domingo, 26 de abril de 2009

CHIRINGUITOS

Las playas del Sur se encuentran entre las mejores de todo el país. Recientemente he visitado las marismas de Huelva, algún tiempo antes pasé unos días en el Cabo de Gata, y he comprobado, de primera mano, que son unos espacios naturales que se encuentran entre los mejor conservados de nuestras costas. Esa realidad, sin embargo, coexiste con otras lamentables actuaciones en las costas sureñas, de las que citaré dos, que he visto en persona, el malogrado hotel construido en un lugar inadecuado del citado cabo, y las playas de Fuengirola.

Visité las playas de Fuengirola en un mes invernal. Los chiringuitos estaban vacíos. Me sorprendió la salvaje privatización del uso de esa playa, dividida en compartimentos personalizados, playa de Paco, playa de Juan, en cubículos parecidos a pequeños huertos que constituyen el minifundio turístico de ese lamentable espacio costero.

Cada cuadrícula de playa estaba llena de trastos abandonados hasta la apertura de la temporada, y ese desorden de desván polvoriento impedía la acción de cualquier elemento de limpieza para regenerar la arena de la playa. Me causó una impresión verdaderamente deplorable, sobre todo al compararla con la actual playa de la Malvarrosa, en Heliópolis, que en su día fue un estercolero, con desagües hediondos, animales muertos y verduras podridas, y que gracias a una exitosa racionalización de nuestras costas se convirtió en su día en una playa limpia de casi ocho kilómetros, totalmente despejada, junto a un paseo marítimo espléndido donde se ubican, en instalaciones dignas, los antiguos chiringuitos.

Recordando esa realidad decadente de Fuengirola, no puedo compartir la defensa que hace hoy en El País un magistrado emérito del Supremo de ese modo tercermundista de concebir nuestras costas. Tengo la sensación de que no ha visitado la playa en cuestión. El hecho de que haya otras actuaciones mas urgentes, como el derribo de construcciones ilegales, no me parece un argumento suficiente para defender lo indefendible.


Nada de esto tiene que ver con algo tan mediterráneo como tomar una copa al lado del mar, o disfrutar de unas sardinas asadas aspirando a la vez el perfume de la brisa de Levante. La solución urbanística que se ha dado a la playa de la Malvarrosa demuestra que ambas cosas, el disfrute hedonista de nuestras playas, y la limpieza y el respeto a la línea litoral, pueden y deben ser perfectamente compatibles.

Puedo entender que la Junta de Andalucía, con un territorio que equivale a un tercio de la superficie del país, en una comunidad escasamente industrializada que vive en buena parte del turismo, y con una población que, históricamente, ha tenido una renta per cápita sensiblemente inferior a la media nacional, haya cerrado los ojos, en ocasiones, a exigencias medioambientales que tal vez se pensaba que ponían en peligro el medio de vida de mucha gente. No comparto esa idea.

Basta visitar Doñana con algo de detenimiento, para comprobar la gran cantidad de rentas que genera un espacio como ese, por los trabajos de conservación que allí se realizan. Es una falacia que la política de conservación medio ambiental perjudica los puestos de trabajo. Es mas bien al contrario, aunque, eso sí, exige un cierto esfuerzo de adaptación a las nuevas condiciones de explotación turística de nuestras costas.

Unas políticas medioambientales decididas, extendidas y permanentes, son el mejor yacimiento de empleo que cabe imaginar en estos momentos. Los presupuestos públicos con los que habría que financiarlas no son inagotables. Por eso es esencial que quienes generan directamente, a través de procesos de producción, distribución o consumo, efectos externos negativos para el medio ambiente, sin asumir su coste, que paguen.

Esa es una fuente de recursos aún sin explorar, salvo para los usuarios urbanos del suministro de agua, que ya pagamos el oportuno recibo con los recargos destinados en teoría a esa finalidad, o a las diputaciones el nuevo tributo para que mejoren el reciclaje. Si cada fuente de contaminación medioambiental hiciera frente a los costes públicos que genera su actividad mediante el correspondiente tributo especial, aparecerían recursos suficientes para reducir el desempleo a la mitad.

Ahora que el PSOE se declara de izquierdas, como antes lo hizo de centro izquierda por boca de su mismo portavoz, es hora de que lo demuestre con los hechos. Muchos esperamos que su política de medio ambiente, en materia de cierre de centrales nucleares, de imposición de gravámenes a sectores e industrias contaminantes, que generen los recursos para crear nuevos empleos, sea una realidad.

Convendría que viéramos algún gesto en ese sentido, antes de las próximas convocatorias electorales, para saber a que atenernos.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 26-04-09.

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