jueves, 16 de abril de 2009

EL EJÉRCITO Y EL GENERAL

He bajado al Maravillas y he visto signos de recuperación en la afluencia de clientes, que la semana pasada estuvo un poco chunga, me han dicho. La mejora en la exportación de automóviles a Francia y Alemania dicen que es la causa de que algunos fabricantes hayan dejado en suspenso, total o parcialmente, algunos expedientes de regulación de empleo. Los portavoces del sector turístico afirman que la ocupación de plazas hoteleras ha caído menos de lo que se esperaba Algunos expertos, con mucha cautela, dicen que es prematuro afirmar que hay indicios de un cambio de tendencia en la situación económica, otros, menos prudentes, o mas pesimistas, según se mire, dicen, con cierto sarcasmo, que podría tratarse de un retraso en el camino hacia el abismo. Yo, la verdad, no tengo ni puta idea, así que, para que voy a aventurar un pronóstico poco sólido. Ustedes mismos.

*40.000

Cuarenta mil es una cifra que está entre cero y cien mil y evoca el tamaño de algunos ejércitos cuyas gestas históricas han pasado a los registros escritos. Los Hijos de San Luís, al mando del Duque de Angulema fueron 100.000 y nos jodieron bien, con su contribución a la restauración de la monarquía absoluta de Fernando VII. Con Anibal no se cuantos iban, y de la batalla de las Thermópilas no tengo cifras y, la verdad, no me apetece buscarlas en Wikipedia, porque de lo que voy a escribir es del ejército de cuarenta mil desempleados que se han quedado sin prestación en Heliópolis.

Estar sin trabajo ya es jodido –yo pasé por eso varias veces a lo largo de mi vida laboral-- pero encontrarse en esa situación sin el mínimo auxilio de una prestación, a la que se tiene derecho porque se ha cotizado para eso, o de un subsidio, que aunque es un parche es menos que nada, es, verdaderamente, una putada, sobre todo en un tipo de sociedad que está montada sobre la base de unos determinados niveles de consumo, y en la que no abundan los gurús, los maestros Zen, o los consejeros budistas que nos enseñen a manejar la situación con un cierto espíritu estoico orientalista.

Un sistema que no es capaz de garantizar a las personas su participación plena en la vida social, que no puede ofrecer a los demandantes de empleo una prestación adicional de subsistencia (he oído promesas, pero no he visto realidades) es, entre otras cosas, un sistema fracasado. Esta situación no afecta solo a los trabajadores sin empleo en la comunidad valenciana, pero aquí parece que la destrucción de empleo es mas acelerada que en otros lugares. Cuarenta mil personas sin trabajo, sin prestaciones, sin subsidios, sin ayudas adicionales, son demasiadas, y esa realidad lacerante parece indicar que podemos estar virando desde una crisis financiera y económica, a algo mucho mas grave, una crisis social.

Hemos visto imágenes en los telediarios de urbanizaciones de lujo vacías, que están siendo ocupadas por personas que vivían en condiciones muy precarias. Eso es un indicador de que algo hay que hacer con el parque de un millón de viviendas vacías en este país. Tal vez, ponerlas en el mercado a disposición de quienes las necesiten con alquileres subvencionados. No se. Algo se podrá hacer, digo yo. La primera necesidad de las personas es tener algo que llevarse a la boca. La segunda tener un techo donde cobijarse. Si uno no tiene cubiertas esas necesidades básicas, mal puede tener una participación plena en la vida social, y eso es un síntoma de degradación colectiva, y no estoy pensando en la seguridad ciudadana ni nada de eso, sino en la imposibilidad de ese ejército de los cuarenta mil para desenvolverse sin ver agredida su dignidad de personas.

Es esencial que la sociedad entera, no solo los políticos, también los empresarios, los sindicatos, las ONG, las gentes de a pie, tomemos conciencia de la importancia de establecer de inmediato
redes sociales efectivas que contribuyan a reforzar la dignidad de estas personas, porque si no somos capaces de articularlas con rapidez y eficacia, nuestra propia dignidad de ciudadanos solidarios quedará en tela de juicio. Si hace falta movilizarse en la calle para exigir una pronta actuación de quienes pueden contribuir a paliar esa situación con medidas urgentes, pues habrá que hacerlo. En USA, Obama ha visto las primeras manifestaciones de repulsa por las grandes sumas de dinero que ha transferido a los ricos, vía impuestos pagados por todos, para dotar de muletas al sistema financiero y a los productores de automóviles. Aquí, tal vez tengamos que salir a la calle, en apoyo de los cuarenta mil.


*EL GENERAL

Cualquiera que haya observado el desparpajo con que el general Navarro declaró ante el juez, antes de que los forenses turcos pusieran en evidencia sus patrañas, se habrá dado cuenta de que es un hombre indigno. La presunción de inocencia es una garantía jurídica que a todos nos protege, pero es también un indicio que se puede percibir, o no, en los rasgos, en la voz, en el modo de hablar o de comportarse del presunto inocente. La vida nos ha dado a quienes ya tenemos una cierta experiencia en el trato humano, una intuición para adivinar con quien nos jugamos los cuartos, y la mía me dijo, cuando lo escuché la primera vez, que Navarro es un hombre indigno.

Un hombre indigno con grado de general que obedeció sin rechistar las órdenes indignas de sus superiores, a sabiendas de que eran una agresión intolerable contra la dignidad de las víctimas del Yak 42. Conocí algunos militares cuando aún era joven y, naturalmente había de todo. Un teniente muy profesional nos explicaba la teoría de la relatividad mientras le escuchábamos sentados en el patio del cuartel. Otro teniente descansaba su humanidad degradada en un sillón de las oficinas del Estado Mayor del Sector Aéreo y todo su cuerpo, su expresión, su voz, eran la elocuente prueba de su patético fracaso vital. El general de división que probaba la paella antes de que se la sirvieran a la tropa, expresaba una natural integridad con ese gesto cotidiano, mientras que el comandante de la Segunda Sección que tenía a su cargo la inteligencia militar, llamada Segunda Bis, organizaba y protegía las actividades de contrabando de tabaco y licores que llegaba en aviones militares desde la base aérea de Gando. Que quede claro, pues, que mi aversión a Navarro no procede de su condición de militar, sino de mi percepción de que es un hombre indigno.

Es posible que cuando una sentencia judicial confirme la indignidad flagrante del general Navarro, la Ministra de Defensa lo separe del Ejército, pero esa medida, si se materializa, no excluye la responsabilidad del entonces Ministro de Defensa, Federico Trillo, en esta indigna historia.

Trillo, aficionado a Shakespeare, está muy lejos de reflejar en su personalidad el carácter épico de sus personajes, su desparpajo en el modo de expresarse le coloca mas bien al lado de Navarro. Dicen sus colegas de partido que el ya pidió disculpas, unos meses después de los hechos, por los “errores” de identificación, y esa confusión entre disculpas y responsabilidades le sitúa en una posición cínica, irresponsable, ajena, como en el caso del general, a un mínimo sentido de la dignidad, propia y ajena.

No se que pasa en este país con los aficionados y expertos en Shakespeare, he tenido noticias de dos de ellos, uno dirigió un teatro nacional, el otro un ministerio, al primero lo echaron por malversar los fondos públicos, el segundo ha hecho méritos para, primero, ser procesado, como Navarro, y luego, ser expulsado de la política.

El sentido de la dignidad, sin embargo, parece una cosa tan antigua, tan de teatro clásico, que puede ocurrir que a Navarro no se le separe del Ejército, ni a Trillo de la política.

En fin. El Ejército y el general. Ha salido así.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 16-04-09.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios