sábado, 10 de diciembre de 2016

LA CASA DE LA SIERRA


"El final del largo puente, acueducto, macropuente, o megapuente, que así lo han calificado en diversos medios de comunicación, y para nosotros ha sido eminentemente urbano, pues hemos permanecido en Heliópolis hasta hoy, lo hemos dedicado a visitar la casa de la sierra, situada junto a una aldea, a 900 metros de altura, una casa que ya era centenaria, como Kirk Douglas, cuando la compramos, hace 22 años, y que gracias a los trabajos de rehabilitación --aquí dedico un homenaje a Ramón Tarazona, un querido amigo cabanyalero desaparecido, que tantas horas echó en la reconstrucción de la casa-- de quien puse un baldosín en su honor en la pared del comedor que dice: 'Plaza de Ramón Tarazona', gracias también a los recientes trabajos de mantenimiento y mejora, en particular, el aislamiento del techado de la planta superior, está, como los chorros del oro, aunque esta mañana al entrar en el comedor, el termómetro marcaba únicamente diez grados.

La cosa es que esta mañana nos hemos levantado con buen ánimo para trasladarnos a nuestro refugio serrano. Total, hora y cuarto de coche por la A3, poco concurrida en la dirección Madrid-Valencia, pero llena en el otro carril de madrileños que, concluídas sus mini vacaciones de invierno en los paraísos de la costa, volvían en masa a esa ciudad tan hostil, Madrid, que la alcaldesa Carmena está intentando hacer más vivible, por el procedimiento de expulsar los coches de la Gran Vía, con lo que se ha granjeado enemigos, el principal, la ultraliberal Esperanza Aguirre que, como siempre, ha dado la nota, amenazando con acciones judiciales y citando el ejemplo de Oxford Street (al parecer, poco informada, pues también está peatonalizada) si bien, un juez ha corregido el exceso de Carmena, que no dejaba estacionar a los vehículos de reparto, lo que ha sido contravenido por una decisión judicial.

Pero, que coño hago yo hablando de Madrid, en una crónica sobre la sierra de Utiel, es que me disperso. Lo siento.

 "El paisaje serrano se ofrecía a nuestros ojos notablemente cambiado desde nuestra última estancia allí. Los púrpuras y dorados del otoño han desaparecido por completo de las viñas que circundan la casa, en su lugar, hay un repertorio leñoso de vides retorcidas, con apariencia de no haber dado nunca frutos, y sin embargo, cada año, los dan de nuevo. Ya quisiera uno tener ese capacidad de renovación que tienen las viñas.

En el jardincillo plantado en el seto que precede a la entrada de la casa, los lilos ofrecen un aspecto aún mas desolador que los troncos de las vides, solo la jara ofrece unas hojas verdes, frescas, aromáticas, mientras el pino que plantamos hace unos años, un bebé de apenas unos centímetros, es ahora una robusta conífera que excede de sobra en altura el tejado a dos aguas de la casa.

Las colinas que rodean el lugar, tienen el mismo aspecto de siempre, con sus cientos de miles de pinos, y la ausencia cada vez mas notoria de encinas, ofrecen al paisaje la esencia de su permanencia invariable, pues nunca se han quemado, ¿quien los va a quemar, si aquí no vive casi nadie y nosotros venimos de uvas a peras?.

La temperatura en el exterior de la casa, con el cielo cubierto de nubes, pero sin viento, es más agradable que en el interior. Encendemos la estufa y salimos fuera a pelar almendras de nuestra cosecha, para servirlas fritas con sal en las próximas dos comidas familiares que celebremos en Heliópolis.

Cuando terminamos la faena con las almendras, en el interior la temperatura ha subido siete grados, así que nos quedamos dentro, y nos tomamos un par de copas de Estola para acompañar el queso asturiano que trajo mi cuñada el otro día, a su regreso de La Pereda (Llanes), donde reside durante seis meses, hasta que, con el crudo invierno, regresa al paraíso de la costa Levantina que acoge, sin mayores trámites, a todo aquel que quiere residir aquí, incluso aunque sea madrileño.

Radio 3 emite su programa musical de los sábados. Tengo una rara sensación de comunión espiritual con un tal Belda, a quien no había escuchado nunca antes, o al menos, si lo escuché, no sabía quien era, pues durante cuatro años fué el pianista de un famoso grupo de música pop, Presuntos Implicados, además de dedicarsa a la música de jazz. Hoy, al oir las notas de su piano, no se que me ha pasado, he tenido una extraña sensación de conexión espiritual con este hombre, desconocido para mí, hasta que el especialista que lo ha presentado en el programa lo ha dado a conocer.

Después de la deliciosa audición que nos ha ofrecido Radio 3 durante una hora, hemos pasado a cosas más prosaicas. Hacer la comida, poca cosa, primero pensamos traer un bote de fabada, pero mi mujer se queja de molestias, que atribuye a los excesos en la cena de ayer, así que hemos optado por un caldo con unos fideítos y la carrillada sobrada de ayer.

Esta jornada transcurrida en la sierra nos ha parecido de perlas, sobre todo porque hace demasiado tiempo que no veníamos por aquí, en parte por el infernal tiempo meteorológico que hemos tenido no hace tanto, en parte por la pereza que dá, con los años, moverse de casa.

Un día perfecto, la verdad, sin incidentes ni atascos en la vuelta, algo que no puedo afirmar del todo de nuestra salida anoche para cenar en un restaurante de Russafa, Casa Raga, por lo mal que le sentó a mi mujer el chivito que pidió, que más que un chivito, parecía un borrego tal fué el tamaño del bocadillo que le sirvieron, el exceso de pan que cubría la abundante ración de carne."

 Antoni se pidió otro chivito, igual de excesivo, Lola una brascada, el único que prescindió del pan, fuí yo, por las limitaciones de llevar una prótesis dental, me sirvieron un revuelto de huevo con gambas, ajos tiernos y setas, realmente estupendo y que parecía más ligero que los demás pedidos, pero ay.., temo que las setas que llevaba, a juzgar por el efecto retardado que me hicieron luego, debieron ser una variedad de Amanitas.

Casa Raga fué un bar muy de aquí, ahora lo gestionan los chinos, aunque es evidente que conservan la tradición anterior, los chivitos, sus recursos micológicos son un tanto especiales.

Anoche, de regreso a casa, estuvimos una hora de charla, antes de acostarnos. Entré en mi habitación y noté, con sorpresa, una extraordinaria y potente erección que me pareció del todo anormal. Intenté un escarceo con mi mujer, para aprovechar la coyuntura tan rara, que no supe a que atribuir, pero tenía sueño y no estuvo por la labor.

Nos acostamos, en nuestro lecho común, y al cabo de dos horas, desperté con la misma brutal erección con la que me había acostado. No tuve más remedio que levantarme, fumar un par de pitillos en el salón y, solo cuando leí todas las noticias del periódico del día, volví a una situación de normalidad, volví a conciliar el sueño y esta mañana, al despertarme, he caído en la cuenta de lo que pasó anoche.

Las setas. Fueron las setas, seguro, el chino puso en el revuelto una variedad de setas con un poder afrodisíaco fuera de lo común. No encuentro otra explicación. Si quieren comprobarlo, vayan a Casa Raga, está en un chaflán de Sueca, pidánle al chino el revuelto, y ya me dirán.

Por cierto, la cena para cuatro, tres bocatas, el revuelto, una tapa de calamares, otra de queso, seis cervezas alhambra, nos salió a 9 euros por persona. Luego fuimos a Casa Pepe, y un negrito muy simpático nos sirvió unos mojitos a 3 euros, cuando en cualquier sitio cuestan 6, 7 y hasta 8 euros.

¡Viva el barrio de Russafa!, viva Casa Raga (cuidado con las setas), viva Casa Pepe y el mojito a 3 pavos, si señor.

Total, me he dispersado, como siempre, en lugar de la crónica de nuestra estancia en la sierra, ha resultado ser la crónica de Russafa la Nuit, cualquier viernes noche.

Tengo el propósito, cuando venga mi hijo el informático por aquí, de que vuelque en mi ordenador las preciosas fotos hechas por mi mujer hoy, con su flamante móvil que la tiene muy ocupada últimamente con el wassap.

Hay una foto en particular, muy velazqueña, que reproduce la entrada de la casa, con el detalle, casi pictórico, que refleja la imágen de la fotógrafa en la puerta cristalera de la entrada, esa es la que pienso usar para ilustrar esta crónica, una novedad, añadir fotos a las crónicas, que parece que se está convirtiendo en costumbre.

En fin. La Casa de la Sierra.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 10 12 16.

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