lunes, 30 de marzo de 2009

LLUEVE

“He bajado al Maravillas caminando bajo una lluvia primaveral que le da al paisaje del barrio un cierto aire melancólico. La lluvia solo es un fenómeno natural, somos nosotros, los que tendemos a experimentar ese “sentimiento de tristeza vaga, profunda, sosegada....” los que la asociamos con ese estado de ánimo. La lluvia es, también, un anticipo de la celebración de la vida, cuando, después de fertilizar el suelo y arrastrar hasta el mar las partículas sólidas que flotan en el ambiente, cesa y permite que el sol vuelva a brillar de nuevo.

Lluvia, también es un nombre de mujer. Lo supe ayer cuando, mientras miraba distraído un concurso televisivo, apareció en la pantalla una mujer que dijo llamarse así. Conocí otra mujer que se llamaba Brisa, pero no sabía de ninguna mujer que llevara ese nombre, Lluvia..me gusta.

En cuanto a la melancolía, además de un sentimiento nacido de causas físicas o morales, que hace que no encuentre el que la padece gusto ni diversión en ninguna cosa, fue llamada bilis negra por los médicos antiguos, y la psiquiatría contemporánea la describe como una monomanía en la que dominan las afecciones morales tristes.

Los escritores románticos, y los no románticos, dejaron honda huella en sus escritos de ese sentimiento de tristeza permanente, que al parecer era un prolífica fuente inspiradora, pero al mismo tiempo los corroía por dentro hasta tal punto que muchos acabaron con su vida al no poder soportarlo.

Mariano José de Larra, quien, consecuente con ese sentimiento melancólico, acuñó la famosa frase ”Escribir, en España, es llorar”, se pegó un tiro, lo que parece indicar que el llanto emocional continuado, literario o no, no es bueno para la salud física. Escritores posteriores, heridos por la misma dolencia, utilizaron otras fórmulas. Malcolm Lowry, --Bajo el volcán-- se decantó por el metzcal, Scott Fitgerald intentó combatirla, sin éxito, viviendo a tope las dulces noches de París, Hemingway, después de beberse toda la producción mundial de daiquiris y cerveza, se decantó por el escopetazo en la boca, mientras que el mayor de los Goytisolo, se cayó de un balcón, al parecer debido a la insuficiente dosis de carbonato de litio en su sangre, con la que trataba de combatir sus tendencias melancólicas. La lista debe ser mucho mas larga, pero solo cito lo que recuerdo de memoria.

Quiere esto decir que la asociación de la melancolía con la lluvia, y la de esta con el llanto, --El Dios de la lluvia llora sobre México, que no es de Octavio Paz, como recordaba mi memoria confundida, sino de László Passuth, como confirma Google, es el título de un libro que ejemplifica esa relación-- tiene ilustres precedentes en la literatura y, simplemente, precedentes, fuera de ella, en la vida cotidiana. Si la elijo hoy como tema para esta entrada es, solo, porque llueve.

En España, tuvimos un episodio de lluvia melancólica que duró cuarenta años y ahora que se cumplen setenta años de la barbarie que lo provocó, todavía quedan personas en nuestro país en cuyo fondo de armario se guardan pulsiones melancólicas junto a restos de lágrimas enquistadas que no pudieron ser derramadas en su momento por los seres perdidos, aunque muchas personas se asombran de que estas actitudes pervivan, porque no tienen memoria.

Después de aquel inacabable periodo de lluvia y oscuridad, que dejó en las almas de muchas personas un sedimento de tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, del que no se han recuperado del todo, el sol, como siempre lo hace, salió para todos, y la efemérides que ahora se cita no debería impedir que contemplemos la lluvia como un anticipo de la celebración de la vida que siempre vuelve y se reinventa.

En cuanto a la melancolía, hay que intentar llevarla de las riendas como si fuera un pura sangre. Tiene una belleza salvaje, pero también decadente y peligrosa. Nada nos impide usarla como fuente inspiradora, como un sentimiento que puede impulsar las inquietudes creativas, pero sin apartar la mano de las riendas, sin perder el control del freno, porque si nos dejamos llevar por ella, puede acabar con nosotros, interrumpiendo no solo nuestra tarea creativa, también nuestra salud, y como hemos visto por los ilustres ejemplos citados, nuestra vida.

Llueve. La lluvia no es melancólica. Solo es un fenómeno natural que anticipa la celebración de la vida.”

Pues eso.

LOHENGRIN. (CIBERLOHENGRIN.COM) 30-03-09.

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