martes, 24 de marzo de 2009

JERARQUÍAS

La jerarquía católica en España, con alguna honrosa excepción, sigue mostrando los mismos tics guerracivilistas de tan infausta memoria, que han caracterizado su presencia en la sociedad española desde los tiempos mas oscuros.

La jerarquía, según mi viejo diccionario enciclopédico Espasa, tiene su origen en el orden entre los diversos coros de los ángeles y los grados diversos de la Iglesia. Ese orden, de origen celestial, se ha extendido con el paso del tiempo a otras personas y cosas, y la palabra jerarca es un compuesto del griego hierós, santo, y de la acción de mandar, árcho.

El hecho de que una figura celestial en su origen, acabara simbolizada por un señor bajito con bigote, tripita y vara de mando, llevado bajo palio por la jerarquía católica de entonces, da una idea de lo poco que podemos confiar en la evolución histórica de la especie humana.

En mi familia nunca estuvo bien visto el orden jerárquico como un modo deseable de organización social, porque estuvo formada por unos cuantos anarquistas, unos de mayor renombre que otros, pero, al parecer, también hubo en ella algún cardenal, como demuestra un objeto conservado y trasmitido a las sucesivas generaciones, un marco redondo de plata y mosaico cerámico, con el emblema de las llaves de Pedro como remate.

Esa, tal vez dudosa, ascendencia eclesiástica no me autoriza por si sola a criticar a parte de la jerarquía católica actual, pero, como cualquier otra jerarquía, su intervención en la vida pública, sus opiniones y consejos, su ideología, en fin, profusamente transmitida a través de los medios de comunicación y de campañas de propaganda financiadas con dinero del Estado, legitiman el ejercicio crítico de sus actividades y mensajes, a cualquier ciudadano.

Vaya por delante que, siendo la jerarquía una forma institucional que aprendí a detestar desde muy joven, mi experiencia me indica que no todos los jerarcas son iguales. Tenemos ejemplos de conductas dignas, positivas, socialmente ejemplares, de jerarcas de la iglesia que han hecho compatible su función jerárquica, con el amor al prójimo y un sentimiento de bondad natural que han trasladado a su misión evangélica.

También hubo otros que pusieron sus habilidades políticas y diplomáticas, en tiempos difíciles, al servicio de la paz y la reconciliación. Estoy pensando en monseñor Tarancón, que propició la apertura de la iglesia a una sociedad en proceso de cambio, y en ese obispo, cuyo nombre lamento no recordar, que estos días ha ofrecido una décima parte de su salario para las personas mas directamente afectadas por la crisis económica en su diócesis, y ha exhortado a sus feligreses a que hagan lo mismo.

Por desgracia, la nómina de jerarcas católicos desviados de los principios evangélicos y mas atentos a fortalecer el poder y la influencia de la institución que los acoge, que a la preocupación por sus fieles, es, históricamente, mucho mas extensa, como cualquier historiador especializado en el papel de la Iglesia en la guerra civil española y en la dictadura que la prolongó bajo la ficción de una paz de cementerio, puede demostrar.

En Heliópolis, ahora mismo, tenemos un ejemplo del ejercicio desviado de la jerarquía católica, en la persona de García Gasco, ahora gratificado con el nombramiento de cardenal por sus servicios al papa mas reaccionario de los últimos decenios.

Este individuo, que dice apellidarse Gasco, parece que ha renunciado a la tilde de su segundo apellido, Gascó, es decir, Gascón, o sea catalán, lo que da una idea de su afición a renegar de los orígenes y de una cierta tendencia al travestismo, en el sentido del cambio de nombre al que tan proclives son los aspirantes a actores que quieren trepar en Hollywood.

Con la misma facilidad con la que parece haber cambiado el significado de su apellido, ha renegado de los principios del amor evangélico a los que está obligado por su condición, y se ha entregado a un apetito desmedido de poder temporal, del que son expresión, su aduladora intervención en la organización de la visita que nos hizo su Jefe, la residencia palaciega que ha mandado preparar para su retiro, la promoción de monumentos a la memoria de quienes ya estaban suficientemente honrados por el lado fascista de nuestra infausta contienda, el desprecio de las mismas demandas de reconocimiento de los que fueron vencidos, y no satisfecho con eso, ha tratado de politizar las comisiones falleras, y ahora las hermandades de semana santa, en una labor de agitación incesante, que recuerda, por su obscenidad, las actitudes de las jerarquías católicas españolas en tiempos mas oscuros y lóbregos.

Si la iglesia católica fuera, en nuestro tiempo, mas evangélica que jerárquica, como al parecer lo fue en sus orígenes, G.G. sería excomulgado de manera fulminante, por su falta de amor a su rebaño, por su dedicación exclusiva a trepar en la escala jerárquica, con un olvido flagrante de los principios que inspiraron el magisterio que tan mal representa.

Como se trata, actualmente, de una iglesia mas jerárquica que evangélica, G.G., junto a quienes le acompañan en este momento , Camino, Cañizares, Rouco, por citar a los mas representativos y que mas se prodigan en su actividad , se han ido convirtiendo en una pandilla de trepas, dedicada, con una agresividad inaudita, a hacer méritos en favor de su personal promoción jerárquica en la institución romana, y para ello no tienen ningún recato en invadir espacios que no les son propios, se niegan a respetar las leyes emanadas del parlamento y, para mayor escarnio, tratan de convertir las hermandades de Semana Santa en portavoces de su estrecha y reaccionaria concepción de la iglesia católica en España, en contra de los muchos cristianos de a pie que me consta que no la comparten.

El derecho a la libre expresión no se puede limitar a nadie, tampoco a la jerarquía católica en España, pero me parece de un cinismo excesivo que estos trepas, que solo buscan su propio interés personal, que, además, se nota que no son buenas personas, porque en caso de serlo se habrían quedado en su parroquia, ayudando a los feligreses, sin jorobar a nadie, hagan campañas para su propia promoción, buscando el favor del Vaticano, con dinero del Estado.

Ya está bien. ¿Para cuando la derogación de los flecos legales del viejo concordato firmado en tiempos gerracivilistas? Si hay que esperar a que estos impresentables alcancen, todos, el cardenalato, se vayan a Roma, y nos dejen en paz, nos gustaría saberlo. Que alguien lo aclare, por favor.

LOHENGRIN. (CIBERLOHENGRIN.COM) 24-03-09.

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