domingo, 5 de abril de 2009

MEDIOCRIDAD

Mis amigos de la universidad me han crucificado porque dicen que la página UNIVERSIDAD. MITOS. REALIDAD, es un ataque indiscriminado e injusto a una institución que es crucial para nuestro desarrollo económico y humano, y que echan en falta que no me haya pronunciado sobre los brutales recortes presupuestarios de que ha sido objeto, lo que supone una limitación que impide que se cumplan, razonablemente, sus fines de calidad en la formación de los estudiantes y en la investigación.

En lo de los recortes presupuestarios, tienen toda la razón y me sumo a su demanda. Precisamente es en las situaciones de crisis cuando hay que hacer un mayor esfuerzo para mantener la calidad y la investigación, que son elementos potenciales para ayudar a establecer un nuevo marco de prosperidad económica.

He de aclarar, además, que el foco crítico de esa entrada iba mas dirigido a la mediocridad, que a la universidad. Lo mediocre, según la lacónica definición de mi viejo Espasa, adjetiva lo que se supone que es bastante malo. Y, como no conozco ninguna palabra que sirva para nombrar la extensión de esa condición a distintos espacio sociales, su transversalidad como se dice ahora, usaré un neologismo para seguir con mis argumentos, mediocracia, que tiene un sentido distinto al de mesocracia, que alude a las clases medias La extensión.de esa patología social, la mediocracia, suele alcanzar distintos y variados espacios sociales, y es en ese sentido que los estamentos universitarios, como la política o la cultura, pueden ser alcanzados por esa metástasis.

La mediocracia, el predominio de los mediocres en todos los ámbitos de la sociedad, en el político y el universitario, pero también en otros, en el cultural, o en el mundo de la comunicación audiovisual, por ejemplo, es un fenómeno social que se suele producir cuando quienes representan la excelencia, la auto exigencia y el talento se retiran de esas actividades porque sus intereses están en otra parte, bien en instituciones internacionales, en la empresa o en la vida privada, y abandonan el campo de esos frentes políticos, universitarios, culturales o comunicacionales a merced de personas que se apresuran a ocupar ese vacío, sin méritos suficientes ni solvencia intelectual para mantener un alto nivel en el desempeño de sus funciones.

Todas las sociedades pasan por ciclos, por oleadas, en las que unas veces predomina la excelencia y otras la mediocridad., y esas eclosiones de talento, o de falta de talento colectivo, suelen estar vinculadas a impulsos sociales que surgen junto a circunstancias políticas o económicas excepcionales.

En España hubo un periodo excepcional en el que las libertades políticas recién estrenadas favorecieron de un modo extraordinario la vida artística y cultural, y los políticos que sentaron las bases jurídico políticas de esa nueva etapa, conocida como la transición, vistos con la perspectiva de la historia, se nos antojan ahora figuras eminentes, portadoras de la excelencia. Con la normalidad que ha seguido a aquellas décadas prodigiosas, la estatura de los políticos se ha empequeñecido, como no podía ser menos, porque una democracia consolidada, es, si funciona bien, aburrida.

La brutal crisis económica y financiera por la que atravesamos ahora necesita para ser superada del concurso y la participación de las fuerzas de la excelencia que han abandonado, por diferentes motivos, los frentes políticos e intelectuales. La docencia universitaria es una actividad funcionarial y, como tal, los estímulos económicos que ofrece son inferiores a los de la empresa privada. La política profesional, por su parte, no exige una alta cualificación para su ejercicio, por lo que puede atraer, salvo a los vocacionales, a personas de poco valor profesional, que la consideran un refugio por su falta de cualificación para otros menesteres.

Esa combinación de estatus funcionarial poco estimulante en la universidad y de ausencia de exigencia profesional en la política, está, en mi opinión, en el origen de la extensión de la mediocracia a la que yo me refería en la página que ha justificado las iras de mis amigos.

¿Como atacar esa insidiosa tendencia y elevar el nivel universitario, político, cultural?

En la universidad, con más recursos. Hacen falta ingentes cantidades de dinero para que la docencia y la investigación públicas puedan captar talentos, ofreciendo ingresos y expectativas no menores que la empresa privada. Como es lógico, los privilegios funcionariales han de ser rebajados y sustituidos por una exigencia de conductas y resultados no menor que en la empresa privada. No se trata de privatizar la universidad, sino de que alcance los mismos parámetros de excelencia que se exigen en la empresa privada.

En la política, con mayores exigencias para acceder a ella. La cámara de diputados no puede seguir siendo un refugio donde se mezclan auténticos profesionales de la política, o que provienen de otros sectores donde han demostrado su valía y están en esa actividad por su inclinación a lo público, con un número creciente de inútiles que están ahí porque no saben hacer otra cosa Naturalmente, están ahí con nuestros votos, faltaría mas. De lo que se trata es de encontrar fórmulas para que quienes se someten al escrutinio público, lo hagan habiendo demostrado su valía. No se me ocurre otra fórmula para esa criba que el voto responsable. Que quienes les votamos, seamos exigentes al depositar el voto, pero eso no será posible mientras permanezca el sistema de listas cerradas, en el que la elección del candidato la hace el partido. Por tanto, fuera las listas cerradas, que están en el origen de la mediocridad de la política.

En cuanto a la cultura, el mejor ministro de cultura es el que no existe. Cuanto mejor florece la cultura es cuando no hay ningún ministro metiendo baza. No estoy porque se corten todas las subvenciones, porque hay aspectos importantes de la cultura, los museos, el teatro, la cultura destinada al público infantil, las bibliotecas públicas, que tienen detrás un verdadero ejército de trabajadores de la cultura y necesitan financiación pública. Pero eso se puede hacer a nivel de Dirección General, sin necesidad de mantener un ministro para que se haga fotos con el Nóbel de turno o acuda a los saraos donde se muestra el glamour de la cultura, justo lo menos creativo de esa actividad.

En resumen, mas dinero para las universidades, otro estatus para los docentes, fuera las listas cerradas de la ley electoral, jubilemos al ministro de cultura y, probablemente, la tendencia a la mediocracia pueda cambiar.

A eso me refería en la página Universidad, que ha provocado las iras de mis amigos.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 5-04-09.

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