martes, 21 de abril de 2009

BIPOLARIDAD

Un porcentaje significativo de la población padece trastornos bipolares. Unos lo saben. Otros no.
Cuando escribo en el Blog tengo, a veces, la sensación de que me aventuro en temas que no domino. Este no es el caso. Hace mas de treinta años que vivo con el riesgo de sufrir una crisis derivada de ese trastorno, y se de lo que hablo. El principio, el aprendizaje de como manejar esa singularidad fue crudo y complicado.

El paso del tiempo, en mi caso particular, gracias a las herramientas que me facilitó el entorno médico, a la actitud de las personas que estuvieron conmigo en las etapas mas difíciles, entre ellas, muy especialmente, el empresario para el que trabajaba cuando tuve la primera crisis, hace ya decenios, y mi entorno familiar, muy particularmente mi mujer, con la que sigo felizmente casado, me ha enseñado que un eficaz control farmacológico preventivo puede llegar a convertir algo que, en principio, cuando se desconoce, se puede percibir como algo trágico, en una simple molestia, consistente en ingerir carbonato de litio en las dosis adecuadas, acompañado de otro producto, bajo prescripción médica, y hacerse cuatro litemias al año, sin que nada de eso suponga una limitación para una vida absolutamente normal.

He buscado en Internet información mas precisa para cuantificar el porcentaje de población afectada por este trastorno, pero se ve que no he buscado bien. En cualquier caso, me consta que entre los profesionales, médicos, abogados, jueces, notarios, economistas y demás, el porcentaje de bipolares no es menor que en el de cualquier otro segmento de población. La mayoría ejercen su profesión, aunque sean portadores de esa singularidad, sin ningún problema.

Hoy he visto en “Levante” el titular de una noticia que cuenta que una juez ha sido separada de sus funciones, jubilada por incapacidad, por los inconvenientes que causaba en el ejercicio de su función --la jueza se encargaba de dictaminar en asuntos de incapacidad laboral. El titular la calificaba de maníaco-depresiva, un modo de describir ese trastorno abandonado hace años por la profesión médica, para evitar el efecto de estigma que causaba sobre los pacientes.

No es indiferente llamar de un modo o de otro a ese trastorno, porque los estereotipos del cine y la literatura han incidido mucho en la percepción social de esas anomalías. Así, la expresión maníaco-depresivo se asocia enseguida con Jeckill y Hyde, como la esquizofrenia se relaciona con el premio Nóbel interpretado por Rusell Crown en “Una Mente Maravillosa.”

En la esquizofrenia se da una escisión permanente de la personalidad, acompañada de visiones y delirios, muy bien representados por Crown. En la psicosis maníaco depresiva, esa escisión no es simultánea, sino sucesiva, como ejemplifica muy bien Jeckill/Hyde.

La bipolaridad, antiguamente denominada psicosis maníaco depresiva, tiene varios grados, y su característica esencial es la variación brusca y extrema en los estados de ánimo, con las consiguientes alteraciones en la conducta derivadas de esa variación. Es un trastorno del ánimo y hoy, el uso adecuado de estabilizadores químicos permite a quien tiene la tendencia a padecerla, con el adecuado control, desarrollar una vida personal y profesional exitosa.

¿Porqué la juez bipolar ha aparecido hoy en los titulares de “Levante”, si se supone que esa alteración es controlable y no impide el normal desarrollo profesional?

Lo cierto es que no tengo suficiente información para contestar esa pregunta, pero si puedo añadir algunas consideraciones relacionadas con los elementos que permiten evitar o reducir las crisis manifiestas de bipolaridad. En primer lugar, contar con un entorno médico, desde el diagnóstico inicial, que nos de la información, las herramientas, el conocimiento suficiente de los mecanismos de la bipolaridad, ayudándonos así a controlarla, y nos prescriba la medicación sistemática que hemos de asumir como si fuéramos diabéticos.

En segundo lugar, contar con un entorno familiar estable, debidamente informado por el entorno médico, ayudará, estando atento para percibir las ligeras alteraciones de conducta que avisan de las crisis antes de que se desencadenen, y que, en ocasiones, suelen percibir los familiares antes que el propio sujeto

En tercer lugar, no hay que desestimar el papel del estrés. Está demostrado que los sujetos bipolares tenemos menos resistencia a la presión del estrés que los no bipolares. Por tanto, aprender a manejar el estrés, o alejarse de las situaciones que lo generan, es una condición necesaria para no caer en episodios de crisis agudas.

Luego están las adicciones. Tengo un vecino cerca, bipolar, que añadió a esa singularidad el consumo habitual de cocaína, con un resultado bastante desastroso. Según el médico que me atendió en mis primeros episodios de bipolaridad, una de los problemas de salud pública que mas preocupa a los especialistas, es la probable coincidencia de las tendencias de una parte de la población a padecer trastornos mentales, con los efectos del consumo creciente de drogas psicoactivas en los entornos urbanos.

Esto quiere decir que, con una asistencia médica adecuada, un entorno familiar estable, la lógica disciplina en el seguimiento del tratamiento farmacológico, un adecuado control del estrés y en ausencia de la ingestión de sustancias que están totalmente contraindicadas con el tratamiento farmacológico, nuestra jueza podría estar ejerciendo su profesión a satisfacción de todos. Si no ha sucedido así, es que algo ha fallado, no tanto por su condición de bipolar, sino porque no han concurrido los elementos necesarios para controlar esa singularidad.

De nada. (Para mas información consultar las numerosas páginas que se ocupan del tema en Google).

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 21-04-09.

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