En mi larga vida, nunca tuve una sensación tan honda y prolongada de cansancio como la que sentí al regreso de las marismas de Huelva. Llegamos a las doce de la noche del viernes y despertamos el sábado con tal sensación de resaca viajera que permanecimos todo el día en casa sin salir.
Desde que tengo recuerdos, jamás había dejado de bajar al Bar Maravillas a desayunar, enterarme de las noticias de los periódicos y echar un cigarrito, –excepto los domingos, que está cerrado y suelo ir a Cafés Valiente-- pero el bajón espectacular que hemos sufrido después de siete intensos días en las costas andaluzas y portuguesas nos ha dejado para el arrastre.
Tal ha sido la sensación de derrota que he sentido, que me he apresurado a tomarme la tensión y he comprobado que era mas baja de lo normal, 11-7, un punto o dos por debajo de los valores habituales, y es que vivir junto a la playa produce ese efecto. Ha bastado una semana de estancia justo al nivel del mar para que nuestras constantes vitales se hayan visto disminuidas, a pesar de que mis desayunos a base de dos cafés, huevos fritos y salchichas –lo mejor del bufet-- parecían augurar lo contrario.
Hoy, domingo, gracias a un compromiso previo que teníamos con unos amigos para asistir a uno de los actos que marcan el inicio del período de fiestas falleras en Heliópolis, nos hemos sacudido los
flecos resacosos del viaje y hemos salido a la calle a disfrutar de la fiesta.
En la Plaza del Carmen se celebraba hoy un acto que tradicionalmente se sitúa en la Plaza del Arbol, Lo Cant de L´Astoreta, –el canto de la estera-- una recreación del origen de las fallas, en el que los niños, arrastrando una estera, recogen los trastos viejos que sobran a los vecinos para destinarlos a la hoguera.
-Un ejemplo de nuestra cultura popular, he comentado en voz alta, y al escucharme, una persona del público que ha resultado ser Felipe Garín, quien dirigió el Museo del Prado y el San Pío V, me ha reconocido y ha comentado la dificultad de establecer los confusos límites de lo que es, o no, cultura popular. Cuando Felipe dirigió el Museo de San Pío V, daba gusto visitarlo. Ahora, el mismo reconoce que está un poco raro. Nos hemos saludado y se ha ido con su familia. Alguna nieta suya participa en el desfile.
Dieciocho comisiones de falla, de las aproximadamente trescientas que hay constituidas, han participado en este acto, que ha durado un par de horas. Desde los altavoces, han insistido una y otra vez en decir “El” Cant de l´Ástoreta, en lugar de “Lo” Cant de l´Astoreta, y es que la cultureta fallera es, efectivamente, popular, pero culta, lo que se dice culta, no suele serlo, aunque hay alguna excepción, como la comisión de Na´Jordana, que cuida mas las formas, aunque hoy no participaba.
Terminado el desfile, un tanto caótico, pues el personal cruzaba y se apalancaba donde no debía, ante la desesperación del policía municipal que exhortaba a los pesados para que circularan por donde tocaba, sin ningún éxito, hemos ido al bar del Pilar, en el Tossalt, nos hemos papeado un entero de cloxines con pimentón, un plato de calamares, una cerveza de barril y, una vez reconciliados con el mundo por medio de ese ritual, olvidada ya la crisis resacosa, nos hemos dirigido a la plaza del Ayuntamiento para presenciar el disparo de la primera mascletá fallera, que ha resultado tan espectacular como cabía esperar, y en medio de un torrente de gente hemos vuelto a por el coche, estacionado junto a las torres de Serranos, y hemos vuelto a casa, ya libres de cualquier sensación de fatiga, y nos hemos gratificado con un plato de espagueti, porque la nevera ofrecía un paisaje de tundra siberiana.
En fin, amigos, las fiestas falleras han comenzado ya en Heliópolis. Aquellos que puedan hacerlo, que no dejen de venir a visitarnos. El Carnaval ha muerto. Vivan las Fallas.
LOHENGRIN. (CIBERLOHENGRIN.COM) 1-03-09.
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