martes, 21 de abril de 2009

SAN VIÇENT DE LLIRIA

Nunca he asistido a una romería de manera deliberada, pero ayer, un poco por casualidad, otro poco por voluntariedad, asistí en persona a uno de esos actos que solo veo por la tele, y me alegra haber estado allí, porque esa presencia me permite contarlo con una mirada ecléctica, un poco de turista despistado, y otro poco de aficionado a la antropología cultural.

La romería de Sant Viçent de Lliria, se celebra el 20 de abril y para conocerla, si vives en Heliópolis, basta con tomar la línea 1 del Metro que te acerca hasta la antigua Edeta después de cuarenta minutos de viaje. Fui con mi mujer, y una amable taquillera del Metro nos arregló el día, nada mas comenzarlo, con un subidón de autoestima.

--¿Tarifa reducida?, ya veo que tienen un espíritu joven, pero si tienen mas de sesenta y cinco, el billete solo les cuesta 1,40-- nos dijo la joven y guapa empleada de la ventanilla. En el trayecto, pudimos admirar el magnífico bosque de La Vallesa, un pinar que se extiende casi desde La Cañada hasta La Eliana, y que desde el tajo de la vía se ve perfectamente. Apreciamos el elevado riesgo de incendio de ese lugar natural, que parece necesitado de una labor preventiva de limpieza para reducirlo.

Después de dejar atrás Campanar, Beniferri, Benimamet, Carolinas y Campamento, la aglomeración urbana de Paterna y Santa Rita se extiende frente a las vías, antes de llegar a las zonas residenciales de Entrepinos, Montesol y La Eliana. Pasada la Pobla de Vallbona se divisa perfectamente el Castillo de Benisanó, con el penacho que remata su maciza arquitectura, y al llegar a Benaguacil sorprende la toponimia adoptada por el ferrocarril para nombrar la extensión urbana de este lugar que ha crecido tanto que sus estaciones se conocen como Benaguacil 1, y Benaguacil 2, lo que parece una solución poco imaginativa de los teóricos del Metro.

Embarcamos en la estación de la calle Xátiva a las 11,15 horas y llegamos a Lliria a las doce. Cuarenta y cinco minutos de ameno trayecto que nos permite conocer aspectos nuevos del paisaje de la Comarca del Camp de Turia porque estamos aprendiendo a usar el metro, que no tomamos con habitualidad.

La villa de Lliria está vacía, todo el mundo está en el Parque de San Vicente, en la romería del santo, y aquí todo está chapado. En el Ayuntamiento está abierta solo la oficina del Censo, y eso nos permite pillar unos folletos de los que me voy a servir para recordar los lugares visitados. Visitamos el centro histórico, tomamos una cerveza en el bar de un pelotari, en la plaza del ayuntamiento y callejeamos por la Vila Vella. Subimos hasta el Museo Arqueológico, desde cuya terraza hay una magnífica vista de la ciudad, visitamos varias iglesias, todas cerradas, y nos aventuramos por las estrechas y empinadas callejas que rodean los edificios monumentales mas significativos de la ciudad vieja.

Tengo ahora delante el plano de la ciudad, que cita Edeta, Mont-Ravana, Castellet de Bernabé, Mausoleus Romans, Santuari Oracular de Mura, Molló del Pla de l´Árc, Banys Arabs, Muralla Medieval, Església del Bon Pastor, Església de la Sang, Ca la Vila Vella, Forn de la Vila, Església de l´Assumpció......y algunos mas que no cito. Buena parte de esos lugares los visitamos, otros no, pero, como estaba todo chapado, nos sentimos un tanto decepcionados, hasta que preguntamos a un policía local y nos dirigió hacia el camino por el que regresaban los romeros de la Ermita de San Viçent.

Entonces nos encontramos con una gran muchedumbre detenida en un cruce de calles donde habían instalados unos fuegos dispuestos para ser disparados .Por el camino, procedentes del Parque de San Vicente, se veía aproximarse a quienes portaban la imagen del santo –una réplica de la que permanece en la Ermita, según pudimos comprobar después.-- En dirección opuesta venía otra comitiva que portaba la imagen de San Miguel Arcángel. Al encontrarse ambas comitivas, dejaron las imágenes en reposo, vueltas hacia donde estaban instalados los fuegos y se disparó la mascletá, que es el elemento festivo mas característico de esta tierra, donde tanto amamos el ruido.

Terminado el disparo de los fuegos, una caravana de carretas de los romeros, tiradas por hermosos caballos árabes, enjaezados con un lujo barroco –también a veces por algún mulo huesudo-- desfiló por el camino en medio de un ambiente de euforia algo etílico, en el que no reconocí ningún rastro de religiosidad, pero si un impulso claramente festivo.

Cuando acabó el desfile, decidimos ir andando hasta la Ermita, distante unos tres kilómetros de donde nos encontrábamos y llegados al parque de San Vicente, cuando vi a la gente de Protección Civil, me sorprendí, preguntándoles, en un tono ansioso, no donde había un bar, sino –!Por favor, donde puedo comprar comida! Habían transcurrido tres horas desde que nos apeamos en la estación y la caminata me había abierto el apetito de un modo tan desmesurado que, cuando pillé el bocata de tortilla de patatas con ajo aceite, mi mujer se alarmó al ver la desesperación con que lo devoraba.

El Parque de San Vicente estaba habitado por diez o doce mil personas, quizás mas, que habían asistido por la mañana a la romería y ahora se solazaban en el entorno arbolado del parque, junto al estanque de aguas limpias que brotan allí mismo, o estaban tiradas en la hierba al sol, con el mismo aire hedonista que se puede apreciar entre los londinenses que aprovechan las tardes soleadas en Hyde Park.

Dos filas de tenderetes flanquean al camino hasta la Ermita donde está el santo, pero la Ermita está casi vacía. Terminados los actos religiosos, las gentes están ocupadas en los asadores, en algunas pequeñas hogueras que han encendido para asar chuletas bajo los pinos, o sacando de la tartera las viandas que han traído de casa, y que abundan en las numerosas mesas familiares instaladas a la sombra de los fresnos.

El camino de regreso a Lliria nos pareció mas liviano, porque ya lo conocíamos. Nos detuvimos en La Jijonenca para tomar un capuchino y un helado de stratiaccela, tomamos el Metro de vuelta a casa y a las dieciocho treinta emergimos por la escalera de salida a la calle Xátiva.

Precio de la excursión, para dos personas. Transporte 5,60. Cervezas 2,20, Comida 13 euros, Cafés y helados 4 E. Total 24,80 Euros. Altamente recomendable, pero hay que esperar hasta 2010. Ya saben, el 20 de Abril, o mejor el lunes de San Vicente, cuando caiga

Hoy he leído en “Levante” que, en opinión de Osoro, el nuevo arzobispo de Heliópolis, Vicente Ferrer pensaba que los valencianos éramos “Bona gent”. Conviene matizar eso. Sin duda Vicente Ferrer se refería a los inocentes, a los excluidos, a los miserables, porque de la gente poderosa de su época, Vicente tenía otra opinión, por eso se sacudió las zapatillas antes de marcharse de aquí.

En fin. San Viçent de Lliria. De nada.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 21-04-09.

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