella colección de muertos políticos que era el régimen franquista en su etapa póstuma, prometía la resurrección, como así fue para muchos, aunque otros quedaran en el camino.

La sociedad española había cambiado tanto, antes de quellas fechas, que una de las frases mas acertadas que le escribieron a Suárez en sus discursos fua aquella de llevar a la política la normalidad de aquello que, a nivel de calle, ya era normal.

Por mucho que ahora, cuando vemos las actitudes de Jesús Posada ejerciendo la presidencia de las cortes, parezca literalmente un superviviente de aquellas cortes franquistas, decir que Suárez, como Lampedusa, lo cambió todo para que siguiera igual, es una simplificación.

La reforma fiscal de Fuentes Quintana, aquella de verdad, no como la de Montoro, la ley del divorcio, el sufragio universal, son solo tres de los grandes cambios que consiguieron que, por fin, se pagaran impuestos en este país, que la gente, igual que se casaba, se descasara, y que acudiera a las urnas masivamente. No fue poco.

Otra cosa es que el deterioro ético de la política actual, y los cambios habidos en las relaciones de poder a nivel mundial desde entonces, nos impidan apreciar en toda su dimensión lo que fue la politización democrática de este país en tiempos de Suárez.

Algo debió ver el Rey en Suárez para elegirlo como conductor del Carro de Tharsis del teatro de la Transición. Suárez empujó ese carro tomando solo café y tortilla, parece increíble.

Sin duda, Juan Carlos de Borbón percibió esa cualidad suya para moverse entre serpientes sin ser mordido, al menos mientras duró la función, porque, a su término, sus mejores amigos se le tiraron al cuello con una ferocidad insólita.

Perdió hasta el favor real, pero al final ha muerto Duque.

En fin. Me niego...
LOHENGRIN )CIBERLOHENGRIN) 24 03 14.

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