La palabra locura se ha revelado tan insuficiente para nombrar los numerosos fenómenos no bien comprendidos que incluyen procesos de pensamiento y de conducta que se apartan de lo que cada cultura etiqueta en cada momento histórico de normalidad, además de los variados y complejos síndromes con base orgánica que se traducen en diagnósticos que unas veces son valorados como transitorios, permanentes, o cíclicos, otras veces asociados a procesos seniles, o de etiología inexplicable, que la ciencia ha rehusado esa expresión, demasiado genérica, locura, intentando adaptar la etimología del lenguaje médico a la singularidad de esos procesos, o estados patológicos.
Levante dedica hoy su página 85 a la muerte de Leopoldo Panero, etiquetado de poeta maldito, que, a los cinco años, escribió un poema que yo quería citar aquí pero, por desgracia, después de releer tres veces el periódico, no he conseguido encontrar, así que dudo de si ha estado alguna vez impreso en el periódico, o lo he imaginado por cortesía de alguna onda enviada por el poeta loco.
(...)
Leopoldo Panero pasó la mayor parte de su vida entre hospitales psiquiátricos, pero el siempre sostuvo que no estaba loco, el que estaba loco era el país, España. Y no le faltaba razón.
Del mismo modo que la expresión locura ha quedado obsoleta, por su imprecisión y su falta de capacidad descriptiva para nombrar cosas muy heterogéneas, ahora sucede lo mismo con la palabra crisis.
De que sirve una descripción tan genérica, para nombrar
un conjunto de fenómenos socio económicos y políticos, que tiene efectos tan dispares en los individuos, de tal modo a que a unos los empobrece y a otros los enriquece.
Llamar crisis a esta operación contrarreformista a escala planetaria, es tan absurdo,
tan inoperante, como referirse a la locura para etiquetar un mundo casi inabarcable
de actitudes y conductas humanas.
Casi a los únicos que sirve esta simplificación idiomática, es a los políticos, entre ellos Rajoy, quien ahora se atribuye públicamente el mérito de que el país 'está saliendo de la crisis', pero no entra a analizar que es lo que ha sucedido, digamos,
en los últimos años, cómo ha evolucionado la participación de los diversos segmentos de población en la riqueza y la renta del país, como consecuencia de sus políticas impuestas a través del decreto y tente tieso.
Del mismo modo que el término locura ha sido abandonado y sustituído por otros mas precisos, por ejemplo la demencia cognitiva, algo que le han diagnosticado al marido de un persona cercana después de que le dijera a su mujer, 'te voy a matar con cincuenta cuchilladas', atendiendo a la falta de precisión de estos términos, crisis, locura, uno duda si Panero tuvo o no razón, cuando atribuyó a su entorno la falta de sintonía con su pensamiento.
Por otro lado, la 'solterona irlandesa demente' como fue calificada Violet Gibson después de disparar --y fallar-- a Mussolini, nada menos que veinte años antes de que el fantasma del fascismo recorriera Europa (Levante, Posdata), no parece justo que quedara recluída en un psiquiátrico de por vida, solo por adelantarse a su tiempo con un impulso visionario, pues parece claro que ella vió en Mussolini lo que otros no vieron, dado que hasta Churchill manifestó su admiración por el siniestro personaje.
Panero, mas que el protagonista de actos de locura individuales, me parece la víctima
de una locura familiar, sobre todo desde que vi el film 'El Desencanto', de Chávarri y ahora, al saber que ya escribía poemas a los cinco años, me reafirmo en la impresión de que si algún desequilibrio emocional padeció, se incubó en el seno familiar, pues, nadie, en su sano juício, dejaría que un niño de cinco años escribiera poemas, en lugar de dar patadas a una pelota.
En fin. Locura.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 7-03-14.
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