lunes, 23 de marzo de 2009

REINVENCIÓN

Estoy en la consulta del dentista, leyendo un diario conservador. Hay poco donde elegir. Entre la revista QUO, un compendio de basura psicológica neo conductista mal traducida del inglés y el diario local “Las Provincias”, me quedo con el diario local conservador.

¿Como se puede ser conservador en estos tiempos? ¿Como se puede apostar por conservar un sistema que ha demostrado ser nocivo para la salud del planeta y de sus habitantes, que ha chocado con sus límites y ya no puede continuar como hasta ahora?

Por otra parte, las etiquetas de conservador y progresista que hasta ahora marcaban mayoritariamente nuestra apariencia externa, después de tanto lavado, están tan desgastadas por el mal uso que se ha hecho de ellas que tal vez solo sirvan ya para vestir unos presupuestos elaborados por las fuerzas políticas que aún se identifican así, y que en su cuantía y composición todavía reflejan unas ciertas diferencias cosméticas, orientadas a quienes todavía depositan su voto por motivos ideológicos, o por pereza intelectual.

En mi opinión, cada vez tiene menos vigencia declararse conservador o progresista, lo que el mundo necesita de nosotros es que nos declaremos innovadores. Hace falta que nos reinventemos.
Nos hace falta a nosotros y a nuestro gastado entorno. Lo que nos están vendiendo como “La Crisis”, una situación excepcional, única y superable, tras la que volveremos a recuperar unas formas de vida vinculadas al sistema que unos pretenden conservar y otros hacer progresar, es solo un episodio de algo mas profundo.

Desde la lucidez que de vez en cuando nos visita a quienes, como yo, somos algo diferentes, por la tendencia a la bipolaridad, y con la abundante información de la que todos disponemos sobre lo que ha pasado y lo que esta sucediendo ahora mismo, cualquiera, con un mínimo esfuerzo de reflexión, podrá percibir que a la vuelta de la esquina de la tan traída y llevada crisis que, insisto, es solo un episodio, nos espera otra sacudida gruesa, la crisis energética que aflorará en cuanto las economías intenten moverse de nuevo hacia la expansión ilimitada, y tropiecen con la falta de recursos energéticos, derivada, de un lado, del abandono de las inversiones en nuevos yacimientos, efecto de los bajos precios energéticos actuales, y de otro, por la incapacidad de las reservas mundiales para sostener el ritmo de crecimiento anterior a la crisis, que todos los políticos prometen que alcanzaremos en un plazo relativamente corto.

Hemos de hacernos a la idea de que estamos en el umbral de unas nuevas formas de civilización, de distintas relaciones entre los hombres y el medio que habitan y ese umbral, de momento, está definido sobre todo por la incertidumbre. En una situación así, que los políticos a nivel mundial no se atreven a reconocer, menos aún a comunicarla francamente a sus electores, enmerdados como están en el corto plazo, lo que es coherente con sus motivaciones e intereses, pero no con la necesidad de ver el horizonte con miras mas amplias y realistas, todos estamos obligados a reinventarnos, cada uno, desde la dialéctica que define su situación, su entorno, y su capacidad de situarse frente a un futuro de incertidumbre generalizada.

Los hombres no son iguales, se supone que tienen iguales derechos y obligaciones establecidos por las cartas que tratan de regularlos para una convivencia ordenada y civilizada, pero son radicalmente distintos en su individualidad, los hay jóvenes, maduros, viejos, algunos son mas fuertes, otros mas frágiles, los hay relativamente sanos y moderada o gravemente enfermos, sus grados de instrucción son muy variados, su situación económica distinta, y su mentalidad no es igual, modelada por la experiencia, los mensajes que reciben y su peculiar capacidad o esfuerzo intelectual para interpretarlos de un modo crítico o interiorizarlos con mayor o menor sumisión.

Este conjunto de caracteres que acompaña la condición humana, determina su diversidad, con independencia de que nos comportemos, según el grupo al que pertenecemos, con una cierta homogeneidad en nuestras preferencias políticas, lo que los políticos reconocen y alientan para la defensa de sus propios intereses. Esa diversidad indica que nuestro esfuerzo de reinvención, de adaptación a lo que cada día se revela con mayor fuerza como un cambio de civilización al que, probablemente, estamos abocados, será distinto según sea el grupo social al que pertenecemos.

El diario conservador con el que he distraído mi espera en el dentista afirma que en lo que he dado en llamar Heliópolis, la comunidad valenciana, hay nada menos que un ejército pasivo de ochocientos mil individuos, es decir, que un dieciséis por ciento de la población, según el último cálculo del I.N.E. en 2.008, entre los que me cuento, ha cumplido ya los sesenta y cinco años y está separado de la vida laboral activa.

Si añadimos a esa cifra la población de menor edad pero que ya está prejubilada, los desempleados, registrados o no, los sin papeles, los menores que aún no están en edad de trabajar, las personas que permanecen en las economías domésticas sin participar del mercado laboral, es evidente que la cifra de 800.000 aumenta considerablemente.

Si consultamos las cifras de población a nivel nacional, resulta que de una población total de 46 millones de habitantes, (2.008), veintitrés millones son población activa, lo que nos da una tasa de ocupación de la población del 50%. Es decir, de cada dos españolitos, uno está excluido, por diferentes razones, del mercado laboral.

Este fárrago de cifras viene a confirmar que nos hemos de reinventar, si, pero no todos los grupos de población están situados de la misma manera para intentarlo. Nosotros, los viejos, estamos condenados a hacerlo de distinta manera. Somos, además de una población separada de la vida laboral activa, una fuente cada vez mas importante de ingresos, por nuestro número creciente, no por nuestros niveles de rentas, para determinados sectores económicos.

Nuestro futuro mas inmediato está vinculado al uso cada vez mas intensivo de servicios asistenciales, residencias, uso de prótesis dentales, de toda la parafernalia que ofrecen los ortopedistas, y en el futuro, tal vez, de la prolongación de partes de nuestro cuerpo sustituidas por ingenios derivados de la investigación en biomecatrónica, (página del mismo nombre). En suma, nuestro necesario proceso de reinvención civilizadora, común a toda la población, se caracteriza, además, por la necesaria reconstrucción física inducida por la coincidencia de la decadencia de la edad y las crecientes tasas de longevidad que han crecido de modo espectacular en los últimos decenios.

En mi caso particular, ese proceso de reinvención pasa, en primer lugar, por dejar de fumar. Me lo ha dicho mi odontóloga. Mi cavidad bucal, mi sistema buco dental está francamente obsoleto y necesito reinventarlo, pero ninguna técnica quirúrgica podrá dejarme en condiciones si no dejo el tabaco, que no es la única causa de mi deterioro, pero tiene peso suficiente para neutralizar cualquier acción curativa de una parte tan sensible de mi cuerpo como es la boca, que todavía tengo aspiraciones de seguir utilizando con fines poco correctos.

Mi dilema personal en este asunto de la reinvención es bastante modesto, en comparación con la innovación de los modos de civilización que planteaba al principio, pero es lo que hay. Si no se que hacer con mis viejos hábitos, dejarlos o no, si no me decido por cuidar, o no, mi propia salud, no estoy en condiciones de fijarme mayores metas, por ahora.

Tengo sobre la mesa del ordenador un sugerente folleto. ¿Quiere dejar de fumar? Sin sufrimiento. Con comodidad. Definitivamente. ¿En 5 semanas?. Y un número de teléfono, que no voy a citar, para que no saquen conclusiones de que esto es publicidad encubierta. Cualquiera de ustedes tiene acceso a una información parecida, no lo necesitan. De lo que se trata es de dejar constancia de que todos, cada uno de nosotros, de cualquier grupo social, tiene ante si un dilema ineludible.

Reinventarse? O nos reinventamos, cada uno desde sus limitaciones, desde la dialéctica de su situación, o alguien lo hará por nosotros. Dejar de fumar, es una forma de reinvención? ¿Contribuye en algo a la necesario renovación de nuestros modos de vida, vistos en un contexto mas amplio?
No se. Al menos, una modesta reinvención de esta naturaleza, puede contribuir a disminuir el gasto sanitario, y liberar recursos para otras reinvenciones mas ambiciosas. Además, los chinos dicen que dar el primer paso es el único modo de iniciar un camino (nuevo). Pues eso.

LOHENGRIN. (CIBERLOHENGRIN.COM) 23-03-09.

1 comentario:

  1. ¡Ánimo entonces con tu reinvención! Es un buen camino a andar, lleno de perfumes y sabores nuevos. Lleno de aire limpio y largos paseos.
    Un besete.

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